CAPÍTULO 21

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Betty no podía recordar un día con tanto frío como el que hacía esa mañana. Aún ni siquiera había salido de sus cobijas, pero la piel ya la tenía erizada por las corrientes de aire que se deslizaban por las pequeñas aberturas en la orilla de su ventana.

No quería imaginar cómo estaría de congelado en el exterior, pero de alguna forma sintió que el clima la quería acompañar en su sentir. Su corazón estaba cubierto por una capa fría que le servía de anestesia para no rendirse ante el dolor de la mirada tan opaca y pérdida que Armando le había dedicado el día anterior.

—Betty...—Susurró Patricia y ella giró la cabeza hacía la cama de su amiga. Iba abriendo los ojos y se veía adormilada— ¿Qué hace despierta tan temprano? Aún faltan dos horas para que suene el despertador, ¿es que acaso tiene tanto frío como yo?—Susurró en voz baja, apenas alcanzando a terminar su oración antes de volver a respirar despacio. Estaba más dormida que despierta y eso la hizo sonreír con diversión.

Se sentó en la cama y soltó un suspiro antes de levantarse casi de golpe de la cama, tomó lo primero que vio en su closet que de pronto le serviría un poco con el frío y corrió a las regaderas de los complejos. Esa era la ventaja de levantarse antes que nadie, te podías bañar sin que te anduvieran presionando con los toques en la puerta.

Abrió las llaves de la regadera y se dio su baño tan rápido como pudo, tenía unas inmensas ganas de empezar su día porque al menos en su cabeza, sentía que de esa manera lo acabaría de la misma manera, rápido...

Limpió todos los rincones de su cuerpo con especial dedicación, esperando que de esa manera se pudieran sacudir todos sus males. Se sentía cansada y eso que apenas habían pasado dos días desde que se enteró de todo, no podía imaginarse cómo se sentiría Armando teniendo en cuenta que él lidiaba con todo de una manera más directa y por mucho más tiempo.

Es que solo de pensar todo con atención, cada vez se convencía de que ese matrimonio era la solución perfecta a todos los males de su amado. Lo único que lamentaba es que ella no fuera la que tuviera el alcance de hacer algo por las cosas sagradas en la vida de Armando.

Se vistió con calma en su habitación, cubriendo su piel con un suéter de lana color azul celeste y una falda de tono crema que armonizaban perfectamente con su claro tono de piel y su cabello negro peinado con un par de horquillas a los lados.

Llevaba sus mismas zapatillas negras de siempre y como medida extra ante el frío congelante que azotaba esa mañana, cubrió sus piernas con unas medias color piel más gruesas de lo habitual.

Ella nunca había tenido la oportunidad de comprar ropa tan fina como la que hacían en las galerías, pero aún con las prendas de las tiendas económicas sabía cómo sacar provecho con sus habilidades como costurera y sus visiones como diseñadora para hacerle los retoques y sacar prendas delicadas y sofisticadas.

Todos esos años lo que tenía de sobra era tiempo y una mente en desorden que era mejor mantener ocupada.

Ahora solo tenía lo segundo porque sentía el tiempo escurrirse entre sus dedos, sobre todo cuando estaba con Armando.

—Betty, ¿Qué hace levantada tan temprano?— Betty miró a Patricia, que se mantenía enrollada como un burrito entre las gruesas capas de cobijas.

—Pues no podía seguir ahí acostada con la mente atormentada, así que pensaba en subir al taller para ver sí puedo dibujar un rato o de pronto coser ese proyecto tan especial que he tenido desde hace varios meses— Patricia la miró con reproche y ella solo se alzó de hombros— Lo siento, Pati, pero no puedo seguir ahí compadeciéndome de mi suerte. Tengo que distraerme con algo en lo que llega la hora de ver a Armando.

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora