CAPÍTULO 14

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Hermes escuchaba muy atento todo lo que Mario y Camila le decían, ella se había retirado los lentes de sol y la miraba con ternura al ver a esa niña que siempre los quiso y que su madre nunca dejó que los tratara mucho.

Veía la misma bondad que en los ojos de su hermano y se sentía sumamente orgulloso de los adultos en los que se habían convertido.

—Muy bien, señorita Camila, vamos entonces con la secretaria de su hermano para ver que nos diga sobre el cupo de las habitaciones. Tiene que quedar registrada esta misma tarde para que empiece mañana mismo— Camila asintió con una sonrisa enorme y Hermes comenzó a caminar a los elevadores.

Los tres subieron hasta el último piso y caminaron hasta el pasillo que los dirigía de frente al escritorio de la nueva y atolondrada secretaria que habían contratado tras la jubilación de Sofía. Llevaba una semana cometiendo error tras error y Hermes estaba un poco desesperado por la incapacidad de la muchacha para adaptarse, pero por órdenes de Armando le iban a dar pocos días más para que se acoplara y si no se iría después del período de prueba.

La mujer estaba tecleando sobre la máquina de escribir con poca destreza cuando se acercaron.

—Buenos días, Alejandra, ¿Será que puede darme una lista completa con los nombres de las mujeres que tienen habitación acá? Necesito incluir uno más y ver si tengo que arreglar la repartición de habitaciones— La joven asintió y miró todo el desorden sobre su mesa.

—¿Me permite unos cinco minutos para buscarla? Si quiere pueden esperar en la oficina del señor Armando y yo enseguida se la entrego.

—No se demore...—Dijo Hermes con cansancio y siguieron a la oficina.

(...)

Patricia se encontraba llorando y soltando fuertes sollozos sobre la mesa de costura que era de Betty. 

Sandra, Mariana y Bertha le acariciaban el cabello mientras se miraban entre sí, tratando de adivinar lo que la había puesto de ese modo pues había llegado echa un mar de lágrimas a los talleres y no se había atrevido a decir nada entre tantos lamentos.

—Ay ya Pati, de verdad queremos ayudarla, pero no podemos si no habla—Dijo Sandra con preocupación.

—¿Es que la echaron?—Preguntó Mariana, agachándose hasta que su cara quedó a la altura de la cabeza de ella. Patricia sólo negó con la cabeza y soltando hipidos levantó la cara y las miró entre sus lágrimas con tristeza.

—¡¿No me diga que está embarazada?!— Exclamó Bertha con impresión y curiosidad, saboreando el chisme que se vendría si decía que sí.

—¡Ay no, Bertha! ¡¿Cómo se le ocurre?!—Gritó Patricia con terror y se pasó la mano por la cara para limpiar sus lágrimas— Es que...es que Mario— Soltó un suspiro y miró hacía abajo con pena—Creo que sólo me quería para pasar el rato—Negó con la cabeza y empezó a sollozar otra vez.

—¿Pero cómo así? ¿Usted por qué dice eso?—Dijo Bertha con curiosidad, mirándola con atención.

—¡Es que lo vi! ¡Entró por la enorme puerta de las galerías, pavoneándose orgulloso con una mujer abrazada a él!

—Bueno, Pati, pero eso no significa que esté saliendo con ella...—Susurró Sandra a forma de calmarla un poco, pero resultó alterándola más.

—¡Claro que sí! ¡Está saliendo con ella! ¡Es una mujer de clase, distinguida y con plata! ¡Y él es un perro que solo quería jugar conmigo! —Negó con la cabeza y observó a sus amigas, que la miraban como si estuviera loca— ¡Pero yo no me voy a dejar burlar por ese! ¡Le voy a dejar bien claro que con Patricia Fernández nadie se mete y mucho menos se juega!—Se levantó de la silla con coraje y caminó hacía la puerta.

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora