CAPÍTULO 34 (PARTE 1)

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Catalina se había retirado por la tarde, más que satisfecha con el trabajo tan eficiente y rápido de Beatriz. Sus diseños eran glamour, comodidad y sofisticación reunidas en un par de trozos de tela que serían la sensación por un buen rato.

Sandra y Betty estaban saltando de alegría cuando estuvieron de regreso en su habitación después de llevar a Cata a la salida; les había entregado visa y pasaporte para el viaje a Madrid que sería en una semana más, eso para ellas había sido más bien como un tiquete para su libertad y prosperidad en el área profesional.

Se abrazaban con un par de lágrimas llenándoles la cara, estaban tan ensimismadas que no pusieron cuidado en cerrar la puerta que dejaba ver todo su trabajo, y Armando que había bajado a buscar a Betty se quedó prendido de los bellos diseños exhibidos sobre un maniquí y una de las camas respectivamente. Estaban hechos en un tono rojo quemado, tan solo un par de tonos más claro que el vino; tenían los botones y ojales de un color oro sumamente brillante y parecían tener pocos detalles en negro que lo llenaban de elegancia y sobriedad.

Él estaba impresionado, lleno de orgullo al ver aquel trabajo y habilidad que sabía que Betty podía llegar a tener pero que hasta el día de hoy iba conociendo visualmente.

—Bettica... pero que, que bonito...es...yo no tengo palabras— Dijo con voz baja, observando todo desde el umbral de la puerta para no entorpecer más el abrazo que compartían. Ellas se separaron lentamente y Sandra sonrió con pena mientras se limpiaba el rostro.

—Permiso...— Dijo con educación para después salir con cautela.

Betty y Armando se miraron por un par de segundos antes de que ella desviara los ojos y los concentrara en uno de los dibujos que tenía sobre la cama. Había estado toda la tarde encerrada con Catalina así que Armando no había podido aparecerse solo porque sí para hablar con ella.

—Gracias...— Respondió en un murmullo lleno de desgana y Armando soltó un suspiro cuando la vio comenzar a recoger los dibujos que tenía esparcidos por todos lados— Sandra y yo hemos trabajado muy duro.

—Betty, mi vida...— Armando entró por completo a la habitación y la detuvo a medio camino cuando estaba por empezar a guardar las agujas e hilos— No quise decir eso, no quise hacerte sentir mal al decir que tendría que descubrir...

—No, yo entiendo perfectamente porque lo has dicho y no te culpo— Ella negó con la cabeza y tomó una respiración profunda— No fuí del todo honesta con nadie y termine causando problemas; sí alguien aquí debe disculparse por algo soy yo, no tú...

—Es solo que no entiendo porque decidiste ocultarme algo a mí, y bueno no solo algo. Mario me dijo que planeabas dar todo tu pago al capital de Ecomoda y...

—¡Maldito Mario chismoso!— Exclamó con molestia y dió un paso atrás, saliendo del agarre de Armando.

—¿Ves? Yo no entiendo por qué ocultar algo así, porque...

—¡Betty!— El sonoro gritó de Camila, fue lo que interrumpió a Armando de inmediato. Él y Betty fruncieron el ceño y miraron hacía la puerta abierta de la habitación; apenas dieron un par de pasos hacía ella cuando la figura de Camila se hizo presente frente a ellos. Corría con un periódico en mano y las mejillas rojas por el esfuerzo.

—¿Cami?— Dijo Armando con duda cuando ella se detuvo frente a ellos sin poder dejar de jadear— ¿Pero qué haces acá? ¿No es que estabas de luna de miel?

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora