CAPÍTULO 3

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Ya era mitad de noviembre del año 1949, habían pasado dieciséis años...

dieciséis años había sido el tiempo que Armando había estado fuera de Colombia.

Betty hacía cuentas mentales mientras veía como la nieve caía con calma; estaba en el techo de las galerías, sentada sobre una jardinera con las flores marchitas por el frío. Se suponía que tenía prohibido subir, así como cualquier otro empleado, pero a ella desde hace mucho le había dejado de importar y subía cada que se distraían sus jefes.

Éstas fechas la colocaban más nostálgica que de costumbre...

Las galerías ya estaban ambientadas para navidad; las decoraciones comenzaban desde la oficina del jefe hasta las habitaciones de los empleados. Desde que tenía uso de razón veía como situaban en medio del salón de ventas el gran y hermoso árbol lleno de esferas y luces. Con Armando siempre jugaban alrededor de éste intentando atraparse hasta que los pillaban y los sacaban de ahí.

Incluso se sentía algo vieja trayendo esas memorias a su cabeza, era difícil procesar que hubiera pasado tanto tiempo cuando te ponías a contarlo de ese modo.

Llevaba puestos un par de suéteres y se abrazaba las piernas en un intento de cubrirlas con su falda del frío. Su cigarrillo se consumía rápido, pero ella ya estaba más concentrada en mirar la espesa capa blanca que cubría los edificios y casas del pueblo. Recordó con pesar cuando en estas fechas se escapaban a la sierra a jugar por horas en la nieve.

Llevaba un récord de un par de años sin darle importancia a la partida de ese niño que tanto le pesaba en los recuerdos, pero por alguna razón ese día parecía no querer salir de su cabeza.

Estaba a pocos días de su cumpleaños y del gran desfile navideño que hacían las galerías cada año; invitaban a gente importante y por todo el pueblo se veían carros glamorosos y personas con ropa fina. Ella atribuía sus pensamientos a todo eso, a la asociación que le había dado a Armando con lo material después de tantos años de silencio e indiferencia.

—Como sea...—Le dió una última calada a su cigarrillo antes de apagarlo y entró de regreso.

Bajó hasta las habitaciones y fue directamente a la de sus padres que la noche anterior le habían pedido que apenas empezara su descanso para comer los fuera a buscar. Iba algo retrasada, pero se sentía incapaz de continuar su día sin ese cigarrillo al que irónicamente solo le había dado unas pocas caladas.

Tocó la puerta con algo de prisa, pues apenas le quedaban quince minutos para regresar al taller. Su papá le abrió con cara de molestia y ella solo le dio una sonrisa inocente.

—¿Por qué se ha demorado?—preguntó con recelo, cruzado de brazos mientras su mamá se dedicaba a observarlos con la cara algo pálida.

—Por que estaba terminando de coser una falda...—Respondió trabándose un poco y su papá se acercó más mientras la olfateaba.

—Sí hasta acá me llega el tufo del cigarro, ¿no le he dicho que me molesta que ande en esas Betty?

—Ay ya Hermes, sabe que no tenemos mucho tiempo así que dígale de una vez— Betty frunció el ceño y paseó la mirada entre sus padres mientras se cruzaba de brazos.

—¿Decirme que?— Ambos la miraron con algo de pena y temor. Su papá soltó un suspiro antes de señalar el sofá. Ella se sentó con impaciencia mientras Hermes se sentaba frente a ella— ¿Entonces?

DÉJAME AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora