Sira:
No podía dejar de verla, ni tampoco dejaba de pensar en que seguramente un día ella sería la que me sustituyera.
—Gracias por cuidarla.
—Es una niña muy linda—yo asiento apartando mechones del cabello de Roose de su cara.
—Lo se— sonrió genuinamente al ver como sonríe de verdad, por primera vez en el poco tiempo que lleva—¿Nos vamos?
—Oh claro—dice al acabar.
Las tres nos levantamos para salir del lugar de hamburguesas, Roose se detiene mirando a la chica.
—Lizzie—la chica le presta suma atención—¿Puedes cargarme?
—Roose...—estoy a punto de decir algo cuando ella levanta los brazos para que Elizabeth la cargué, y ella se recargue sobre su hombro para comenzar a bostezar.
—Lo siento, ella casi no hace eso.
—¿De verdad?
—Si, apenas deja que la cargué su padre— las dos reímos.
—Quizá es porque yo la llevo al parque—vacila, pero tenía razón, ella había sido la única en llevarla.
En prestarle mucha más atención que aquel hombre.
No decimos nada más, solo nos limitamos a caminar en silencio hasta poder llegar al estacionamiento.
—Oh mira, es una niña preciosa—una mujer se detiene junto con otra—¿Es suya?
—Si—contesto mientras Elizabeth la acomoda en la silla de paseo del auto.
—Tienen una hija preciosa—las dos sonríen—y ustedes también hacen linda pareja.
—¿Que?—Elizabeth se detiene para mirarlas.
—Oh no no, no somos pareja—frunzo el ceño riendo—le doblo la edad así que...
—Ah querida, pero ese no es problema si hay... Amor, ya saben—no sé si solo está vacilando o lo dice de verdad.
—Bueno, les aseguro que no hay nada de eso, soy su jefa y ella mi secretaria.
Las dos mujeres se miran y solo se van en silencio.
Que frustrante, ¿Cómo podían...?
Respiro un poco para ver cómo me mira.
—Lo siento, fui muy grosera.
—No para nada, fue honesta. Yo soy su secretaria y tiene razón, me dobla la edad. Aunque tampoco es que me guste.
«¡Auch!» tenía razón, yo tampoco sentía nada y aún así había sido golpe bajo.
—Gracias por cuidar a Roose, puede volver a su trabajo—subo al auto.
—Que tenga una linda noche detective— sonrío y arrancó antes de verla irse.
Miro a Roose desde el espejo del auto, está dormida, con la boca levemente manchada por la catsup.
Sonrió y sigo conduciendo por la carretera, viendo a través de la ventana como el sol empieza a bajar para poder anochecer.
Una hora después al llegar a casa veo que aún no está su auto, pasan de las nueve y él aún no ha llegado.
Cierro mis ojos un momento al pegar mi cara sobre el volante después de estacionarme frente a la casa.
Roose sigue dormida, roncando a lo bajo, eso hace cuando está demasiado cansada como para pensar en que no debe roncar.
La tomo de los brazos y la cargo sobre mi pecho dejando su cabeza colgar un poco sobre mi hombro.
Entro y voy directo a mi habitación para dejarla sobre la cama, en el otro lado para así dormir con ella.
12:00 AM:
El sonido de las llaves al fin me dicen que ha llegado, a pesar de que el trata de que no me de cuenta en cuanto pisa la casa en cuidado silencio.
Abre la puerta de la habitación despacio y entra quitándose la corbata por completo.
—Llegas tarde—digo al encender la luz.
—¡Carajo, Sira!—se toca el pecho con exageración—¿Por qué sigues despierta?
—¿Tu por qué llegas a esta hora?
—Hoy hubo mucho trabajo—se acerca para darle un beso a Roose y después acercarse a mi—lamento no poder haber ido por ella.
Va a besarme cuando yo me aparto.
—¿Cuántas veces has llevado a Roose al parque?—se ríe ante mi pregunta.
—¿Pero que pregunta es esa?
—¿Cuántas?—lo miro con seriedad.
—No se, ninguna.
—Hoy Li... Elizabeth, la llevo.
—¿Quién es Elizabeth?—se desabotona la camisa para ir al baño a ponerse la pijama.
—Mi secretaria, quizá la pondrán en mi lugar en cuanto tengan la oportunidad, pero la llevo— él sale del baño frunciendo el ceño—cosa que ninguno de los dos ha hecho desde que tiene memoria.
—No creo que eso sea esencial para su vida, mucho menos necesario cielo.
Me levanto de la cama para tomar su brazo y sacarlo de la habitación.
—¡¿Que haces?!—exclama.
—Tu tampoco eres esencial en mi cama, mucho menos necesario, buenas noches, cielo.
Lo imito para cerrarle la puerta en la cara y volver a la cama apagando la luz.
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Cartas A La Edad © | [Completa]
Teen FictionHabía dejado de enviarle cartas a la edad cuando dejó de existir, cuando deje de amarla, cuando ya no importó lo suficiente. Deje de escribir cuando mis manos dejaron de tener esa capacidad, cuando ya no respondió. Guarde sus cartas. Guarde cada rec...