Elizabeth:
Cada una de sus palabras me hacían lamentar mi existencia, o mejor dicho, quince años menos de mi existencia.
No debía odiarme por ello, era algo tan simple y a la vez tan complejo de entender. Y aún así yo me odiaba por no haber nacido cuando ella lo había hecho.
¿Era estúpido? Si, definitivamente.
¿Me arrepentía de pensarlo? No, no porque aún así yo ya la tenía conmigo.
—¿Que pasa?—pregunta al no obtener nada de mí a pesar de cada maldita oración suya.
—Quisiera no haber nacido cuando tú tenías quince.
Ella se ríe un momento, y cuando cae en cuenta de lo que ha dicho niega sería.
—Debes dejar de hacer esos chistes malos, Elizabeth.
—¿Por qué?—que pregunta tan tonta.
—Porque me haces ver como una enferma.
—Lo siento, no es mi intención.
—Se que no—tienta mi piel cálida.
—Pero hablando en serio—hago que no aparte la mirada de mi—Quisiera que esto fuera diferente.
—¿Que es esto?
—Esto, lo que sea que tenemos.
—No tenemos nada, Elizabeth.
«¡Auch! Golpe bajo, supongo que ya le tocaba a ella»
No digo nada, solo agachó la cabeza tratando de mantener esa sonrisa falsa que sustituye la anterior.
—¿Sonó horrible eso, verdad?—arruga su frente.
—Solo un poco—no había sido poco.
—No quise que sonara así, lo que quiero decir es que lo que sea que aún no tenemos, pero que tendremos—me asegura—sera muy diferente a como ahora lo estas pensando.
—¿Eso crees?
—Eso te prometo, y es lo único que puedo prometerte ahora.
¿Cómo le decía que no necesitaba que lo dijera para que yo estuviera segura de ello?
¿Como carajo le decía que incluso con eso, yo ya quería darle el mundo?
¿Y como me decía a mi misma que me estaba ilusionando demasiado rápido?
Lo último si lo sabía, era como si fueras a saltar de un avión sin paracaídas. Sabes que no hay ninguno, y así decides saltar.
Supongo que ese es el efecto de la detective.
Ella estaba prometiendo algo, quizá nunca lo cumpliría, quizá sí.
Cuantos quizá...
ESTÁS LEYENDO
Cartas A La Edad © | [Completa]
Teen FictionHabía dejado de enviarle cartas a la edad cuando dejó de existir, cuando deje de amarla, cuando ya no importó lo suficiente. Deje de escribir cuando mis manos dejaron de tener esa capacidad, cuando ya no respondió. Guarde sus cartas. Guarde cada rec...