Elizabeth:
—Roose—detengo a la niña cuando su madre se aleja para hablar por teléfono—¿Por qué no quisiste que fuera Lidia con nosotras?
No era que me importará, solo que era raro, raro de verdad.
—Ella besa a papá—me quedo pensando cuando su madre se acerca.
«¡Carajo y mil veces carajo!»
No decimos nada a pesar de las preguntas de la mujer, y me siento mal por ello.
¿Debía guardarlo para mí o decírselo?
Debería decirlo, nadie necesita que le oculten algo así.
Me acerco a ella con el helado que Roose a pedido para las tres y se lo doy.
Ella parece feliz, mucho más de lo que ha llegado a mostrar en el trabajo. No puedo quitarle eso, no a pesar de que se que me odiara si un día se entera de que se lo he ocultado.
—¡¿Elizabeth?!—exclama pasando su mano frente a mi para que reaccione.
—Lo siento detective, ¿Sucede algo?—la miro.
—¿Estas bien? Hace rato que no hablas.
—Si si, yo... Estoy bien— sonrió a medias.
—Oye, soy detective, ¿lo recuerdas?
—Como olvidarlo—suelto una risita amarga.
—¿Segura que estás bien? Se que seguramente tenías mejores cosas que venir a un campamento con una niña de seis años, que bueno, parece tener mucho afecto por ti, de verdad yo lo lamento ella...
—No importa, de verdad —me atrevo a tomar su mano para apretar un poco y que deje de hablar—solo es algo tonto.
No lo era, su esposo le estaba siendo infiel con una de las policías de su departamento.
¿Cómo podía? La detective era un mujer linda, dedicada a todo, a su trabajo, a su día, a su hija en especial.
Era buena detective, buena madre, y estaba segura de que era buena esposa.
—¡Lizzie, Lizzie!—otra vez estoy pensando de más que no cuenta me doy que Roose me llama.
—Dime pequeña.
—¿Podemos ir a los columpios?
La detective sigue mirándome de esa manera, como si intentará descifrar lo que oculto.
—Claro, vamos—le tomo la mano—dile a mamá si viene con nosotras.
Roose la mira, y sin decir nada si madre toma su otra mano para ir a los columpios con ella.
Ese era el poder de esa niña, solo con mirarla bastaba para decir que si a lo que ella pudiera. Así fuera el mundo.
Estaba segura de que si Roose lo pedía, la detective se lo daria.
Y yo no era su madre, pero quizá como "amiga" de su madre, si eso habíamos llegado a ser en estas semanas ella y yo. También se lo daria sin dudar.
Suspiro viéndola jugar, debí no preguntar, ahora esa niña me ha confiado algo que debo callar, ¿por qué debo, cierto?
«Un secreto para Lizzie, hay Lizzie, ¿donde te has metido?»
Mi madre estaría riéndose por esto, por todo en realidad.
Empezando por ser secretaria, llevar café y estar en un campamento. Terminando con sentir algo absurdo por una mujer, mi jefa específicamente.
—¿Que pasa cariño?—Sira toma el rostro de Roose.
—¿Que pasa?—veo la mirada decaída de la niña.
—Quiero irme—susurra.
—Pero cariño, viajamos mucho para venir al campamento.
—Lizzie—me mira.
—Yo no soy tu mamá, linda—miro a su madre—pero se que tu mami te sacará de aquí, es aburrido, ¿verdad?—arrugo la nariz sonriendo con exceso.
Ella asiente acomodándose el cabello detrás de sus orejas esperando la respuesta de la detective.
—Bien—se endereza—¿Hacemos galletas?
—¡Si si!—grita feliz.
—¿Tu también quieres hacer galletas, Lizzie?
Quiero imitarla y burlarme por su voz levemente dulce cuando dice ese apelativo, pero solo tomo la mano de Roose para sacarla del campamento.
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Cartas A La Edad © | [Completa]
Novela JuvenilHabía dejado de enviarle cartas a la edad cuando dejó de existir, cuando deje de amarla, cuando ya no importó lo suficiente. Deje de escribir cuando mis manos dejaron de tener esa capacidad, cuando ya no respondió. Guarde sus cartas. Guarde cada rec...