Final extra: Quizás

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Una tarde de abril justo el día de su aniversario juntos, los años habían pasado ya, la edad cobra facturas y la vida humana como la conocemos puede agobiarte si estas con la persona equivocada. Pero la mujer de cabello azabache siempre fue fiel a su autenticidad viviendo como ella sabía hacerlo y no podía haber algo mejor que vivir al lado de ese hombre que alguna vez fue su talón de alquiles sin embargo el tiempo había hecho que se volvieran inseparables, no había sido nada fácil varias ocasiones estuvieron cerca de dejarlo todo. Zulema llegó a irse por semanas dejando a su hija con Antonio... volvía arrepentida y después él con sus gritos y sentido de superioridad arruinaba la convivencia y la Mora terminaba hechandolo de casa lanzando sus maletas por el balcón. A pesar de todo... siempre volvían, condenados a entenderse.

Juntos criaban a una chiquilla rubia que años antes corria por la playa y que en este mismo instante observaban surfear desde el balcon bebiendo aperol y whisky.

—Te imaginaste esto alguna vez?

—Quizas lo soñé algún día.

—Pero así?

—No, ni en mis mejores sueños.

—Entonces cómo?
Preguntó con mucha curiosidad mientras una ola se elevaba a lo lejos.

—Joder, que más da?
Respondió nerviosa.

—Necesito saber si esto es lo que quieres...

—Antonio, si no lo quisiera hace mucho hubiese huido sin regreso, sabes? Es lo que mejor se me da.

Hierro respiró hondo viendo como el sol iluminaba de color naranja la playa.

—Te gusta esta vida? así?

—Pfff...no sé a que quieres llegar con esto... ¿a que te refieres?

—Con una hija de trece años, con los años que nos pesan igual que el pasado, la casa en la playa y últimamente... la monotonía?

Zulema no lo miró, se quedó en silencio cuestionandose incluso en qué momento empezó a disfrutar tanto esa vida que su compañero le describía.

—Que yo no te conocí así Zule...
No quiero que te olvides de ti por mi o por Seren. Se que extrañas lo que hacíamos antes... los robos, los enfrentamientos eso...

Ella sonrió levemente y lo miro a los ojos... y joder... se respondió sola la pregunta. Ese hombre ahí a su lado con el simple hecho de qué el sol le golpeara la cara e iluminaba sus ojos ámbar... era el causante de que en ningún momento sintiera su vida aburrida o monótona apesar de no estar en constante peligro. Con él jamás un día era igual al otro. Nunca.

Suspiró y le habló.

—Me da igual hacerme vieja si es a tu lado, no me importa el pasado y me encanta ver crecer a nuestra hija.

Hierro sonrió como un niño pequeño haciendo que Zulema le sonrierá de igual forma antes de continuar hablando.

—A veces puede que extrañe la vida de caos que lleve antes... pero sabes? Es como un recuerdo nostálgico de algo que no ha pasado y tú más que nadie sabes que no me redimo porque es lo que fui y lo que fuimos.

Hierro asintió mirando al mar, estaba un poco más tranquilo por la sinceridad que le transmitía.

—Me alegra saber eso cariño...

Zulema sonrió para si misma y le hizo la misma pregunta pues pensó que quizás él si se estaba arrepintiendo, por eso se cuestionaba aquello en esos momentos.

—Y tú extrañas esa vida?

Él lo pensó un momento y luego contestó con el típico tono de voz que le daba seguridad a Zulema.

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