Quizás

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Cuando la comida estaba casi lista el aroma se extendia por toda la casa, como una mezcla entre especias algunas indecifrables que danzaban entre lo dulce, picante, salado... tomillo, anís, pimienta, laurel, clavo, cúrcuma...
Hierro era una especie de mago en la cocina y siempre lograba crear un ambiente cálido que transmitía paz en ese lugar.
Zulema entró sin hacer mucho ruido, dejó las llaves en la mesa de la sala y se quitó la chaqueta sin mucha atención a sus movimientos, estaba ensimismada con el aroma que la guiaba a la cocina, le recordaba a su país de origen y con una gran sonrisa en el rostro llegó hasta el umbral de la puerta donde vió a su amor sirviendo el vino en las copas.

—Wow... estas muy guapo...
que estamos festejando?
Se rió despacio mientras se acercaba y tomaba una copa olfateando el suave dulzor del vino italiano.

Hierro debía admitir que sintió un poco de decepción, en efecto... Zulema no lo recordaba pero eso no impidió que su sonrisa se borrara. Él también tomo una copa y bebió un sorbo antes de responder.

—Festejamos muchas cosas...

Ella sonrió mordiendo su labio inferior y se acercó a él. Olía a un perfume que le encantaba. Lo abrazó seductora, rodeando su cuello con los brazos y mirando sus labios.

—Mmh...Ah si? Como que cosas?

Respiró ondo cerca de su oído y luego se separó. Hierro había cerrado los ojos disfrutando de esa cercanía y la tomó por la cintura antes de que se alejara.

—Por ejemplo... nuestro aniversario.
La sonrisa de la mora se borró de golpe, se soltó de su agarre y en cambio abrió los ojos verdes mirándolo fijamente. Sintió vergüenza por haberlo olvidado... otra vez.

—Puta madre... es hoy!?

Antonio asintió sonriendo levemente y bebió otro poco de vino.

—Lo siento... se me fue la olla...

—No te preocupes...

Ella jaló una silla y se sentó, con la mirada perdida.
—Ves porque siempre dije que era pésima para esto? Mala novia, mala amiga, mala madre... todo fatal...

—... yo no te estoy reprochado nada, no debes disculparte por nada. Eres excelente en todo cariño.

—Jodeeer es que siempre lo olvido... y Seren no me recordó nada! Y tú tampoco!

Hierro sonrió y rodó los ojos.
—Ya da igual Zule, vamos a cenar...

La mora se quedó pensando un momento.
—Oye hablando de ésto y Seren dónde esta?

Él se pusó nervioso y se alzó de hombros de manera indiferente tomó un trago y se dirigió a servir los platos.

—No me digas que se fue a la dichosa pijamada!? La dejaste ir?

Él colocó un plato sobre la mesa y volvió a darle la espalda... sabía como reaccionaba Zulema cuando se trataba de permisos para Seren.
—Zule, ya tiene la edad suficiente para quedarse a dormir fuera de casa

—No me jodas Hierro! Porsupuesto que no! Tiene doce años!

—Por eso! Es hora de que la dejemos más libre! No puede estar toda la vida así... es parte de crecer

Ella se puso de pie, estaba furiosa y caminó hacia la sala para tomar las llaves de auto.

—¿A donde piensas ir?

—Coño! Pues voy a traerla a casa!

Él la tomó de los hombros. Después de tantos años juntos podía leer su pensar con una mirada. Estaba nerviosa, con miedo y seguramente no sabía que era lo mejor para la niña... jamás había vivido una situación igual, nada normal. Y eso no demostraba en lo absoluto que fuera mala madre.

Momentos Fugaces 🌠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora