TWENTY

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CAPÍTULO VEINTE - LA FORTUNA CAE

Siempre he pensado que la apreciación de las artes es lo que nos eleva más allá de los meros animales. Despierta las pasiones y mueve el espíritu y, según espera este autor, inspira actividades de mayor interés periodístico.

Hoy se abrirá una nueva ala en Somerset House, donde se exhibirán varias atracciones... como la encantadora señorita Marina Thompson recién recuperada de su misteriosa enfermedad y que se espera que finalmente se reincorpore a la temporada. Por supuesto, también está la atracción real actual, el príncipe Federico de Prusia. Su Alteza ha venido a nuestras costas en busca de una buena Fråulein. ¿Podría ser esta la razón por la que se ha visto a cierto tutor de idiomas visitando Bridgerton House toda la semana? Mis fuentes internas afirman que el Príncipe ha estado enviando regalos a la Srta. Daphne Bridgerton.

La emoción me está matando.

Colin colocó un chal sobre los hombros desnudos de su hermana mientras ella se estremecía de frío, esperando que el calor la hiciera sentir mejor, esperaba que no fuera la influenza, solo una mera ráfaga de viento que la hizo temblar sin deleite.

–Realmente deberías quedarte en casa, Calista–. Suspiró, preocupado por su salud, tal vez ella había contraído lo que la señorita Thompson contrajo en las últimas semanas que le impidió cortejar a la encantadora chica.

–No seas absurdo, pagué un buen dinero por este vestido y lo usaré. Finalmente, un evento en el que no hay bailes sangrientos. Mis pies estarán agradecidos por momentos tan felices–. Dijo mientras se secaba nerviosamente el sudor frío de la frente.

–Debería informar a mamá–. Colin fue a alzar la voz para llamar a su madre, pero Calista pisó su zapato formal con el tacón, lo que provocó que él gritara con un leve dolor.

–Ciertamente no lo harás, vamos a llegar tarde si sigues quejándote–. Ella lo apresuró a salir por la puerta y se paró junto a Daphne y Benedict, sonriendo lo mejor que pudo sin parecer demasiado enferma.

–Hermana, te ves absolutamente enferma–. Benedict se dio cuenta, pero Colin le dio un codazo para que se callara. Ella lo miró en silencio.

No podía negar que la nueva exhibición en Somerset House era elegante y fascinante, aunque rara vez se conectaba con las obras de arte, simplemente no era su fuerte.

–Si hubiera buscado una lista de debutantes y sus dudosos logros, podría haberme quedado en casa y leer Lady Whistledown–. Anthony suspiró, Violet estaba tratando de socializar con posibles futuros noviazgos. Calista se habría reído en su cara si hubiera tenido la energía para hacerlo.

–Señorita Bridgerton–, la voz extranjera del Príncipe de Prusia sacó a Calista de su ensoñación y se inclinó ante Daphne y comenzó a hablarle como si fuera la única mujer en la habitación, lo que asombró a Calista.

–Su Alteza.

–Esperaba verla hoy. Parece que el arte no es lo único hermoso que se exhibe en este momento.

Mientras su familia miraba al diamante de la temporada hablar con su futuro esposo, Calista sintió que era apropiado dejar a su madre boquiabierta ante el príncipe rubio.

–Creo que hay una manada de señoritas esperando su favor–. Habló en una habitación vacía donde había encontrado a su falso compañero mirando al vacío, en silencio.

–Encantado de verte–. Murmuró de vuelta, sus ojos fijos en la obra de arte frente a él.

–¿Qué estás haciendo, escondiéndote aquí?– preguntó, parándose a su lado y admirando el trabajo que sus ojos habían captado, era una imagen hermosa, una de la que era fanática pero que nunca había visto antes. No era como las otras pinturas donde las mujeres eran vistas como objetos decorativos. Era pacífico y saludable.

–Disfrutando de algo de cultura–. Él la miró con una sonrisa, una a la que ella estaba extremadamente acostumbrada. Mariposas en su estómago estallaron mientras lo admiraba de cerca, ella era su mayor admiradora. Lo disfrutaba como si fuera un cuadro hecho especialmente para ella.

–Estás recibiendo críticas entusiastas de Whistledown–. Admitió que la mujer reservada había escrito algunos párrafos sobre su falso amor que solo crecía día a día, tal vez Lady Whistledown no estaba mintiendo sobre eso.

–Me encanta engañar a Lady Whistledown. Ella sabe todo sobre todos, incluso sobre la reina, y sin embargo la tenemos completamente convencida de que estamos locos el uno por el otro. Somos terriblemente inteligentes–. Ella rió.

–De hecho, lo somos. El orgullo excesivo le sienta bien, señorita Bridgerton– Se acercó a él, queriendo sentir la cercanía que anhelaba desesperadamente de él.

–El orgullo es un pecado, Su excelencia–. Ella susurró, el ligero sabor a champán perduraba en su aliento, lo estaba embriagando. Nunca había querido probar el champán en su lengua tanto como ahora y así lo hizo.

Se inclinó y la besó suavemente.

–Uno de los pecados menores. Pero no te preocupes.

–Hay que creerle a Lady Danbury, este era el favorito de mi madre. Nunca he entendido por qué–. Rápidamente cambió el tema a la pintura frente a ellos, fue donada por él, por supuesto, había donado un puñado de pinturas, casi para deshacerse de ellas a la vista por el momento.

–Me recuerda despertarme en el campo. Me encantaba el silencio. Solía ​​escuchar el canto de los pájaros. Estaba solo, pero no me sentía solo. Sí, prefería disfrutar mi tiempo fuera. Los demás son ciertamente muy grandiosos. e impresionante, este es íntimo–. Ella susurró cuando comenzó a sentirse bastante enferma, más que estaba cerca de desmayarse con Simon Bassett a su lado. Sus articulaciones se estaban volviendo demasiado adoloridas para moverse mientras se sentía debilitada, ya que sus piernas casi cedieron debajo de ella.

–Calista, ¿estás b-bien?– Simon la agarró del hombro en un intento de estabilizarla para que no se cayera, pero ella logró mantenerse en pie fue un milagro, pronto se puso acalorada, sudorosa y febril.

–Por supuesto que estoy bien, Simon. Tal vez deberíamos unirnos a la fiesta afuera;. Ella sonrió débilmente cuando él asintió, alejándose de ella, pero agarró su mano suavemente mientras caminaban de regreso a la fiesta. Tan pronto como llegaron a la sociedad una vez más, los toques ligeros y las miradas persistentes les impidieron admitir sus sentimientos el uno por el otro.

Dos almas testarudas eran pareja, pensó.

De repente y sin previo aviso, la elegante debutante enferma se desmayó rodeada por Ton, un sentimiento bastante vergonzoso se apoderó de ella antes de agarrarse al brazo de Simon con toda su vida mientras se dejaba caer en el acogedor pero asustado abrazo de Simon.

–¡Bridgerton! ¡Ayuda!– Gritó cuando sus hermanos acudieron en su ayuda.

CALISTA - TRADUCCIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora