TWENTY FOUR

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CAPÍTULO VEINTICUATRO - ATRAPADO EN EL MOMENTO

Las estrellas estaban a la vista, rogando que se les deseara un deseo en una noche de verano tan maravillosa que oficialmente era canícula

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Las estrellas estaban a la vista, rogando que se les deseara un deseo en una noche de verano tan maravillosa que oficialmente era canícula. Su atuendo color crema se destacó mientras la luz de la luna deslumbraba contra su piel, el dulce perfume irradiaba de su cuello y muñecas mientras se agarraba del brazo de Anthony mientras él la acompañaba a la rica propiedad del difunto esposo de Lady Townbridge. El pobre hombre estaba listo para arrodillarse y patear el balde que hizo, con un heredero que no se parecía en nada a él sino a la imagen exacta del lacayo.

Calista se sintió como en casa cuando entró en la finca, había bailarinas exóticas haciendo cabriolas alrededor del escenario como si no estuvieran en el espectáculo para que las viera toda la sociedad. Anthony estaba de mejor humor de lo esperado, considerando su discreta ruptura con la cantante de ópera que no será nombrada.

Era una mujer extraña pero maravillosa, Sienna. Calista creía que quería afirmarse en la sociedad con dinero, no atención, pero sabía que a Sienna no le faltaba atención. en realidad albergaba sentimientos por la mujer que dejó escapar entre sus dedos. Era un hombre tan orgulloso, orgulloso de su posición y tal vez la idea de cortejar a Sienna a la vista del público lo afectó demasiado. No le había preguntado mucho sobre la cantante de ópera que disfrutaba de la compañía de muchos hombres, no necesitaba hacerlo. Sabía que su hermano amaba a Sienna pero sabía que ella no era su alma gemela, había alguien ahí fuera. esperando y esperando que el Vizconde venga y cambie su mundo.

–¡Calista Bridgerton! Es un placer, me atrevo a decir que te ves absolutamente deslumbrante con ese vestido–. Lady Townbridge saludó a Calista mientras sostenía a su hijo que se retorcía en sus brazos.

–Gracias por invitarme a esta hermosa reunión. Realmente lo necesitaba.

–Escuché que te estás recuperando de la influenza, espero que estés bien y fuerte–. añadió Lady Townbridge mientras tocaba suavemente su hombro. El príncipe Frederich y Anthony se acercaron a las dos damas mientras charlaban sobre las historias de Lady Whistledown.

–Señorita Bridgerton, Lady Townbridge. ¿Puedo hablar un momento con la encantadora Calista?

Calista pronto se separó de la anfitriona y siguió confusamente al príncipe Federico junto con su hermano. El Príncipe estaba vestido con su característico tejido azul real, el color siempre había complementado sus ojos.

–Quería hablar con ustedes dos. No solo con Anthony, ya que es el jefe de su familia, sino también con Calista, ya que su bendición es lo más importante para mí. Daphne siempre habla muy bien de usted, quería obtener su aprobación–. Frederich casi parecía nervioso mientras hablaba con los hermanos en un estudio vacío. Calista se puso de pie, a sabiendas cuando comenzó a hablar de nuevo.

–Como saben, he estado cortejando a Daphne. Me gustaría pedirle que se case conmigo. Me he enamorado de ella más de lo que nunca creí posible.

Anthony estaba eufórico con la noticia, abrazó al Príncipe Frederich mientras ambos vitoreaban, Anthony no podía creer que Daphne se convertiría en princesa. Era todo lo que había esperado y finalmente estaba sucediendo. Calista se puso de pie, expresando amabilidad mientras lo felicitaba.

–Cuando le propongas matrimonio a mi hermana, ella estará más feliz que nunca. Ustedes dos están hechos el uno para el otro–. Calista anunció y Frederich se sintió aliviado de que los hermanos de Daphne le hubieran dado su bendición, ahora él tenía el trabajo de proponerle matrimonio.

Más tarde en la noche, Calista se aferró a la idea de que Daphne se convirtiera en princesa, sería una princesa maravillosa. Sin embargo, tendría que mudarse a Prusia, lo que desalentó un poco la idea, pero Daphne era una mujer adulta, era lo suficientemente fuerte como para mudarse con su futuro esposo a su país de origen, sin duda para ser recibida con los brazos abiertos.

Parecía como si todos encontraran el amor a su alrededor, ella había encontrado el amor pero no era mutuo. Tal vez ahora tenía un ligero entendimiento de cómo se sintió Arthur todos esos meses deprimido como un cachorro perdido.

–Señorita Bridgerton. Se ve como una modelo–. La conocida y amada voz de Simon Bassett interrumpió sus pensamientos. Se dio la vuelta demasiado rápido para su gusto y se tragó su apariencia. Parecía más triste que de costumbre, sus ojos estaban caídos y no se había afeitado por esta noche, su barba era evidente.

–¿Qué haces aquí? ¿No te vas de Londres?– Ella se burló, mirando a su alrededor para parecer desinteresada pero por dentro, su estómago se sentía inquieto. Estaba teniendo dificultades para jugar tranquila y colectivamente, lo cual era muy inusual para Calista Bridgerton, pero no podía evitarlo.

–Lo estoy. Yo lo e-estaba–. Él tartamudeaba como si estuviera nervioso, ella se había dado cuenta de su nerviosismo, lo que se debió a su tartamudeo que tenía cuando era un niño. Supuso que él se lo diría en su tiempo libre, pero nunca llegó.

Simon Bassett notó que su tartamudeo volvía a formarse lentamente cuando se enfrentó a Calista en lo que parecía ser el reencuentro más placentero posible, no podía imaginar salir de Londres, quería estar rodeado por su tono sarcástico, su atrevida sexualidad que ahora, él sólo quería para sí mismo. Quería preguntarse constantemente qué tela rozaría suavemente su carne en cada evento.

–Tu adiós es innecesario. Aparentemente nunca fuimos amigos, como dejaste muy claro, Simon–. Su corazón se rompió por dentro por el sentimiento que sentía por el hombre que estaba parado frente a ella.

–No debí haber dicho esas palabras, me he arrepentido desde entonces–. Le susurró cerca de su oído, queriendo tener este momento, solo ellos dos.

–Como deberias. No dejó que ningún hombre explore mi cuerpo. Eres mi amigo. No eres mi amigo. Eres un libertino. No eres un libertino–. Siguió divagando, comportándose bastante infantilmente, una naturaleza de hábito cuando sentía como si el mundo estuviera aplastando lentamente su alma y dejándola sin nada.

–¿Podrías reunirte conmigo en los jardines en diez minutos, por favor?– Él le suplicó y ella estuvo de acuerdo. Tomó una copa de champán y se encontró en el buffet, llenándose la cara en completo secreto.

Los siguientes diez minutos pasaron dolorosamente lentos para la joven que estaba desesperadamente enamorada de un hombre que no podía tener. Pensó en admitir su amor pero estaba asustada por el resultado, ¿él la aceptaría? Sabía que él nunca quería casarse, ella tampoco, no era un objetivo que tuviera como otras jóvenes de esta Sociedad.

Se excusó, se dirigió hacia afuera en secreto, fingiendo calidez y se escapó sin una segunda mirada, lo cual era inusual, su vestido color crema era una mala idea ya que la hierba verde recién cortada se transfirió lentamente a la parte inferior de su costoso vestido, ella no le importó en este momento.

Ella se acercó a él con cautela, desafiandose a sí misma a ser tan fuerte como siempre, tratando de ignorar las mariposas que adornaban su estómago con amor. Él caminó. Él caminó, con el corazón acelerado porque sabía que había tomado la decisión sobre el futuro que quería.

Él la deseaba; su alma, su mente, su cuerpo.

Tenía frío, no por la leve brisa que bendecía su piel. Tenía frío, el miedo al rechazo plagaba su mente, preocupado de que finalmente abriría su corazón cerrado y la respiraría como un día de verano. Nunca tuvo la intención de ir en contra de su promesa más valiosa que hizo años atrás cuando su padre finalmente estaba en su lecho de muerte, su padre finalmente había reconocido al único hijo que había tenido, el hijo que él fingió estaba muerto y un tonto, todo por un tartamudear.

Un tartamudeo que se había arreglado en sus primeros años de adolescencia ahora solo lo provocaba el nerviosismo alrededor de cierta señorita Bridgerton.

Él la notó, como un ángel, fluyendo a través de los jardines con una mirada endurecida en su rostro.

Sí, el Duque de Hastings tenía miedo.

–¿Qué es lo que quieres de mí?– Ella preguntó abruptamente.

Te amo.

CALISTA - TRADUCCIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora