1- Rutina

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La mayor dejó los libros en la mochila y cerró ésta, caminó hacía la cocina donde terminó de guardar la merienda en una pequeña lonchera de piratas.

Desde el pasillo, un pequeño de siete años se asomaba levemente, con sus ojitos adormilados y pequeñas ojeras debajo de éstos, mientras un bostezo salía de sus finos labios.

--Te dije que te durmieses temprano.-- Regañó la de cabellos (c/c), con el ceño fruncido. Pudo notar la tristeza en el rostro del niño.

--Lo siento... mami.-- Replicó el menor, casi en un susurro.

La chica suspiró, posando sus manos en sus caderas. Hacia el mayor esfuerzo para no estresarse durante la mañana, después de todo, era el comienzo del día.

Un buen café lo arreglaría todo.

--Disculpa si me desperté tarde esta mañana, no dormí nada ayer... y no escuché mi alarma.-- Dijo ella, algo avergonzada, siendo consciente de que había regañado al pequeño, cuando ella era completamente igual. --Desayunas en la escuela, ¿si? Ya se te hace tarde.

El menor de cabellos (c/c) asintió con su cabecita.

--Adiós, mami.

Se despedía mientras se acercaba a su madre de ojos (c/o), quién se puso de cuclillas para estar casi a la misma altura del varón, y este le dio un beso en la mejilla.

--Adiós, pequeño. Pórtate bien.-- Advirtió, señalándole con el dedo índice.

El menor asintió y salió por la puerta una vez se colocó su mochila y se aseguraba de llevar su lonchera.

La mayor cerró los ojos para dejar salir un pesado suspiro que se escapaba de sus labios, un enorme alivio abandonaba su cuerpo y el dolor de cabeza que le estaba molestando desde que se despertó había desaparecido.

Aún así tenía un dolor de espalda que no le permitia relajarse del todo, sin añadir el hecho de que tenía que prepararse rápido para dirigirse a su trabajo.

Estrés.

Si tenía que describir su día a día con una sola palabra, estrés sería la respuesta.

Las migrañas nunca faltaban en sus mañanas, el estrés de no despertarse lo suficientemente temprano para prepararse el desayuno a su hijo para que éste pudiese ir a la escuela sin problema alguno siempre le acompañaba.

No era tan agobiante ya que (N/O) podía levantarse de su cama sin que su madre le fuese a despertar e incluso podía bañarse solo, al igual que ponerse su uniforme. Ella tan solo tenía que ayudarle en peinarle y darle su desayuno.

Aún así, su rutina era agobiante.

Una vez su hijo saliese de la casa para tomar el autobús hacia su escuela, la fémina tenía que preparse para ir a su trabajo.

Un lujoso bar el cual era muy calmado por la tarde, pero se volvía estresante por la noche.

Pero, no podía quejarse, no podía molestarse. Después de todo, esa fue la vida que ella decidió tener, todas sus decisiones provocaron que ella se encontrase en esa situación.

No importaba lo agobiada, enferma o cansada que ella estuviese, tenía que continuar.

(...)


Su ajustado moño le estaba causando un irritante dolor de cabeza, sus tacones le molestaban y sus pies dolían. No podía esperar el momento en el cual llegase a su casa para poder deshacerse de todas las molestias y poder descansar aunque fuese un segundo.

Para su sorpresa, una vez bajo del taxi, pudo notar como la puerta de su casa se encontraba cerrada.

Era algo inusual, ya que su vecina era quien se encargaba de su hijo cuando éste llegaba de la escuela y ella no se encontraba. (T/N) era una persona muy puntual por lo cual su vecina le debería estar esperando en la entrada de su casa.

Ignoró ese detalle, no estaba de buen humor como para entristecerse por el hecho de que su vecina no le iba a dar la bienvenida.

--(N/O), ya estoy aquí.-- Anunció una vez se introdujo a su hogar. --¿Makino-san está aquí? Es muy extraño que...

La mujer se quedó callada al ver como su hijo se encontraba junto a un hombre alto de cabellos rojos, ambos le observaban detenidamente.

--Buenas noches, señora, disculpe-...

--(N/O), ¿quién es este señor?-- Interrumpió la mayor, quién en ese momento sintió cómo la ansiedad crecía en su estómago, revolviendo éste. Se acercó a su hijo con intenciones de protegerle del desconocido, pero el menor se encontraba calmado.

--Él es Shanks-sensei, mami.

El ceño fruncido en el rostro de la joven transmitía confusión, como si el varón estuviese hablando en otro idioma.

--Lamento las molestias, vine porque necesitaba hablar con usted sobre su hijo.-- Comentó el pelirrojo, regalándole una cálida sonrisa para calmar el ambiente.

--¿Acaso las citas con los padres ya no existen?-- Replicó ella, recibiendo una mirada un poco molesta de su hijo. Dejó salir un suspiro. --¿Cual es el problema?

--Su hijo es un maravilloso alumno, puede trabajar de manera individual o en grupos y de igual manera siempre hace un buen trabajo, se concentra en clases y no es el tipo de alumno que hace mucho desastre o habla mucho.-- Comentaba el hombre, quién poco a poco empezaba a sentirse algo intimidado por los serios ojos que le observaban con leve frialdad. --He notado que estos últimos días sus calificaciones han bajado mucho y durante las clases se le ve más distraído.

(T/N) le dio una fugaz mirada al menor y éste se limitó a bajar la cabeza.

--Hablaré con él sobre ello.

--Por supuesto. Vine hasta aquí porque también quería saber cómo le estaba yendo en el hogar, el comportamiento de su hijo me ha comenzado a preocupar.-- Añadió Shanks. --Quiero asegurarme que todo está bien en casa y que todo está bien entre usted y su esposo.

--Sólo somos mi hijo y yo.

--Oh, discúlpeme.-- Los mayores se quedaron en silencio por unos segundos que se sintieron eternidades.

--Da igual. ¿Qué es lo que propone?

--Tutorías después de clases.

En ese momento, el alivio se hacía presente en la mente de la chica, cómo si sus problemas hubiesen desaparecido. Al menos iban a hacerlo, aunque fuesen por unas semanas.

CONTINUARÁ...

Antes De Ti (Shanks x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora