Para alivio de Demetri, Thermia no iba a cenar con ellos. Cuando llegó al pabellón de cristal, se encontró sólo con sus padres, Stefan y Ariadne. Quiso preguntar dónde estaba Jane, pero decidió que era mejor ser discreto.
Su padre lo entretuvo con una conversación sobre la reunión a la que había asistido, pero cuando hizo, una pausa para hablar con su mujer. Ariadne aprovechó la ocasión.
—¿Qué has hecho toda la tarde? Esa mujer y tú habéis pasado siglos en la biblioteca. He tenido que entretener a tu madre y a tu tía y te aseguro que no ha sido fácil.
—Thermia no es mi tía —explicó Demetri sin alterarse—. ¿Volvió Ianthe?
—No —contestó Ariadne con acritud—. ¿Esperabas que volviera?
—Esperaba que no lo hiciera —contesto él tajantemente—. Ianthe y yo no tenemos nada que decirnos.
—Me di cuenta de que a tu mujer no le gustó veros juntos — comentó ella con cierto regocijo—. Me imagino que le trae malos recuerdos, ¿no?
A Demetri le costó contener la ira.
—¿Qué malos recuerdos? Jane casi ni conoce a Ianthe.
—Ya —Ariadne se encogió de hombros—, pero verla le recordará lo íntimos que fuisteis.
—¿Jane y yo?
—No —Ariadne chasqueó la lengua—, Ianthe y tú. Vamos, Demetri, sé que el hijo que tuvo era tuyo.
—No sabes nada de ese asunto —replicó Demetri entre dientes—. En cualquier caso, prefiero no hablar de eso. Ni contigo ni con nadie.
—Entiendo —Ariadne arqueó las cejas burlonamente—. Jane y tú estuvisteis discutiendo de eso, ¿no? —dejó escapar un gruñido de satisfacción—. Puedo imaginarme el placer que sería...
Demetri tuvo la tentación de decirle que no sabía de lo que estaba hablando, pero era preferible que pensara eso en vez de hacer conjeturas sobre lo que habrían podido estar haciendo. No podía creérselo. ¿Realmente había hecho el amor con Jane cuando podían haberlos visto por las ventanas de la biblioteca? ¿Qué le hacía para que le importara tan poco que los vieran? ¿Cuándo terminaría ese apasionamiento disparatado?
—Tu madre se alegrará de ver cómo se marcha —Ariadne seguía hablando sin darse cuenta de que él no la escuchaba—. Creo que hasta Leo empieza a arrepentirse de haberla invitado.
Demetri no lo creía. Se acordó de cómo la había tratado su padre esa tarde. Le había dejado muy claro que la apreciaba. La apreciaba incluso demasiado si esperaba que su hijo se divorciara de ella para casarse con otra mujer.
Una premonición hizo que se diera la vuelta justo cuando su padre saludaba a la mujer en cuestión.
Jane llevaba unos pantalones estrechos de seda y un jersey de cuello amplio también de seda. El cuello era tan amplio que permitía comprobar que no llevaba sujetador. Demetri se acordó de la palidez de esos pechos entre sus manos, de las protuberancias rosas que había paladeado hacía un par de horas... Los recuerdos le provocaron una erección y deseó haber llevado una chaqueta para disimularla. Se tranquilizó por la penumbra que había en el pabellón. Además, cuando su padre la acompañó para que se uniera al resto de la familia, él ya había recuperado el dominio de sí mismo.
—¿Por qué no le sirves una bebida a tu mujer? —le propuso su padre con cierta malicia.
—¿Ouzo? —le preguntó Demetri sin mirarla a los ojos.
—No. Un zumo de naranja, por favor.
Jane se dio cuenta de que ella tampoco lo había mirado a los ojos y se volvió hacia el hermano pequeño.
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Soy tu Dueña ©®
RomanceSu matrimonio había terminado, pero... ¿qué pasaba con el bebé? El matrimonio entre Jane y el guapísimo magnate griego Demetri Souvakis había llegado a su fin hacia ya cinco años. Destrozada y traicionada, Jane lo había abandonado y había empezado...