Jane aparcó delante de la casa de su madre y se preguntó cómo iba a lidiar con aquello. Tenía que decirle que estaba embarazada. Hacía una semana que no la veía y su madre se merecía saber la verdad. Aun así, no estaba dispuesta a decirle quien era el padre. Después de todo lo que había pasado, ella le diría que se lo había avisado y ya se sentía bastante desgraciada.
Se había ido de Kalithi la tarde anterior. Pese a la reticencia a que se marchara, Leo había organizado que un helicóptero la llevara a Atenas, donde la esperaba un billete de primera clase a Londres. Jane lo agradeció mucho, aunque la madre de Demetri no lo aprobó. La noche anterior casi no durmió por no saber nada de Demetri. No podía negar el miedo que tenía por su seguridad y la dé Stefan. Si María no le hubiera complicado tanto la existencia, se habría quedado un par de días para asegurarse de que no les pasaba nada. Leo le había dicho que había hablado con Demetri y que todo iba bien, pero no era lo mismo que oírlo ella misma. Además, una vez en Londres, tendría que enterarse por los informativos.
Leo la acompañó hasta el pie del helicóptero y la despidió allí, lejos de la mirada desaprobadora de su mujer. Él volvió a agradécele que hubiera ido a visitarlo y le expresó el deseo de volver a verla. Jane le contestó que, si quería verla, sólo tenía que decírselo. Algo un tanto disparatado si se tenía en cuenta que dentro de muy poco su estado sería muy evidente. Mientras el piloto guardaba el equipaje, ella tuvo la sensación de que Leo habría querido decirle muchas cosas. Supuso que había querido defender a su hijo, pero que no había encontrado las palabras adecuadas.
En ese momento, tenía que olvidarse de los días pasados en Kalithi. Su vida estaba en Londres y dentro de unos días volvería a comprar y vender antigüedades.
Su madre abrió la puerta mientras ella avanzaba por al camino del jardín.
—¡Vaya, vaya! —exclamó—. No me habías dicho que habías vuelto.
—Llegué anoche. ¿Vamos a la cocina?
—No, iremos a la sala, al piso de arriba. Acabo de hacer te. Vete yendo.
—¿Necesitas que te ayude?
—Puedo subir una bandeja —replicó su madre cáusticamente—. Iré dentro de un minuto.
—Muy bien.
Jane se encogió de hombros y subió a la sala. Se quedó pensando lo distinta que era de la de su casa.
—Siéntate, por favor.
Su madre había aparecido y había entrado para dejar la bandeja en la mesa que había delante del tresillo. Jane se sentó en una de las butacas y aceptó la taza que le entregó su madre.
—Gracias.
—Muy bien... —su madre se sentó en el sofá—. Se está bien aquí, ¿verdad? —dirigió una mirada escrutadora a su hija—. Tienes mala cara. ¿Lo pasaste mal?
—No... —Jane fue muy ambigua—. Leo me recibió muy bien.
—Por cierto, he oído algo de un buque suyo que se ha incendiado en el Mediterráneo. Supongo que no sabrás nada...
—¿Que han dicho? —Jane contuvo la respiración—. ¿Hay... heridos?
—Si te refieres a Demetri, no —su madre frunció el ceño—. ¡Los hombres como él no se ocupan de nimiedades como una explosión!
—Eso no es verdad —Jane no pudo soportar esa afirmación—. Sabía lo del accidente. Sucedió la noche antes de que volviera. Demetri y su hermano salieron hacia Atenas inmediatamente.
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Soy tu Dueña ©®
RomanceSu matrimonio había terminado, pero... ¿qué pasaba con el bebé? El matrimonio entre Jane y el guapísimo magnate griego Demetri Souvakis había llegado a su fin hacia ya cinco años. Destrozada y traicionada, Jane lo había abandonado y había empezado...