Jane estaba sola en la galería cuando entró Alex Hunter. Por un instante, creyó que era Demetri y el corazón le dio un vuelco. No había sabido nada de él desde que volvió de Grecia, hacía seis semanas, y aunque intentaba convencerse de que era lo normal, le habría gustado que no lo fuera. Incluso llamó un par de veces a Kalithi para confirmar que no le había pasado nada, pero nunca llegó más allá de Angelena, y como la prensa dejó de hablar del asunto, supuso que los hermanos habrían vuelto sanos y salvos.
Tampoco había vuelto a ver a Alex desde su vuelta y eso había sido decisión suya. Sin embargo, aunque le había dicho que no quería verlo más, él no aceptaba esa negativa. La había acusado de reírse de él, de haberle dado esperanzas cuando sólo quería poner celoso a su marido. Eso no era verdad, pero Jane decidió que, si era lo que él quería pensar, podía ser lo mejor para todos.
Sin embargo, él no dejó de llamarla y en ese momento estaba allí. No tenía la excusa de haber quedado con Olga para repasar la contabilidad. Su jefa se había marchado hacia una hora y ella lamentó no haberle hecho caso y haber cerrado pronto.
—Trabajas demasiado para tu estado —le había dicho Olga.
Desde que se enteró de su embarazo, había estado muy comprensiva. Aunque, como su madre, no aceptaba que no se lo dijera al padre. Jane, efectivamente, pensó cerrar pronto, pero esa mañana había llegado una entrega y decidió dedicar una hora a catalogar los lienzos. Deseó no haberlo hecho. No temía a Alex, pero habría preferido verlo en un sitio más público. Por otro lado, se alegró de llevar una carpeta que podía ocultar su estado. Se enfureció al darse cuenta de que estaba dejando que la intimidara.
—Hola, Alex —le saludó con cierta acritud—. Si has venido a ver a Olga... ha salido...
—Me da igual —él se encogió de hombros—. No he venido a ver a Olga.
—Alex...
—Lo sé. Me has dicho que no quieres verme más...
—No dije eso exactamente. Creo que no deberíamos seguir saliendo juntos. Creía que éramos amigos, pero, evidentemente, tú querías otra cosa.
—Tú también, hasta que fuiste a ver a tu ex marido.
—Todavía no es mi ex marido —Jane suspiró—. Además, eso no es verdad. Mi relación con Demetri no ha cambiado.
—Entonces, ¿por qué no podemos seguir viéndonos? —
preguntó él con incredulidad—. Creía que te caía bien; creía que lo pasábamos bien juntos.
—Claro... —Jane se cruzó los brazos por encima de la carpeta—. Es que... bueno, creo que no es justo para ti que puedas pensar que alguna vez seremos algo más que amigos.
—Eso no te importaba antes —replicó él con el ceño fruncido.
—Antes de que me dijeras lo que sentías —le recordó Jane con tristeza mientras se colocaba bien la carpeta—. Sinceramente, Alex, nunca quise hacerte daño.
—Sin embargo, me lo has hecho —Alex se movió con nerviosismo y súbitamente le arrebató la carpeta—. ¡Por favor! ¿No puedes dejar eso en paz mientras hablamos?
Tiró la carpeta al suelo y se deslizó por los tablones encerados. Los dos se quedaron mirándola. Alex para intentar dominar su genio y Jane porque se sintió desnuda.
Él desvió la mirada a su vientre.
—¿Estás embarazada? —preguntó él al cabo de un rato—. Seguro que Demetri sabe algo... —añadió con amargura.
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Soy tu Dueña ©®
Storie d'amoreSu matrimonio había terminado, pero... ¿qué pasaba con el bebé? El matrimonio entre Jane y el guapísimo magnate griego Demetri Souvakis había llegado a su fin hacia ya cinco años. Destrozada y traicionada, Jane lo había abandonado y había empezado...