Capítulo 13

6.5K 743 12
                                    

Durante una semana entera, después de hablar con la madre de Jimin. Tuve insomnio. Pasaba las noches pensando como demonios resolvería todo. Cómo iba a alejarme de Jimin, cómo iba a decirle que no podíamos continuar con esto.

Hablé con mi padre e hicimos todos los arreglos para ir a Busan. Le pedí que no dijera nada a Jimin porque no lo tomaría bien y era yo el que debía decírselo.
Sabía que me odiaría por esto, por alejarlo. Pero así tenía que ser.

Faltaban dos semanas para irme a Busan. Le mentí a Jimin durante un tiempo diciéndole que me quedaría en Seúl. Era lo mejor.

Unos días antes de marcharme. Jimin y yo nos quedamos solos en casa y sabía que era la señal. Tenía que despedirme.

Apenas despertó, se dirigió a mi habitación y se metió en mi cama. Frotándose contra mí y besando mi cuello. Su cálido aliento me erizaba la piel.

Nos besamos con tanta ternura que hubo momentos en los que pensé que las lágrimas saldrían de mis ojos. Me tomé mi tiempo para desnudarlo y repasar con mis labios cada centímetro de él. Sabía que era la última vez, así que quería tomarlo de todas las formas posibles.
Acaricié sus muslos, bese sus pies, dejé pequeños besos en sus pantorrillas, adorando cada centímetro de él. Jimin me tenía, yo era suyo. Incluso cuando estuviera lejos de él siempre sería suyo.

Después de prepáralo con cuidado, me hundí en él lentamente, tratando de no perderme esa expresión que hacía  al ser llenado hasta el fondo por mi.

—Kook.Mhm.Kook.—gemía cada vez que me deslizaba de vuelta en él acariciando con mi polla su interior. Lo besé, mi beso era duro y desesperado. Quería respirar su aliento, quería conservar su olor.

—Mírame.—susurré. Cuando sus hermosos ojos miel se posaron en los míos, mi corazón dio un vuelco. Esta era la última vez que amaría a Jimin de forma física.

—Me voy a correr.—gimió poco después, apretándome más con su interior y apretando mis hombros de los que se aferraba. Su polla se revolvió entre nosotros.—Te amo.—susurré bajo, arrepintiéndome en el momento de haberlo dicho. —Jimin mordió su labio inferior mientras se corría.

—Te amo, Kookie.—Gimió  haciéndome correr y ver las estrellas. Jimin lo dijo alto, sin ninguna restricción. Yo en cambio, fui un cobarde egoísta.

Lo besé y lo atraje a mi pecho.

Esa fue la última vez que tomé a Jimin para mi.




Al siguiente día, se lo dije. Jimin enloqueció. Estaba seguro de que me quedaría con él en Seúl y darle la noticia le cayó como un balde de agua fría.

—¿Por qué? ¿Por qué?—Preguntaba mientras las lágrimas se escurrían y su hermoso rostro estaba colorado de tanto llorar.

—Jimin, escúchame.—Lo tome de las muñecas. Estaba desesperado. Mi corazón dolía de verlo así.—Quiero irme. No quiero quedarme aquí.

—Entonces ¿Por qué no me llevas contigo?—pataleó.

—No podemos, esto tiene que parar también. Es lo mejor para los dos.

—Ayer dijiste que me amabas.—Sollozó como un niño.

—Y lo hago Jimin, siempre te he amado.

Me insulto de muchas formas, ni siquiera es necesario repetirlo.

Cuando entendió que no cambiaría de opinión. Jimin se liberó de mi agarre y empujó mi pecho.—Te odio. ¡No quiero volver a verte!—limpió con el dorso de su mano las lágrimas y salió de casa.—¡Lárgate lo más pronto posible y no vuelvas nunca!

Llame a Nara, le dije que Jimin no lo había tomado nada bien, pero eso ya lo sabíamos. Estaba preocupado por él. Le había rotó el corazón y me odiaba por ello. Esa tarde, el cielo parecía sufrir con nosotros, llovía a cántaros y yo solo caminaba de un lado al otro de la sala. Esperando a que Jimin volviera o su madre me hablara para decirme que estaba bien.

Finalmente lo hizo, Nara me llamó y me dijo que iría por Jimin y lo llevaría a casa.

Me encerré en mi habitación porque no quería verlo, me dolía demasiado.

A la mañana siguiente nos sentamos a desayunar y Jimin decidió no bajar. Después de que nuestros padres se marcharan a trabajar. Volví a encerrarme en mi habitación. Cuando me dio hambre, baje. Eran casi las 4 de la tarde y
estaba seguro de que Jimin, no había salido de su habitación.

Sé que a veces puedo ser un idiota, pero fui a ver cómo estaba. Estaba preocupado. Después de llamar un par de veces y no recibir respuesta. Entré. La habitación de Jimin estaba a oscuras, las cortinas permanecían cerradas y el estaba hecho un ovillo debajo de las sábanas.

Por un momento pensé que lo encontraría sollozando pero me lleve una sorpresa al ver que estaba temblando.

Metí mi mano en su cuello. Jimin estaba ardiendo en fiebre.

Aunque sabía que hacer, llamé a Nara. No era la primera vez que cuidaba de él estando enfermo pero su madre necesitaba saber que su hijo no estaba bien.

—Ayer lo encontré empapado en la lluvia.—me dijo al teléfono. Explicándome la posible razón de que estuviera enfermo.

Hice lo que tenía que hacer. Le di medicina para bajar la fiebre, le cambie la ropa y le ofrecí agua y comida.

Mientras estaba ahí sentado en su cama, me torturaba viéndolo y pensando que todo era mi culpa.

Cuando estuve seguro de que Jimin estaba mejorando y que en un par de horas estaría mejor. Me levanté de la cama, Jimin me alcanzó del  pantalón.

—No me dejes, Kook.—murmuró aún con los ojos cerrados.—Si me dejas, no podré soportarlo...te amo.

Me permití derramar una lágrima. Dolía demasiado verlo así. Dolía no estar con él y amarlo como se merecía.

Yo también te amo.

Mi hermosa tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora