Capítulo 1

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Retorcido, retorcido es la única palabra que puedo encontrar cuando ya no puedo negar que estoy enamorado de Jimin, mi hermano. Ese pequeño mocoso que aunque es mayor que yo, luce más joven.

¿Lo más retorcido del asunto? Es que él lo sabe y aprovecha cada oportunidad para torturarme. Es un demonio con cara de ángel que podría llevarte al infierno sin que te des cuenta, con tan solo sonreírte.

He intentado quitar esos pensamientos indebidos de mi mente, alejarme de él, decirle que es feo, gordo y otras cosas horribles que se me han ocurrido, sin éxito. Desde que descubrió que todo era parte de mi plan para ahuyentarlo, se puso peor. La pequeña criatura sexy, camina en bóxers apretados por toda la casa, hace lo posible para acercarse a mi y restregarse cuando estamos solos e incluso ha dejado la puerta abierta cuando se masturba, está decidido a joderme.

No me malinterpreten. Hace 15 años que mi padre decidió volver a casarse y con ello trajo a este mocoso de 8 años a vivir con nosotros, yo tenía 6.

La primera vez que lo vi, no quería salir de detrás de su madre, asomaba su rostro para vernos haciendo pucheros. Había estado viviendo con su padre pero en cuanto su madre se casó nuevamente, decidieron que era mejor venir a vivir con nosotros.

"Ambos son niños, se llevarán bien" dijo mi padre cuando nos presentó pero a Jimin no parecía entusiasmarle la idea. Para ser honestos, a mi tampoco. Estaba bien siendo el consentido de la casa, mi padre tenía ese balance perfecto entre consentidor y estricto.

Jimin no era muy hablador, tampoco se acercaba a mí los primeros días. Se refugiaba en su habitación, dibujaba o miraba el televisor. Yo tampoco hacía nada por acercarme a él, a esa edad te acercas a niños que son divertidos o parecen más grandes que tú. Y aunque Jimin lo era, tenía más la pinta de bebé, con sus mejillas regordetas, su mirada tierna y sus labios gruesos que casi siempre tenían un puchero.

Fue hasta que vio mi colección de autos que se acercó por primera vez a mi. Tuve ese sentimiento de presunción cuando lo vi asomado detrás del mueble viendo toda mi colección y los extendí acomodándolos por colores para que Jimin pudiera ver mis tesoros. Mis favoritos eran los rojos y amarillos.

Jimin se quedó detrás del mueble mirando por varios minutos. Abría la boca y estiraba su cuello para ver mejor cuando uno le parecía realmente hermoso, supongo.

—¿Te gustan los coches?—pregunté finalmente o se quedaría ahí toda la eternidad.

Jimin asintió.

—¿Cuál es tu color favorito?—señaló los azules.

—Mi papá dice que los rojos y los amarillos son más rápidos y siempre ganan las carreras.—dije tomando mi Camaro rojo favorito.

Jimin se quedó en silencio, empece a dudar de que él mocoso hablara.

—¿Tienes coches?—pregunté y él asintió nuevamente.

—¿Por qué no los traes y jugamos?—propuse finalmente. Después de todo quería ver si su colección era tan grandiosa como la mía y ya teníamos algo en común.

Jimin corrió a la habitación y yo le saqué brillo a mis coches mientras volvía, no podía quedarme corto en esto.

Volvió con solo 4 coches y me los entregó.

—Tienes muy pocos.—dije tomándolos y analizándolos. Había uno verde, dos azules y uno negro.

—Yo tengo veinticinco coches, los demás están en mi habitación...pensé que tendrías más.—dije mientras chequeaba el Porsche negro que me había gustado.

—Tengo dinosaurios.—murmuró finalmente.

—¿Dinosaurios?

Jimin asintió.—Tengo muchos dinosaurios.—sonrió.—¿Conoces los nombres de los dinosaurios?

Me sentí en desventaja, no lo voy a negar, pero la curiosidad me invadió.

—No, no los conozco. ¿Por qué no los traes también?

—Son demasiados, pero si quieres puedes venir a verlos.

—¿Tantos que no puedes bajarlos?

Jimin asintió.

—Bueno, vamos.—dije levantándome y Jimin mostró una enorme sonrisa, no era de superioridad como la mía. El mocoso realmente disfrutaba de los malditos dinosaurios. Tenía cientos de ellos, se sabía todos los nombres y si comían plantas o animales.

Mi colección de coches, era una basura al lado de la suya. Eso lejos de hacerme sentir celoso, hizo que nos acercáramos más, yo le contaba todo lo que sabía de coches y él todo lo que sabía de dinosaurios.

Como era de esperarse nos enviaron a la misma escuela. Nuestros padres tenían una posición económica acomodada y podía mandarnos a escuelas de prestigio. Los niños en esas escuelas son crueles y Jimin sufría las consecuencias, al parecer más aniñado e inseguro. El muy tonto no se defendía, así que comencé a hacerlo por él, golpeaba a todos los que se metían con mi hermano y dejaron de hacerlo. Me había convertido en una amenaza para esos abusadores y pronto los abusos cesaron.

Jimin comenzó a agradecerme dejando que yo eligiera las películas cuando íbamos al cine o que comiera la última rebanada de pastel.
Nuestros padres trabajaban demasiado, así que nos dejaban mucho tiempo con niñeras. Nos convertimos en nuestra propia compañía, si alguien me invitaba a una fiesta, sabía que Jimin venía en el paquete y viceversa. Dejo de dormir en su habitación y pasaba casi todo el tiempo metido en la mía, sobre todo cuando veíamos películas de miedo o había alguna tormenta eléctrica. Era un cobarde que le temía a su propia sombra y yo era todo un aventurero.

Ni siquiera cuando Jimin comenzó a hacer un adolescente y yo seguía siendo un niño de 11 años me echó de su lado. Con 13 años, Jimin parecía deforme, sus mejillas eran regordetas y comenzó a tener un poco de acné. No pensé que a los 16 años eso cambiara, su madre lo llevó con un dermatólogo y comenzó a cuidar su dieta.

Jimin se volvió un adolescente atractivo para hombres y mujeres. Era una criatura hermosa y sonriente.

Comenzó a ir a fiestas con gente de su edad, fiestas a las que un niño de 14 años como yo, no podía asistir.

Jimin sabía que eso me molestaba, así que cuando llegaba a casa se metía a mi habitación y me decía que me amaba.

Te amo, eres el mejor hermano del mundo y podremos ir juntos en un par de años más.

Al día siguiente me recompensaba con tarde de videojuegos y pizza.

Mi hermosa tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora