Capítulo 14

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El día que deje Seúl, no vi a Jimin. Mis padres me habían despedido y él no estaba. Por un momento pensé, por egoísta que fuera, que vendría a mí y me diría que me esperaría, que no me odiaba y que seguiríamos en contacto.

No fue así. Me fui, dejando mi felicidad atrás. Haciendo lo correcto a pesar de que me hacía infeliz.

En Busan, lloré. Lloré por semanas. Quería enviarle mensajes a Nara para preguntarle cómo estaba Jimin, pero no lo hice. Sabía lo que diría y yo ya estaba sufriendo por ello.

Durante las vacaciones de verano, tenía que regresar a casa y lo hice. Jimin no estaba ahí. Se había enrolado a un grupo de danza independiente que viajaba por varias ciudades. Supe que no quería verme. Lo supe por su madre. Nara me dijo que no hablaba de mi, no preguntaba por mi. Pero que estaba amargado todo el tiempo.

El siguiente año fui yo el que no volvió a casa. Así Jimin no tendría que huir durante las vacaciones con cualquier excusa.

Volví a ver a Jimin en Navidad. Había llevado un novio a casa. Se la pasaban juntos, restregándose uno al otro. Jimin no me miraba, apenas y me daba los buenos días cuando estaban todos. Entendí que tenía que volver antes de lo previsto a Busan porque no soportaba verlo.

Así fueron los siguientes años hasta terminar la universidad. Jimin llevaba cada año un novio distinto. No me había acostumbrado aún a verlo con alguien más, pero no había nada que pudiera hacer.

Me dediqué a estudiar. Después de graduarme, me ofrecieron un lugar en uno de los despachos de abogados más prestigiosos de Corea. Elegí quedarme en Busan. No tenía el valor de volver y ya tenía  una vida hecha en ese lugar.

Desde hacía 6 años ya de haberme graduado, no había regresado a Seúl. Ni siquiera para navidad. Me quedaba en mi apartamento tomando cerveza y comiendo chatarra mientras veía algún programa de comedia. A mis padres les decía que me lo pasaba bomba en fiestas y trabajo. Patético, pero me mantenía en paz.

Algunas vacaciones, buscaba algún paquete para viajar fuera del país y conocer lugares. Me volví un hombre solitario.

Una palabra más correcta...era un zombie. trabajaba, comía y dormía. En la reuniones sociales me excusaba siempre diciendo que tenía que ir al gimnasio temprano. Lo hacía, iba al gimnasio hasta los domingos. Mi vida era una mierda aburrida y no había nada mejor que hacer. ¿Follaba? Claro que lo hacía, pero era sólo ocasionalmente. Nada del otro mundo. Nada como Jimin.

Tuve la idea de comprar un perro para tener compañía pero no lo hice. Tenía miedo de que muriera y me dejara más vacío y solo de lo que ya estaba.

Después de un tiempo, cuando me acostumbre al dolor. Comencé a preguntarle a Nara por Jimin cada vez que hablábamos. La ansiedad de saber de él, me invadía.

Ella decía que lo estaba haciendo bien.

Jimin se había graduado y ahora tenía una escuela de baile. También era contratado para montar coreografías de idols famosos. Jimin estaba bien y eso era lo único que me importaba.

Por mi mente no había pasado regresar a Seúl en todos esos años, pero regresé. Tuve que hacerlo cuando mi padre me llamó para decirme que Nara había enfermado. Tenía cancer de seno.
Sabía lo doloroso que eso era para Jimin, su madre era todo para él. También pensé en mi padre, el ya había sido abandonado por mi madre y sabía cuánto amaba a Nara.

Conseguí que me trasladaran a las oficinas de Seúl. Tenía una buena reputación así que no me fue difícil conseguirlo.

A Nara le harían una cirugía y después estaría en quimios por un tiempo, el pronóstico no era tan malo pero aún así sabía que sería difícil para todos en casa.

En el camino de vuelta, pensé en Jimin. Volveríamos a estar juntos en la misma casa después de tantos años. Jimin tenía un apartamento cerca de nuestros padres pero por lo que supe, estaba quedándose en casa para cuidar de su madre.

Mi plan era quedarme en casa por un tiempo y después buscar un lugar para rentar. Tenía suficiente dinero ahorrado para comprarme algo pero no me daban ganas de hacerlo.

Cuando el taxi me dejo frente a casa. Respiré hondo, mis manos sudaban de ansiedad. Puse la clave de la entrada, no había cambiado. A excepción del color de la casa y de la puerta todo seguía igual.

Había llamado a mi padre pero él aún seguía en la oficina. En casa estaba Jimin cuidando de Nara.

Deje mis maletas en la entrada y caminé hacia la cocina cuando escuché ruidos de ahí. Era Jimin.

Lo encontré de espaldas a mi. Mirando hacia la nada frente al fregadero. Supongo que me escuchó entrar, pero no quería verme. Me quede ahí parado unos segundos sin decir nada. Mirando su espalda. Llevaba una camisa blanca bastante holgada y unos pantalones anchos. Sus pies estaban descalzos. Ver sus hermosos pies, me revolvió el corazón. Eran hermosos, todo en él era hermoso. Fantaseé recordando cuando los besaba mientras follábamos.

Jimin me sacó de mis pensamientos cuando se giró para abrir el refrigerador y tomar una botella de agua. La abrió aún dándome la espalda y la bebió. Después pude escuchar un ligero suspiro salir de él.

Cuando comenzó a encaminarse hacia la salida lo detuve.

—Jimin, yo-yo lo siento, siento lo que le está pasando a tu madre.—Tome su muñeca, esperando a que me empujara como lo había hecho la última vez pero en su lugar Jimin comenzó a llorar. Se veía cansado y preocupado.
Lo acerque a mi pecho y su llanto se intensificó. Acaricie su espalda para consolarlo.
En ese momento sentí que había tomado la mejor decisión al volver. Jimin me necesitaba.
Nos quedamos por un tiempo así mientras él lloraba. Ya éramos dos hombres adultos pero Jimin me seguía pareciendo frágil y pequeño.

Cuando su llanto se calmó un poco, se separó de mí y yo lo tomé del rostro.—Escúchame, Jimin. Todo va a estar bien. Tú madre va a estar bien.—le susurré mirándolo a los ojos y el solo asentía.

—Gracias.—respondió limpiándose las lágrimas. Y entonces por primera vez en mucho tiempo, me miró a los ojos.

Un calor se extendió en mi pecho cuando nuestras miradas volvieron a tocarse y yo pase mis pulgares por sus mejillas para limpiar las lágrimas que aún quedaban ahí.

—¿Tienes hambre?—preguntó.

—Solo si tú preparas algo.—le sonreí.

Jimin asintió y preparó un omelette.

—¿Cómo está ella?—pregunté mientras comíamos.

—Al principio no quería hablar con nadie. Estuvo muy callada y no decía mucho, pero ahora ya está más optimista. Los doctores creen que todo puede salir bien.

—Estará bien.—murmuré.

—¿Has terminado?—Jimin levantó mi plato mientras yo asentía.

—Gracias, estuvo delicioso.

—Ve a instalarte y descansa. Yo iré a ver a mamá. Desde que esta en casa vemos un programa juntos a las 5 y ya casi son las 5.

Miré el reloj, mientras asentía.

Mi hermosa tentación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora