Echo Bay
Lola se acercó a Jorge y le dio discretamente un pellizco.
Jorge retorció con dolor su rostro a propósito. Al ver su agonía, Estrella
puso una expresión de preocupación y preguntó. —¿Qué te pasa, tío Jorge?
¿Estás enfermo?
Jorge sacudió su mano. —No estoy enfermo. ¡Tu mami me iba a echar!
¡Ayúdame, Estrella!
Su penosa apariencia sorprendió a Lola. ¿Cómo podía ser él tan infantil?
—¡Mami, apiádate de él, por favor! Déjalo dormir con nosotras, ¿está bien?
—Estrella se dirigió hacia Lola y tiró penosamente de su ropa.
...
Al anochecer, los tres durmieron en una sola cama, Estrella acostada en
medio.
Pero a la medianoche, la trasladaron.
Los demás susurraron. —¡Jorge, detente! ¡Estrella está aquí!
—Relájate. Yo solo quiero abrazarte. No hago nada más. ¡Buenas noches!
—Sumergiéndose en la fragancia de ella, disfrutaba de la serenidad del
momento.
¿Jorge solo abrazaría a Lola para dormir? ¡Por supuesto que no!
El hombre salió de la cama y la llevó por la cintura hacia el baño.
Cuando salieron, Estrella estaba durmiendo horizontalmente a través de la
cama.
Jorge se rió, puso a Lola en el borde de la cama y movió a un lado a la
durmiente Estrella.
Justo cuando él acomodó a Estrella, se escuchó un golpe sordo.
Jorge miró hacia atrás y encontró ausente a la mujer. Lola se levantó y lo
miró. —¡Cómo te atreves a echarme de la cama!
El hombre contuvo su risa y la subió a la cama.
—¡Lo siento!. ¡Te olvidé, mi amor! —Jorge la ayudó a sobar en donde le
dolía. Después de un rato, ¡él se sintió de humor de nuevo!
Lola rápidamente tiró de la manta para cubrirse. —¡Hora de dormir!
Cuando él decidió dejarla en paz, abrigó a Estrella, acurrucó a Lola en susbrazos y se quedó dormida tranquilamente.
A la mañana siguiente, ellos partieron hacia Echo Bay.
En el pueblo de Echo Bay.
Ubicado en un lugar desolado rodeado de imponentes montañas, era un
antiguo pueblo con una historia de miles de años.
Para llegar al pueblo de Echo Bay, tuvieron que pasar por un camino largo y
tortuoso. Era un camino estrecho, pero el gobierno lo hizo un camino de doble
carril.
El camino era tan zigzagueante que dieron la vuelta para llegar al otro lado
de la montaña. Con una vista muy abierta, uno podía ver todo el pueblo con
casas viejas ordenadamente separadas en dos filas por la amplia Echo Bay.
Había docenas de musgosos puentes de piedra sobre la bahía. De vez en
cuando un barco flotaba río abajo.
El agua fluyendo a lo largo de los escalones podía encontrarse por aquí y
por allá entre las casas. Como en ese entonces era verano, la cascada estaba toda
verdosa bajo los verdísimos árboles.
El cielo nublado anunciaba la lluvia. Las altas montañas a lo lejos, estaban
inmediatamente envueltas en las nubes y las nieblas. Las lloviznas se detuvieron
en menos de diez minutos, tan repentinamente como llegaron.
A lo largo de la izquierda de la carretera asfaltada, encontraron la escuela
primaria con un tablero. —Escuela Primaria Echo Bay" en la puerta.
La escuela se constituía de aulas con techo de tejas. El Maybach de Jorge se
convirtió en una verdadera atracción.
Le preguntaron a un transeúnte dónde vivía José y obtuvieron la respuesta
de inmediato. La escuela solo tenía tres maestros: dos locales y José Hernández,
que era extremadamente famoso en todo el pueblo.
Jorge condujo el carro hacia el este. Encontró la tienda mencionada por el
transeúnte. Junto a la tienda había un edificio de dos pisos en mal estado. Eso era
todo.
Jorge detuvo el auto y bajó a Estrella. Lola sabía que habían llegado y salió
del auto.
Jorge y Estrella caminaron al frente, tomados de las manos. Después de que
salieron del camino asfaltado, encontraron el camino enlodado, ya que acababa
de llover.
Levantó a la niña y le pidió a Lola que esperaran en el camino antes de ir a
tocar la puerta.
Al escuchar el zumbido del coche, los vecinos salieron corriendo para ver
quién venía. El coche estaba inmediatamente rodeado de niños y adultos.
Algunos miraban fijamente al auto, mientras que otros miraban fijamente a lostres extraños.
Era un anciano quien abrió la puerta con las manos toscas. Arrugado y con
la cabeza canosa, llevaba un abrigo gris con parches.
—Hola señor. ¿Esta es la casa de José? —Preguntó educadamente Jorge.
El anciano apuntó a su oreja, indicando que no podía oír. Jorge echó un
vistazo a Lola. —¡Entremos!
Con sentimientos complicados, Lola caminó a través del patio con
decoración china. Un perro retozaba hacia ellos, meneando su cola.
Estrella se regocijó al ver al perro que venía. Jorge bajó a Estrella al suelo
de cemento limpio.
Un hombre con ropa antigua de algodón salió. Mientras él caminaba, dijo.
—Madre. Supongo que tenemos un invitado. ¡Déjame ver! —La voz familiar
hizo que Lola rompiera en llanto.
José se quedaba inmóvil ante la vista de los invitados. Sus labios temblaron.
Después de un largo rato, dijo. —¡Lola!
—¡Padre! —Lola trotó hacia José y lo abrazó, que parecía mucho más viejo
que antes.
Cuatro años habían pasado. Lola se ahogó con sollozos y los ojos de José
estaban húmedos.
—¿Cómo pudiste dejarme sola, padre? —Lola dio rienda suelta llorando a
todas sus quejas de todos esos años.
La culpa llenó el corazón de José después de escuchar la reclamación de
Lola.
—¡Mami! —La voz baja de Estrella vino de atrás. Lola soltó a José y se
secó los ojos.
—Padre, esta es mi hija, Estrella Camel.
¿Estrella Camela? Jorge levantó levemente sus gruesas cejas. —Tomás
Herrero permitiría que su hija tomara el apellido de su madre. —Él se preguntó.
—¿Tu hija? ¡Ella es ahora una niña tan grande! —José se sorprendió de ver
a la linda niña.
¡Cómo vuela el tiempo! Su hija ahora tenía una hija.
—¡Abuelo! —Estrella saludó dulcemente a José.
José levantó a Estrella con cuidado. Estrella era tan encantadora y justo se
parecía a la Lola pequeña. Parecía que volvía a ver la cara redonda de su hija.
Jorge llevó imperceptiblemente los regalos desde el auto y los otorgó al
anciano más cercano. Caminó hacia José y dijo. —¡Encantado de conocerlo,
señor! ¡Soy Jorge Jiménez y estoy pretendiendo a su hija!
—¿Pretendiendo a mi hija? ¿No es Estrella su hija? —José estaba
confundidoLa cara de Lola se puso colorada. ¡Era lo suficientemente descarado como
para decir de golpe todo!
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