Moví mi puño con fuerza hacia el saco de boxeo en frente mío. Le di una, dos, tres veces hasta que sentí que mis muñecas empezaban a doler. Gruñí al hacer fuerza, poniendo mi cuerpo de costado y girando alrededor de la bolsa negra en frente mío.
Podía sentir el sudor caer por mi frente y mojar todo mi rostro, y así como también la fina remera blanca se pegaba a mi cuerpo como una segunda piel. Sentía que el tiempo se me pasaba demasiado rápido mientras entrenada, y por más que intentara creer que no habían pasado más de dos minutos, hace más de dos horas que estoy encerrado en el gimnasio del centro de entrenamiento del Estado, un edificio alejado de los suburbios y especial para gente como yo y los pocos que entrenaban para empezar su labor como agentes de la O. P. E. M. Por momentos peleaba con el saco de boxeo, y a veces me iba hacia las máquinas de entrenamiento, aprovechando la soledad del recinto.
Necesitaba alejar el mal humor de mi cuerpo, y no había mejor manera de hacerlo que entrenar.
Por lo general, los viernes los tengo libre de responsabilidades y tareas aquí en mi casa, pero de todas formas los usaba para desquitarme todo lo que no me desquité en la semana. Y me hacía sentir bien, de cierta forma más vivo y presente en el mundo real. Aunque ahora que tenía dos guardaespaldas, no sabría cómo llamar a esta nueva sensación de inconformidad que rodeaba mi cabeza.
Jadeé cuando le di un último golpe al saco, y levanté la vista hacia el espejo semi empañado del gimnasio. J me estaba mirando desde el otro lado de la habitación, y conectamos miradas por unos breves segundos antes de que yo cerrara los ojos y me abrazara a la bolsa. Intenté recuperar el aire poco a poco, la adrenalina estaba bajando y podía sentir como mi cuerpo empezaba a pesar y dolerme, así que tuve que sentarme en el piso y dejarme caer hasta estar recostado.
Mi pecho subía y bajaba con fuerza, e intenté calmarme lo antes posible antes de quedarme verdaderamente sin aire.
—¿Necesita ayuda? — escuché a J hablar.
Abrí un ojo y lo miré desde donde estaba. Estaba empezando a acostumbrarme a que decidiera ignorar todas las reglas de la casa para tener siempre la primera y última palabra, especialmente porque cada vez que se lo recalcaba, J siempre hacía un chiste o se reía de mí. Me estaba acostumbrando, pero me estaba agotando también.
—Pásame el agua, por favor.
Cuando vi que se empezó a mover, yo cerré mi ojo nuevamente y me quedé inmóvil en mi lugar. El eco de sus zapatos por la sala de entrenamiento acompañaba mi fallido intento de recuperar el aire. Mi pecho subía y bajaba rápidamente, y hasta empezaba a sentir una picazón seca en la garganta que se intensificaba con cada momento en el que estaba sin agua.
Sentí su presencia a mi lado a los pocos minutos, así que abrí mis ojos y levanté la vista. J estaba delante de mí, mirándome desde arriba mientras su cuerpo estaba firmemente parado. Tomé aire profundamente cuando pude ver como sonreía pícaro con tan solo sus ojos –y me sorprendía que sea tan expresivo con esos ojos cafés tan enormes y circulares–.
—Hay algo ciertamente maravilloso en verlo desde arriba—comentó, y yo sentí mis mejillas calentarse—. Le sienta bien.
—Si June estuviera aquí-
—Pensaría exactamente lo mismo—puso la botella de agua delante de su pelvis, invitándome a tomar el cilindro. Sabía lo que estaba tramando, así que me quedé quieto en mi lugar—. Mi hermano puede entender lo que una preciosura como usted puede causar en un hombre como yo, aunque no lo admita en voz alta.
Lanzó la botella en mi dirección, y yo la agarré en el aire.
—Hombre es mucho título para alguien como tú, J—le quite la tapa y bebí un largo trago mientras levantaba los ojos hacia él.
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El Guardaespaldas | kooktae
FanfictionUn país liderado bajo un gobierno corrupto se ve al borde del colapso cuando un grupo de rebeldes, conocidos como los Lazos Rojos, empiecen a causar revueltos por todas las ciudades y pueblos que estaban bajo el régimen de facto de Kwan. Debido a es...