Capítulo 15

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JIMIN.

Mi cama se sentía especialmente fría esta noche. Las sabanas rodeaban mi cuerpo con un peso que me aplastaba de la mejor forma posible pero que no lograba compararse con sus brazos rodeándome o sus piernas sobre las mías. Mis pies estaban sumamente helados, y no encontraba posición en donde pudieran calentarse completamente, ni siquiera cuando me hice una bolita pequeña en el centro del colchón.

Me giré hacia la izquierda y abrí los ojos. No sabía por qué había dejado mis cortinas abiertas, y mucho menos la ventana; el frío invernal entraba a mi habitación y me congelaba hasta los huesos. Después de que Namjoon me haya dejado en mi casa, había intentado llamar a Yoongi, pero no respondió. Le había dejado varios mensajes en nuestro chat, y a pesar de que algunos los había visto, ya para el quinto dejó de aparecer allí. Le había pedido que venga a dormir conmigo, y yo aún tenía la esperanza de que se apareciera.

No estaba Taehyung, no estaba Yoongi... no había nadie. Mi mejor amigo estaba molesto por alguna razón aparente, misma que no me había contado, y Yoongi... no sabía qué le pasaba.

Me dolía el pecho, y una inmensa soledad se instaló ahí.

Me gustaba estar rodeado de gente, siempre fue así, pero con el tiempo me di cuenta que mientras más personas había cerca de mí, más solo me sentía. Era como un vacío que intentaba llenar, algo que se me hacía sumamente imposible y que, ahora de adulto, no podía detener. Amaba la atención, amaba que las personas me miraran, ¿pero para qué? Si siempre terminaba recostado en esta misma cama, pensando en que podría ser mucho más feliz si tan solo... viviera.

Pero no puedo.

O no quiero.

Suspiré, y escuché cómo mi voz tembló. Mis ojos picaron y sentía lagrimas frías caer por mis mejillas. Algo que odiaba era llorar, y aunque muchas veces me obligaba a no hacerlo, siempre caía. Era fácil fingir cuando estaba siempre siendo observado, pero aquí, en mi habitación, yo no tenía a nadie a quien engañar. Tal vez a mí mismo, pero eso casi nunca funcionaba.

Mi celular se encendió y la pantalla iluminó mi habitación oscura. Ilusionado con que Yoongi me haya contestado, me giré en el colchón y me estiré para tomar el aparato. Mordí mi labio inferior y un jadeo se escapó de mis labios cuando vi que solamente era una notificación de mensajes en Instagram. Estúpida aplicación.

Aproveché para ver la hora; cinco de la madrugada. Para suerte mía, mañana era domingo, así que no era necesaria mi presencia desde tan temprano.

Me levanté de la cama y fui hacia la ventana para cerrarla. El viento cesó, pero el frío calador aún permanecía dentro. Temblaba, pero era lo de menos en este momento. Miré la luna azul, y mis ojos empezaron a pesarme de una forma que terminó por convertirse en ardor. Las lágrimas seguían cayendo y mis ojos dolían, al igual que mi pecho, mis brazos, mis piernas, mi cabeza, mis pies, y todo lo demás.

Había sido una noche dura, larga, eterna. O así lo sentí yo. Había visto a Yoongi, que parecía tan dulce... tan amable... tan caballero. Lo había besado. Había sentido un cosquilleo en mi estómago. Había estado feliz.

No estaba enamorado como Taehyung creía, pero sí es verdad que estaba empezando a sentir cosas que no debía sentir. Cerré los ojos y cerré las cortinas. Si era necesario que asesinara a Yoongi para irme de esta casa y de este país, entonces lo haría. Sería mi deber. Sería mi libertad. Si matarlo a Yoongi significaba felicidad, entonces eso haría.

Fui de nuevo hasta mi cama y me recosté.

Antes de dormirme pensé en todas las cosas que tuve que hacer para que Taehyung y yo seamos libres. Y lo íbamos a ser, sin importar que Jungkook, Namjoon, Yoongi, Minho y quien sea muera en el camino. Pero mi hermano y yo íbamos a escapar. Íbamos a ser felices.

El Guardaespaldas | kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora