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PASO 2. LOCALIZACIÓN.

Dentro de Los Lazos Rojos habían grupos especializados para cada tarea. Aunque nadie reciba un nombre oficial dentro de la rebelión, el Estado sí que había decidido hacerlo, y es por eso que ellos también adoptaron aquellos nombres para su uso personal.

Los Cazadores Rojos, por más que su nombre sea bastante explícito en cuanto a su tarea dentro del equipo, no eran cazadores como tal. Sino, más bien, ellos eran quienes se encargaban de entrar y destruir las zonas que más movimiento tenían, como las plazas o monumentos. Ellos eran cazadores de miedo, de lágrimas y sudor, gente especializada para demostrarle al pueblo coreano que la salvación estaba cerca. De que, en cualquier momento, ellos iban a ser libres del gobierno que los humillaba cada día más.

Luego estaba el Ojo de Horus, un grupo de espías especiales que sabían cómo escabullirse sin ser vistos. Los Lazos Rojos tenían ojos en todos lados, ellos lo veían y sabían todo. Tenían habilidades con la tecnología, con la mentira y la astucia, que los llevaban a ocupar cargos de confianza con gente importante. Estaban entre la gente del pueblo, entre oficiales de policía, en la O.P.E.M., entre mucamas y mayordomos.

Dentro de Los Lazos Rojos también había un grupo de inteligencia, quienes eran la cabeza de todo plan creado, quienes daban el okey a las misiones, quienes buscaban nuevas formas de destruir un poquito más a los poderosos del gobierno. Y entre ellos, se encontraba Jeon Minho, el creador de toda esta rebelión, y su mano derecha, hijo adoptivo y sobrino, Jeon Jungkook.

—¿Tienen el acceso a las cámaras ya? —Jungkook le preguntó a su tío a través del teléfono, recibiendo una respuesta afirmativa del otro lado—. No le hagan daño a la familia de Taehyung, de eso me encargo yo más adelante.

—No te preocupes, hijo—Minho carcajeó ronco—. Es solo un pequeño sustito. Además, necesitamos llevarnos esos archivos, no podemos permitirnos una distracción como esa.

Haber logrado el acceso a todas las cámaras de la casa fue una tarea que les llevó casi medio año. Siempre que lograban hackearlas, ellos las cambiaban. Cada vez que lograban deshacerse de una, ellos ponían tres cámaras más para reemplazar la dañada. No había sido fácil, más bien todo un reto que había dejado a Jungkook casi pelado de la rabia, a Namjoon con arrugas en el rostro de tanto intentar calmar a su amigo, y a Yoongi le había costado una de sus piernas.

—Solo un sustito—bufó, poniendo los ojos en blanco.

La carcajada que le siguió solo logró hacer que los bellos del cuerpo de Jungkook se pusieran en punta, y que el enojo y la furia crecieran tan solo un poquito en su pecho.

—Si estás preocupado por Taehyung...

—No estoy preocupado por nadie—casi gruñó—. El tipo ese me abandono a medio morir, créeme que es el que menos me importa de esa familia.

—Claro.

—Hablo en serio.

La llamada terminó a los pocos minutos, luego de que Minho cambiara de tema para alivianar el ambiente y de que Jungkook le confirmara las últimas datas importantes. Pero aun así, con su celular lejos y con su tío fuera de foco, podía escucharlo repetir mil veces aquel nombre que tantas pesadillas le había traído.

Kim Taehyung.

Ex mejor amigo.

Hijo del Ministro de Economía.

Su enemigo.

Odiaba lo que Taehyung le había hecho, y estaba agradecido con su tío por haberlo encontrado años atrás. Ahora podía vengarse de la mejor forma posible, y estaba más que ansioso de ver los ojos del niño que le había robado más que la vida llenos de lágrimas de miedo.

—Jungkook—fue Namjoon quien habló, acercándose a él.

La habitación que les asignaron no era ni muy grande ni muy chica, lo suficiente cómoda para que dos camas de media plaza entraran a una distancia considerable una de la otra y que un mísero escritorio se postrara en la pared contraria. Ambos estaban acostumbrados ya a lugares pequeños, después de todo en la base principal las habitaciones eran aún peores, pero considerando donde se encontraban, pensaron que al menos les darían algún lujo decente.

El mayor de los dos puso su mano en el hombro de su amigo cuando terminó la llamada con su tío. Jungkook levantó la vista, su ceño fruncido a más no poder. Estaba enojado con todo y nada a la vez. Namjoon lo conocía muy bien como para hacer la pregunta cliché.

—¿Te dijo Minho qué tienen los papeles? Así le digo a los chicos para que lo busquen cuando entren.

—Indican los centros de lavado de dinero, con mapas y guías—suspiró frustrado, pasando una mano por su largo cabello oscuro—. También hay un listado con la cantidad de dinero robado, separado por mes y por año. Deuda externa con otros países, y tratados económicos con los Estados Unidos que quieren ocultar.

—Genial—asintió con la cabeza, y cuando iba a decir algo más, Jungkook siguió hablando.

—Recuerdo que años atrás era una carpeta de tapas verdes—el menor cerró los ojos, recostándose contra el respaldo de la silla—. Ahora creo que lo cambiaron y se ven anaranjadas. Expediente Q se llama.

—Por cantidad, ¿no? —Jungkook miró a su amigo confundido—. Por matemática... ¿la Q...?

—No sé de qué mierda me estás hablando—carcajeó bajo—. No sé matemática, Nam.

—Sí, olvídalo—sonrió divertido—. A veces me olvido que reprobaste, ¿cuántas veces? ¿Catorce? El examen de ingreso para la O.P.E.M.

—Tarado—se rió el menos, golpeando suavemente el pecho de Namjoon.

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¡Hola!

Esta es una nota sumamente innecesaria, pero me encanta escribir los capítulos con letras jsjsjs

Se van a poner cada vez más intensos estos, aviso desde ya.

El Guardaespaldas | kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora