Capítulo 11

319 26 2
                                    

Nunca me había sentido tan solo en mi vida. Toda la energía que había tenido el día de ayer se consumió en unos pocos minutos. No me sentía con vida, no me sentía aquí en el presente, mientras miraba a la profesora de Geografía Económica hablar.

Sabía que tenía bolsas negras debajo de mis ojos, que no tenía un buen aspecto y que parecía estar a punto de morir. Sabía que me veía como un zombie. Sabía que el revuelto que causé ayer por la tarde en la cafetería de los Jung y los Min había viajado por toda Corea del Sur, y sabía también que los miles de ojos que me miraron cuando entré al salón estaban preguntándose qué fue lo que causó tal arrebato.

Pero era algo que ni yo podía explicarlo.

Jimin es mi mejor amigo, mi alma gemela, el hermano que nunca tuve y mi yo de otra madre. Él era mi vida, mi fuente de energía, mis ganas de sonreír y hasta mi motivación para despertarme día a día. Sin Jimin, yo no era nada. Y puede que para Jungkook eso sea sinónimo de debilidad, pero para mí era fortaleza. No dependía de Jimin, pero sí lo necesitaba. Era mi motor, mi compañero de vida. Sin Jimin, yo era capaz de cometer miles de locuras. Él era mi cable a tierra, el que me mantenía estable.

Y casi me lo arrebatan ayer por la mañana.

Los Rojos casi se llevan a la única persona que no me vio como un objeto, un títere. La única persona que me veía por lo que era y me trataba como un ser humano.

Podía yo apoyar su causa, pero bajo ningún término iba a yo a apoyar tales actos de descuido. Porque no éramos niños. Todos nosotros, ellos incluidos, sabíamos cuales podían ser las variables futuras si es que Minsoo no ingería el veneno. Podría haber sido un trabajador al servicio de los Park, podría haber sido Minji, podría haber sido cualquier persona inocente que trabajara para esa casa. Ellos sabían los riesgos, pero de todas formas trabajaron bajo el odio y no bajo la moral y la cautela. Trabajaron sin pensar.

Especialmente Jungkook, al que le dije que yo apoyaba a los Rojos. Pero tal vez no fue suficiente. Tal vez debería haber sido más sincero y directo en cuanto a lo que pensaba y creía.

Miré mi laptop. La hoja estaba completamente vacía; no había escrito nada desde que la clase empezó dos horas atrás. No podía concentrarme, y no tenía la fortaleza necesaria para prestar atención. En mi mente había sido una buena idea venir para despejarme, pero hasta el momento no había sucedido nada que haya logrado hacerme sentir de una forma distinta.

—Hey...—un susurro a mi lado me hizo girar la cabeza.

Reconocí al chico de inmediato. Compartía un par de clases con Park Seojoon, un chico dos años más grande que yo. Siempre me pareció alguien bastante envidiable, con su cabello oscuro bien peinado hacia atrás, aquellos ojos pequeños y esa mandíbula afilada y levemente redonda. Parecía un actor salido de la televisión –casi irreal, tal vez–, y se podría decir que tenía las cualidades que uno; era sociable, con miles de amigos y una sonrisa cautivadora. Gracioso, siempre rodeado de gente a la que contagiaba su risa. Coqueto, con miles de chicas colgando se sus brazos.

Era perfecto, y no entendía qué hacía hablándome.

—Sé que nunca hablamos, pero... ¿te encuentras bien?

Su pronta preocupación me logró descolocar. Me senté erguido y parpadeé varias veces.

—Sí, sí—asentí algo veloz. Tal vez esto era un sueño, tal vez aun no me despertaba—. Gracias.

Yo no soy alguien sociable. No tenía más amigos además de Jimin, aunque es cierto que era bastante conocido por acostarme con cual bicho se apareciera delante. Pero no sociabilizaba al punto en el que tuviera algún amigo. Y hace tiempo que lo anterior no alimentaba mi fama de rompecorazones.

El Guardaespaldas | kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora