El Guardaespaldas | kooktae

F

PASO 1. INTRUSIÓN.

Había hecho tantas veces aquella lista que sus ojos ardían de borrar y escribir, borrar y escribir, borrar y escribir. Pero no había mejor forma de ponerlo que esa, especialmente si no contaba con el tiempo suficiente como para armar algo más explícito, conciso y fuerte. Pero los 10 pasos eran suficientes como para lograr su cometido; derrocar al presidente Jeon SeonKwan.

La intrusión era más compleja en su mente que como lo había puesto en aquel trozo de papel que ahora estaba colgando en una pizarra de corcho en la oficina del hombre al que llamaba padre. La intrusión en la Casa Azul consistía en meterse en la O. P. E. M. y controlarla desde adentro, consistía en tomar el lugar de sirvientes, consistía en buscar formas en las que pudieran estar sin ser vistos como lo que eran; unos rebeldes.

Y no era tarea fácil. Por eso El Jefe había elegido a sus cuatro mejores espías para entrar y seguir con los siguientes pasos por sí mismos, confiando plenamente en que ellos lograrían hacer todo lo propuesto en un principio. Su mano derecho, el joven de cabello oscuro que no se despegaba de su lado desde que lo encontró tirado a un lado de un basurero cuando solo tenía 15 años, fue quien escribió la lista paso por paso, y fue él mismo quien decidió liderar al equipo dentro de la Casa Azul. Y por más que uno de los Cazadores Rojos haya recibido una bala en su pierna en el proceso, todo estaba saliendo de maravilla.

El azabache sonrió en la oscuridad de la habitación que compartía con su compañero mientras tachaba el PASO 1 de la lista.

—Deberías ir a dormir—le dijo, parándose a su lado y mirándolo desde arriba.

Los ojos enormes del más joven miraron a su compañero, aquel que había tomado el puesto como su hermano postizo. Aquellos orbes brillaron como si cargara con el peso de toda la galaxia, derritiendo así el corazón del más alto. Sonrió, acariciando su hombro con suavidad.

—Mañana tenemos que seguir trabajando, peque—susurró, quitándole el bolígrafo de la mano y dejándolo sobre la mesa—. Vamos.

Esa noche soñó que finalmente asesinaba a su mayor enemigo.