Capítulo 18

336 80 12
                                    

Me senté en una mesa frente al mar, bebiendo agua con una rodaja de limón. Dejé una nota anónima para la policía con la ubicación del cuerpo de Seol y aun así no había superado el horror de la noche. Quería ir a casa de Hoseok, pero tenía que esperar hasta que la policía se lo dijera primero a la familia de su prima. Si ya estaban de luto cuando aparecieran las autoridades, empezarían a hacer preguntas. La espera invitaba a todo tipo de pensamientos en los que no quería pensar. Ni ahora ni nunca.

No podía creer que hubiera sido tan estúpido como para desposarme accidentalmente con Jeon, y él no había dejado escapar el secreto antes. Debió de haberlo odiado completamente. Especialmente con lo que dijo Hyun sobre él odiando a los Streghe. Luché contra el impulso de enterrar mi rostro entre mis manos. Saber que era plenamente consciente de mi error mientras yo pensaba que yo tenía el control... era humillante. No quería considerar otros pasos en falso que había tomado y que él había sido demasiado educado para señalar.

Tan pronto como avisé a la policía, me di cuenta de que no tenía adónde ir. No podía volver a casa y poner en riesgo a mi familia. Y aunque podía quedarme en el palacio con Jeon, necesitaba tiempo y espacio para ordenar mis pensamientos y sentimientos. Pasaron muchas cosas en poco tiempo. Dos asesinatos más. Un prometido secreto del Infierno. El ataque de Nonna. Mi amuleto robado. La Viperidae. Parecía que los golpes seguían siendo lanzados, y yo estaba siendo golpeado y mallugado en el proceso.

Cuanto más me aferraba a la normalidad, más se volvía mi mundo en caos. Como me negaba a volver a ver a Jeon por el momento, decidí sacar todo de mi cabeza y seguir buscando respuestas en la muerte de Seok por mí mismo. Si pudiera resolver el asesinato de mi hermano, podría evitar que alguien más muriera. Cada vez que intentaba ponerme en el lugar de Seok, volvía a su diario. No revelaba tantos secretos como esperaba. Y los que relevaba eran lo suficientemente crípticos como para mantenerme adivinando.

Estaba repasando mentalmente una lista de tareas a realizar cuando sacaron el asiento frente a mí. Jeon cayó en él, mirándome con recelo. Le devolví la mirada por unos momentos. Ninguno de los dos dijo nada. Parecía que mi casi marido me estaba dando tiempo para serenarme. O tal vez estaba esperando a que lo expulsara de nuevo al círculo de huesos.

Respiré hondo varias veces.

—¿Cómo supiste dónde estaba? —Me dio una mirada larga y mesurada, luego miró intencionadamente el tatuaje en mi brazo. Definitivamente lo iba a matar— Dijiste que solo podrías encontrarme si aceptaba el intercambio de sangre. Nunca mencionaste el tatuaje.

—Si te hubiera dicho que la tinta es parte de un vínculo matrimonial, habrías corrido inmediatamente. Necesitaba que tuvieras tiempo para confiar en mí.

Iba a discutir, pero cerré la boca. Eso era cierto. Si hubiera sabido lo que significaba el tatuaje la primera noche que lo invoqué, lo habría enviado directamente de regreso a su reino.

—La confianza generalmente se gana porque ambas partes son honestas.

—No te he mentido.

Solté un suspiro.

—No, técnicamente no.

Una camarera salió y recitó alegremente el menú. Jeon parecía escéptico, pero me dejó hacer el pedido sin quejarse. Treinta minutos de tenso silencio después, trajo nuestra comida. Jeon la consideró como si fuera una ecuación complicada que estaba resolviendo.

Un plato humeante de camarones rebozados, un poco de arancini, un plato de antipasto, con prosciutto, peperoncini, soppressata, provolone, aceitunas marinadas y alcachofas mezcladas con aceite, vinagre, orégano y albahaca, y una canasta de pan asado adornaban nuestra mesita.

Los Malditos - KookjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora