Capítulo 1

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Se dice que las fechas especiales llevan consigo un aire de regocijo y felicidad, pero, en mi caso era todo lo contrario.

El que el día de hoy fuera el aniversario de la muerte de mi madre, me traía muchos recuerdos desagradables junto con una sensación de pena y dolor.

Acariciando suavemente el collar que mi madre me había regalado, entre mis dedos; la recuerdo. Recuerdo el día en el que me lo dio, era mi cumpleaños. Puedo aún sentir en mi corazón, aquella sensación que abarcó mi pecho al ver el dije rosado de caracola que tanto había querido, que tanto había deseado.

—Ebba, ¿acaso me estás escuchando? —Escucho la voz de mi mejor amiga Martha en la lejanía; por lo que, salgo de mi trance y le miro. Ésta, observándome con una ceja arqueada; en su mano derecha, aquel trago de Whisky al cual ya le quedaba muy poco.

—Sí, te escucho. —Asiento sin en realidad tener idea de lo que estaba hablando. Pero sé, que si le digo que no le estaba prestando atención, comenzará con uno de sus numeritos.

—No me estás escuchando Ebba. —Hace una mueca con la boca, soltado un suspiro. —Vamos amiga, estás en una fiesta; disfruta. —Se queda callada por unos segundos. —Entiendo que es el aniversario de la muerte de tú mamá, pero, debes distraerte aunque sea un poco. —Me ofrece lo que le queda a aquel vaso de cristal que sostenía, yo niego con la cabeza.

—Sabes que no tomo.

—Vamos, estamos celebrando que le ganamos a los inútiles de la universidad de Oxfland. —Sonríe, para luego, beber de un solo sorbo lo que le queda de Whisky en su vaso. —No todos los días se está tan cerca de entrar a las nacionales de natación Ebba. —Me guiña un ojo mientras se para de la banca. —Espérame aquí, voy a llenar esto otra vez. Se vacía más rápido de lo que crees. —Ríe, mostrándome su vaso, yo solo asiento viéndola marcharse.

La realidad era que yo no era muy amante de las fiestas; mucho menos de las realizadas en barco como era este el caso. El tener esa sensación de no poder escapar o largarte del lugar cuando quisieras, hasta que el dueño de la embarcación decidiera marcharse, no era mi favorita.

Pero, aquel deber de responsabilidad hacia mi amiga, me había obligado a venir. Martha era... ¿cómo lo podría decir? ¿Muy alegre?

Mi amiga era una de esas personas a las que le gustaba tomar sin tener límite alguno, sin pensar en lo que pasará después... sin pensar en las consecuencias.

Sabía que esta fiesta de celebración del campeonato no sería la excepción; mucho menos, cuando estaría todo el equipo de natación reunido para influenciarle.

No quería dejarle sola y que tuviera que conducir cuando la fiesta terminara; tampoco me fascinaba la idea de que alguno de estos imbéciles la llevara a su casa y se quisiera propasar con ella. Me da escalofríos solo de pensarlo.

Sentada en una de las bancas del yate de este chico Brandon, me volteo hacia la barandilla, recargando mis brazos sobre ella y observando las olas del mar; tan tranquilas, tan serenas... calladas.

—Hola Ebba. —Escucho la voz de Brandon muy cerca de mi oído. Un escalofrío me recorre la espalda por un instante en tanto pego un pequeño salto. —¿Estás disfrutando de la fiesta? —Veo con la esquina del ojo como se sienta a mi lado. En su mano, una botella de cristal con cerveza. A simple vista, se podía notar que ya estaba algo ebrio.

Brandon era uno de los chicos más populares de la universidad. Su desempeño en natación junto con la exitosa carrera de sus padres, lo habían llevado a obtener ese título. Casi todas las chicas del equipo se morían por él, incluyendo a mi mejor amiga Martha quien decía que era su "amor platónico".

Poseidón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora