Capítulo 30

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Ya me había vestido y preparado para ir a la estúpida fiesta de celebración en el bar. Tenía puesta una falda corta color negro y una camisa de tirantes blanca con un bonito escote. No lo sé, estaba intentando vestirme como se vestiría alguien normal para ir a un bar, pero creo que no tenía mucha experiencia en ello.

Ya estando lista y siendo casi la hora de reunirnos, decido bajar al primer piso para despedirme de mi abuelo. Una vez ahí veo como éste está meticulosamente limpiando con un pequeño trapo su bastón.

—¿Qué estás haciendo abuelo? —Doy la vuelta y me paro frente a éste. Él detiene lo que estaba haciendo inmediatamente.

—Ebba querida, ¿ya estás lista?

—Eso creo, tengo que ir a buscar a Sebastián a su casa para luego ir con todos los del equipo de natación al bar. —Camino hacia la pared y tomo las llaves de mi auto que estaban colgadas en aquel clavo, donde siempre.

—Trata de divertirte esta vez, ¿sí? —Me mira alzando la ceja como si me estuviera regañando. Yo solo sonrío.

—Te puedo afirmar que lo intentaré abuelo, pero no te prometo nada. —Le lanzo un beso el cual éste atrapa con su mano derecha. Yo luego salgo por la puerta y me dirijo hacia mi auto.

Una vez en mi vehículo, coloco el GPS en dirección a la casa de Sebastián. La verdad era que no me llamaba del todo la atención ir a buscar al pelirrojo a su hogar, ya que, sabía que había la diminuta posibilidad de que me encontrara con el chico de los ojos color azul celeste en ella.

Tras algunos 20 minutos llego a casa del pecoso y aparco mi carro frente a la acera de su casa. Tomo mi teléfono y le envío un mensaje para indicarle que ya había llegado.

Mientras espero por el chico quién me había enviado un mensaje que le diera unos cinco minutos más, veo como el auto de Poseidón llega y se aparca frente al garaje de la casa.

Mi corazón se congela al ver al chico bajarse y voltear su mirada hacia mí. Por lo que inmediatamente me deslizo por el asiento en tanto bajo la vista y pretendo estar utilizando mi teléfono sobre mi regazo para no mirarle.

En ese momento veo con la esquina del ojo como Sebastián abre la puerta principal de la casa y sale de detrás de ella. Rápidamente Poseidón se le acerca y noto como comienza a hablarle mirando hacia mi auto de vez en cuando.

Me quedo atenta observando con disimulo para ver si logro descifrar lo que aquellos dos chicos hablan, pero al parecer mi lectura de labios no era tan buena como deseaba.

Luego de algunos cuantos segundos más, Sebastián se aleja del chico y comienza caminar hacia mi auto. Veo como Poseidón se queda mirando fijamente hacia dentro del vehículo en tanto el pelirrojo abre la puerta y se adentra.

—Lo siento Ebba, no sabía que iba a llegar. Si lo hubiera sabido de seguro no te pido que vinieras a buscarme. —Cierra la puerta y se abrocha el cinturón.

—Está bien, tranquilo. No pasa nada. —Enciendo mi auto rápidamente y lo pongo en marcha. Mientras avanzo veo por el retrovisor como Poseidón se nos queda mirando.

Tenía tantas ganas de preguntarle al pelirrojo qué era aquello que había hablado con el chico de los ojos color azul celeste, pero sabía que no debía entrometerme.

Una vez aparcados en el estacionamiento del bar, no lo vacío que esto estaba. Al parecer no era el bar más famoso de la ciudad... ni tampoco el más bonito.

Bajándome del auto con Sebastián, ambos caminamos hacia la entrada. El edificio desde afuera se veía un poco viejo y sucio la verdad. Una vez dentro pude ver que no me equivocaba. Las paredes eran de madera, pósters de chicas en bikini decoraban el lugar, habían juegos de dardos en casi todas las esquinas y algunas mesas de billar dispersas. Un fuerte olor a humo del cigarrillo se podía notar al a penas entrar.

Poseidón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora