Capítulo 2

152 16 109
                                    

— Como tú has sido el primero en tener contacto con ella la dejamos en tus manos, por cierto, nada de sexo ¿me has entendido?

— Sí señ...

— Porque como me entere que habéis tenido un encuentro, te juro que...

— Mason no te preocupes — le interrumpe Niah — estoy segura que ella es capaz de rajarlo.

— Si no te raja ella lo haré yo.

— Yo también — genial ahora todos me quieren rajar.

— ¿A quién rajamos? — se mete en la conversación mi mejor amigo Chris.

— A nadie.

— A él, como no se comporte — aclara Mason mirándome de reojo con los brazos cruzados.

Voy directo a mi cuarto en la base y Chris me acompaña al sentir curiosidad por conocer a la chica que a despertado en mi cierto interés, sin embargo, al abrir la puerta lo primero que vemos es que se encuentra bocabajo apoyada sobre una almohada larga dándonos la espalda.

— ¿Estás despierta?

Me acerco con sigilo hacia ella porque es tan impredecible que temo recibir un golpe de su parte, pero una vez que llego a su altura, rodeo la cama rezando por mi vida hasta que contemplo como está profundamente dormida.

— ¿Y ese suspiro de alivio? — miro de reojo a mi amigo.

— Calla.

La postura en que se encuentra es tan incomoda que con sumo cuidado la muevo para que no le dé torticolis, no obstante, al darle la vuelta siento mis dedos húmedos al tocar su brazo izquierdo al mismo tiempo que me vuelvo consciente que su herida no ha sido tratada.  

— Dios mío, aguanta — trato de despertarla, pero no reacciona, así que salgo de mi cuarto a toda velocidad y me voy a buscar el botiquín de Ashley.

— ¿Kobe? — me giro hacia Chris.

— Prepara rápido unas hierbas medicinales.

— ¿Para qué...?

— Tú hazlo.

Regreso a la habitación y con cuidado trato de estirar el cuello del mono que lleva puesto para bajarlo hasta la altura de la herida y comprobar su estado.

— Pervertido — exclama Chris juzgándome con la mirada mientras apoya su cuerpo en el marco de la puerta divertido.

— Deja de mirar y ayúdame.

Suspiro y cuando la miro me doy cuenta que fija su mirada sobre mí de forma amenazante a la vez que su brazo bueno empuja mi pecho.

— Mmm... yo.

Aprovecho su silencio para acercarme a mi mejor amigo y ofrecerle la bebida con cautela, no vaya a ser que encima ahora me arroje en la cabeza.

— Toma — me siento a su lado en el borde la cama — son hiervas medicinales, es por tu bien — comprendo su desconfianza y al aceptarlo hace una mueca al aproximar la bebida a su boca — de un trago. 

Arruga la nariz y me causa gracia ver como se lo piensa para beber.

— No te lo pienses tanto.

— Es que...

Le quito el vaso y cuando lo pongo sobre la mesita de noche me mira intrigada.

— ¿Qué vas a hacer? ¡Woah!

Aproximo su cuerpo al borde la cama de un tirón para inclinarme sobre ella y al instante que apoyo ambas manos sobre el colchón a la altura de su cabeza puedo sentir el calor que desprende su cuerpo al mismo tiempo que mi respiración se acelera al tener a pocos centímetros su boca.

Kühn ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora