Capítulo 19

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Kobe:

Escucho los pasos apresurados y fuertes de Connor hacia nuestra dirección.

Parece que el suelo retumba ante su presencia. Terremoto.

Acabamos tumbados en el suelo el uno encima del otro, bueno, ella sobre mí, y tampoco me quejo, porque en realidad su cercanía me encanta.

— Salid de donde estéis — sugiere Connor con una voz siniestra — no os pasará nada.

— Ni muerta — susurra Geni pegándose más a mí.

Al sentir su pecho sobre el mío mis manos sujetan su cintura y la elevan un poco, para disimular la alegría de mi miembro.

— ¡Vosotros dos!

Cierro los ojos con fuerza rezando lo que no he rezado en mi vida hasta que:

— Venid aquí — Connor pasa ante nosotros a una velocidad descomunal detrás de dos chicos — no huyáis desgraciados de mierda. Treinta vueltas en el campo ahora mismo.

Al segundo que nuestros ojos se encuentran no puedo evitar dibujar una sonrisa.

— Es el mejor en lo suyo.

— ¿Gritar, insultar, amenazar o todas juntas?

Echa un vistazo hacia atrás y se reincorpora con agilidad para acercarse a la esquina y comprobar que no hay nadie en nuestro camino antes de girarse hacia mí con una sonrisa. Vía libre.

Corremos hacia el patio donde todo el mundo descansa, pero nuestra suerte termina en cuanto oímos la hermosa a Connor, otra vez.

— ¡¡¡EEEEEHHHHH NO HUYÁIS!!!

— Coño, si que está en forma — espeta mi compañera con asombro.

Sin pensarlo corremos intentando escapar de sus garras, así que por instinto tiro de su mano y me la llevo volando sin mirar atrás.

Llegamos a la zona de salvación y la atraigo a mi para aterrizar encima de su saco de dormir, no obstante Connor no tarda en aparecer y empieza a inspeccionar el lugar con una linterna más grande que su cabeza, así que aprovecho para cubrirnos con una manta con cautela.

— Geni — gruño su nombre al sentir la punta de su nariz en mi cuello.

Cierro los ojos y amo que su mano este sobre mi pecho, pero lo que me vuelve loco es la forma en como su pierna rodea mis caderas.

Voy a decir algo, pero escuchar unos pasos acercarse a nosotros, hace que ahora este ansioso porque no nos descubran.

Al instante que aproxima su cuerpo al mío, el aroma de su cabello me desarma por completo y lo peor de todo, es que no debemos movernos, ya que, si nos atrapa, no serán treinta vueltas sino cuarenta, aunque, no me iría que me diera el aire o un buen chorro de agua fría.

Alguien nos quita la manta y ambos miramos asustados a un idiota que se ha emborrachado.

— Perdonad, seguid en vuestra intimidad — nos dice el chaval — tíoooo menuda erec...

Agrando los ojos: Dios mío no lo digas en voz alta

— ¡Tú! — Connor se acerca a él y cuando se para en seco nos mira a los tres.

Mierda

— Tú a correr quince vueltas por hacerme perseguirte, más siete por estar borracho — el cadete obedece y camina como puede tambaleándose hasta que tropieza con su propio pie.

Pobrecito

El hombre se gira hacia nosotros con su cara de mala hostia, pero cuando se da cuenta de quién soy comienza a negar con la cabeza.

Kühn ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora