Llevaba un buen rato caminando de un lado a otro, hasta que empezó a ser consciente del punzante dolor que recorría su pierna. Se sentó rendido delante de su escritorio, como un señor de cuarenta años. Señor, Seryn, la muy descarada lo había llamado Señor. ¿Es que acaso tenía pintas de señor? Nadie jamás lo había llamado señor, porque él no era el Señor, lo fue su padre mientras vivió, así le gustaba que todo el mundo se dirigiera a él, para que no olvidaran que estaba por encima de todos en lo que a posición y poder se trataba.
Aun podía notar la vibrante tensión que sintió al verla, la estupidez de distraerse, y cuando se sentía débil en algún aspecto de sus emociones le resultaba frustrante. El jamás se distraía, pero verla fue como descubrir que aún había cosas bonitas de su pasado.
-Cosas bonita -murmuro indignado consigo mismo mientras se hundía en su sitio.
Seryn, desde pequeña había sido tímida cerca suyo, se ponía tensa e incómoda cada vez que alguien, especialmente cuando el se acercaba a ella, apenas hablaba, y si lo hacía sin duda era para decir algo importante o necesario. Y justo ese día tenia que descubrir que había cambiado, cuando a ella se le ocurría demostrar que ya no era una niña, ni una adolescente tímida, que era una mujer diferente, desafiante y difícil de intimidar o manejar, le había llamado Señor, y sabía exactamente el porque, era su respuesta a la manera que se había dirigido a ella desde que llego a casa.
Su frustración personal estaba al borde del colapso, igual que su paciencia, su presencia fue como si lo llevara al limite. Lo había hecho olvidar por un instante porque estaba allí, le había distraído de una manera inesperada e inaceptable, incluso sus manos le distrajeron, como si un niño viera su dulce más deseado. Y él no se distraía, no podía permitirse distracciones, estaba allí por su madre y por nada ni nadie más.
Escucho pasos apresurados acercándose y espero que fuera alguno de sus hermanos, cualquiera menos Seryn. La puerta se abrió y no era ninguno de sus hermanos, ni Seryn, era Safia, madre de Seryn, su tía abuela, la tía más joven de su madre, a la que apenas le sacaba diez años. Había servido en su casa desde mucho antes de que él naciera, y los había criado a todos y cada uno de sus hermanos, era la abuela que jamás tuvo por parte de su madre, y la mujer que era imposible odiar, sobre todo cuando de pequeños les daba chocolate y dulces a escondidas.
Safia venía acompañada, por una de sus mejores bandejas, la de plata pura, la que usaba para sus invitados estrella. El olor a dulce le llegó de inmediato.
Sin dejar de mirarle se acercó al escritorio, dejó la bandeja y entonces la emoción inundó sus ojos y una sonrisa tembló en sus labios.
-Seryn dice que debo dirigirme a ti como señor Darwish -dijo mientras cruzaba el escritorio y se acercaba a él, indecisa porque evidentemente su hija también le había dicho que no estaba de buen humor. Eder cogió sus manos en cuanto la tuvo cerca y la besó con cariño, tal y como su madre les enseñó a tratarla, al fin y al cabo era la más mayor y respetable de esa casa.
-A no ser que quieras insultarme... -dijo acariciando sus manos.
Los ojos redondos de Safia, redondos como los de su hija, le miraron con ternura, como si aún fuera Eder de once años al que alguien tenía que consolar.
-Mi niño, cómo iba yo a insultarte -acercó una mano a su cara y le acarició como si comprobara que era real. Quería apartarla, porque por un instante se sintió indefenso, como si acariciara a un animal maltratado-, alguien tan guapo, joven y brillante como tu no puede ser llamado como un hombre malhumorado de cincuenta años.
-Pues tu hija estaba segura de que parecía un señor de cincuenta años malhumorado.
-Mi hija no tiene ni idea de hombres -dijo en tono desaprobador mientras se llevaba las manos a la cintura-, me encargaré de que recupere la cordura.
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AHLAM ~ Los hermanos Darwish ١
RomanceEder Darwish, el mayor de seis hermanos casi pierde la vida intentando salvar a su familia, tal y como siempre lo había hecho, desviviendose por cada uno de ellos. Tras volver a abrir los ojos y aceptar la segunda oportunidad de vivir que Allah le o...