CAPÍTULO 5

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No la miró, ni una vez, ni una, mientras que ella lo miró, y no una, sino tantas veces como hicieron falta para creérselo. Se dijo que mirar mucho no era bueno, pero no pudo evitar analizar los detalles nuevos que desvió en él. Como su mirada, sus ojos estaban más fríos, más oscuros, su rostro mucho más marcado, mucho más serio, su cabello cortado de manera acertada, marcando aún más sus facciones. Era él, el Eder de siempre, pero a la vez alguien nuevo, alguien distinto, alguien que no conocía, alguien que no tenía intención de siquiera dirigirle una mirada, un reojo, una señal de que se percataba de su existencia.

Sus hermanos despertaron tan felices, que hacía muchísimo tiempo que no presenciaba esa alegría en la casa de los Darwish. Shams casi saltó desde el piso superior cuando lo vio. Perdió el equilibrio en las escaleras, tropezó, pero alcanzó a su hermano mayor y lo abrazó fuertemente.

-De verdad que estas vivo -dijo Shams alzando la cabeza para mirar a los ojos a Eder.

-Convencerlo de lo contrario nos llevó un buen tiempo -murmuró Hayat que preparaba la mesa con Seryn. Hacía un rato que ella le había saludado a Eder y hecho tantas preguntas que su madre la obligó a preparar la mesa y dejarlo en paz.

No juzgaba a Shams, incluso ella creyó que él no viviría, todos pensaron que había muerto, que sobreviviera era un milagro que a todos les costó asimilar y creer, para un niño era aún más complicado, sobre todo cuando había perdido a un padre y otro hermano a tan temprana edad.

La alegría de Shams era tan dulce y emocionante que sintió presión en el corazón mientras los observaba. Eran casi idénticos, claramente sus facciones eran distintas por que Eder era dieciséis años más mayor que él, pero ella recordaba a Eder de pequeño, y si había alguien que se le pareciera tanto de todos sus hermanos era el pequeño Shams, la misma sonrisa, la misma mirada, el mismo carácter, excepto que Shams no había sido educado bajo la misma presión y angustia como había sido educado y criado Eder, y allí estaba la diferencia.

-Alhamdulillah, estoy mas que vivo -le dijo Eder mientras alzaba la cabeza de su hermano más pequeño mientras lo miraba con un brillo paternal y aprecio-, y mientras viva no voy a permitir que ignoremos la existencia del peluquero.- bromeó despeinando su pelo abundante y ondulado, casi rizado.

Ese día desayunaron todos juntos, su madre se negaba a hacerlo en días normales, era una norma que jamás le gustaba faltar, incluso si Maryam le pidiera que se sentara en la mesa, era una manera de recordar el lugar de cada uno. Pero ese dia era especial, todos estaban emocionados por la llegada de Eder, y en cuanto se sentaron en la mesa todos le hacían preguntas, apenas le dejaban tiempo para contestar antes de que alguien saltara con otra pregunta, Eder mientras tanto parecía calmado, amable y feliz, nada que ver con el Eder que había recibido horas antes.

Haron como siempre, llegó tarde a la mesa, sonriendo a todo el mundo, a veces se preguntaba si tardaba tanto arreglándose o por que simplemente su despertar era lento. Bajaba impecable, alisandose el pantalón de vestir, la de un buen empresario, elegante pero ajustándose a su estilo juvenil, como si fuera a algún desfile de moda, o simplemente había que destacar que todo lo que se ponía le sentaba de maravilla.

Se negaba a llevar corbata, y llegó al acuerdo con su jefe de departamento para cambiar esa norma anticuada, porque según él, sólo se aplicaba en el departamento de Barak, su jefe de planta, el más antiguo en la empresa. No supo si lo logró o se aprovechaba de ser un Darwish para cambiar esa norma.

Su cabello, más claro y lacio que el del resto de sus hermanos lo tenía recogido en una media coleta despejaba cualquier mechón de su atractivo rostro, siempre alegre e iluminado, extremadamente parecido al de su madre, excepto en la mirada, su mirada era idéntica a la de todos sus hermanos, e incluso algo más traviesa y grandes, brillantes e inteligentes.

AHLAM ~ Los hermanos Darwish ١Donde viven las historias. Descúbrelo ahora