El hermano de Kazuha observaba a Scaramouche con algo de incomodidad. Lo echaba de menos desde el día en que el peliazul lo abandonó y se sentía muy triste de haber perdido a su amigo. Pero no se iba a esforzar en volver a hablar con él, ya que lo conocía muy bien y sabía perfectamente que habría un ambiente muy pesado entre ellos dos.

-Mejor me voy, siento molestar- el chico que acababa de entrar ya se fue otra vez, dejando a los otros solos-

-¿Que no te gusto, dices?- preguntó Scaramouche mientras miraba a su amigo, ignorando lo que había visto segundos atrás-

-¡Cállate!- Kazuha corrió hasta su cama avergonzado, se sentó hecho bola y se tapó la cara fuertemente con su almohada para que no se viera lo sonrojado que estaba- ¡Aquí no ha pasado nada, calla! ¡Ni una sola palabra!

-Sí, sí, lo que tú digas- respondió el peliazul- Nadie me ha intentado besar, claro.

-¡No sigas!- gritó el peliblanco mientras lanzaba una almohada en la cara de su amigo-

Y así se estuvieron peleando toda la tarde, aunque no era una pelea en serio, así que se lo pasaban bien de esa manera.

Comportarse así se convirtió en una costumbre entre esos dos, pero cada vez se llevaban mejor entre ellos y se acompañaban mutuamente la mayor parte del tiempo.

Scaramouche empezó a cenar diariamente en casa de Kazuha, ya que acababa de trabajar demasiado tarde. Los Kaedehara se reunían en la mesa del salón con el peliazul y conversaban sobre sus cosas.

Por primera vez, aquel niño se sentía cómodo dentro de un núcleo familiar, aunque no fuera el suyo. En parte estaba feliz, pero no podía evitar sentir lástima por su hermana.

Le causaba una extraña sensación pasar más tiempo con los Kaedehara que la gente de su propia casa. Pero eso no le importaba. Después de mucho tiempo, Scaramouche sabía que estaba feliz, y eso era gracias a Kazuha.

Ambos chicos se acompañaban a todas partes y se molestaban entre ellos, pero eso solo hacía que se lo pasaran mejor.

A la gente de su alrededor se le hacía tierna la amistad que tenían, e incluso había rumores de que eran pareja o les gritaban cosas de vez en cuando diciendo que se besaran o que admitieran que estaban saliendo.

Al pasar por situaciones de aquel tipo, Scaramouche se enfadaba y discutía con todo aquel que lo molestara, aunque por dentro estaba muy avergonzado. Sin embargo, nadie se daba cuenta de eso. Nadie menos Kazuha.

Por otro lado, el peliblanco se sonrojaba cuando cualquier persona le decía cosas vergonzosas que tenían que ver con el peliazul. Sabía perfectamente que aquel chico lo hacía muy feliz, e incluso estaba bastante seguro de que le gustaba.

Se sentía muy cómodo a su lado y se le aceleraba el corazón cuando hablaba con él. Además, se emocionaba con cualquier cosa que Scaramouche hacía para ayudarlo, incluso por lo más mínimo.

Hubo una vez que el peliazul le regaló una navaja a su amigo, el cual estaba muy ilusionado por aquel regalo tan extraño.

Por suerte, Scaramouche usó su cerebro, cosa que no solía hacer, así que le dio la navaja cuando no había nadie delante.

Aprovechó la hora del patio para quedarse en el aula y así no asustar a nadie. Además, la mayoría de compañeros les soltarían silbidos o les dirían cosas vergonzosas sólo por ver cómo el peliazul le daba un regalo a su amigo.

Cuando Kazuha recibió el regalo, estaba sentado encima de su mesa con los pies colgando y balanceándolos levemente por lo feliz que estaba. Sus ojos brillaban de alegría, cosa que llamaba la atención de Scaramouche. Ya no veía aquellos ojos como un recuerdo o comparación de su antiguo amigo, sino que solamente le hacían pensar en el peliblanco que tenía delante suyo, el cual parecía un ángel.

•Scaramouche Raiden• | Kazuscara |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora