VII

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Scaramouche pasó un buen rato sentado delante de la flor que había plantado su madre. No mostraba ninguna expresión a causa del cansancio que tenía. Tan solo se movía su pelo, el cual tapaba parte de su cara por la brisa nocturna.

Pensaba constantemente en su madre. Estaba bastante seguro de que aquella mujer lo había visto unos instantes antes de irse, pero le parecía extraño que le hubiera dejado quedarse solo en el cementerio. En otras ocasiones le habría gritado y se lo hubiera llevado a casa después de castigarlo. Sin embargo, esa vez no lo hizo.

El peliazul asoció el cambio de comportamiento de su madre con la pérdida de aquel hombre que solía causar tantos problemas familiares. Le parecía extraña la tranquilidad que había habido en su casa cuando volvió del hospital, pero era bastante agradable no tener dolor de cabeza constantemente.

Imaginar que aquel lugar estuviera en completa tranquilidad en aquel preciso momento hizo que tuviera ganas de ir a ver a su hermana y su madre, así que se levantó y se dirigió a su casa lo más rápido que pudo para huir del frío que aumentaba cada vez más.

Después de cenar la rica comida que hizo su madre, Scaramouche estaba más feliz de lo normal. Hacía muchos años que no disfrutaba la comida de su casa, ya que no era un lugar agradable. Incluso a veces no podía cenar por el peligro que suponía salir de su habitación.

El peliazul quería intentar dormir, ya que eran las diez de la noche y estaba muy cansado. Sin embargo, algo dentro de él lo mantenía constantemente intranquilo, como si le faltara algo. O alguien.

Entró a la habitación de su hermana, quien se encontraba estirada en su cama hablando por mensajes con Yae Miko.

-¿Estás bien?- preguntó Shogun con algo de preocupación- Tienes la cara roja, ¿no tendrás fiebre?

-Me voy a quedar aquí- respondió Scaramouche para después sentarse en los pies de la cama con la espalda apoyada en la pared- No tengo fiebre.

-¿Te sientes solito en tu habitación?- la chica de pelo morado observaba a su hermano con una sonrisa- Está bien, puedes quedarte aquí. Avísame si quieres un abrazo, te veo preocupado.

El peliazul no quiso responder, tan solo se quedó usando su móvil para jugar a una de aquellas aplicaciones que la gente suele usar cuando no tienen nada que hacer.

Shogun seguía hablando con su novia mientras desviaba la mirada hacia Scaramouche de vez en cuando. Estaba preocupada por aquel niño, ya que se lo veía muy inquieto. Pero él no hacía otra cosa que distraerse constantemente y centrarse en sus cosas en silencio. Sin embargo, eso solo hacía que estuviera aún más nervioso.

-¿Necesitas algo?- preguntó su hermana- Estás muy raro, ¿ha pasado algo?

El peliazul no podía parar de pensar en lo feliz que lo había hecho poder dormir con Kazuha y abrazarlo para no pasar frío.

Aquellos pensamientos le causaban un gran sonrojo y mucha inquietud, así que, aunque intentara dormirse, tardaría al menos dos horas. Pero era incapaz de explicárselo a Shogun, ya que pasaría demasiada vergüenza. Tan solo le serviría para pedirle algo que lo podía ayudar mucho, pero no estaba seguro de que su hermana le pudiera dar la solución.

-¿Te sabes el número de teléfono de casa de los Kaedehara?- preguntó Scaramouche sin dejar de mirar al suelo fijamente mientras se moría de vergüenza-

Su hermana entendió inmediatamente lo que el peliazul quería, así que se sentó a su lado y lo despeinó cariñosamente.

-Tienes que pedir las cosas directamente, hombre- Shogun soltó una risita y buscó entre sus contactos- Tengo una amiga que conoce a Kazuha, seguro que nos puede pasar su número.

•Scaramouche Raiden• | Kazuscara |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora