XV

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Todo se sentía muy solitario. Las vistas a la ciudad no eran las mismas que siempre. Todo había cambiado para mal, perdiendo el sentido y llevando a Kazuha a un profundo hoyo inacabable que lo amargaba cada vez más, día tras día.

Desde aquella ventana, apoyado al alféizar y cubierto con una toalla para no aumentar el resfriado que estaba desarrollando, dejó la mirada perdida entre las vistas que tenía delante y no pudo evitar pensar en todo lo que le había pasado durante los últimos meses. La ausencia de Scaramouche en su vida le hacía sentir que le faltaba una parte verdaderamente importante de él, por no afirmar que esa era la que más necesitaba.

Por esa razón, por mucho que estuviera en la casa de Aether, escuchando la música y el alboroto que provenía del comedor de aquel lugar, seguía pensando en aquella soledad. Ni siquiera la gran compañía de su familia y sus gatos había sido de ayuda para llenar su vacío interior.

Al escuchar cómo alguien picaba la puerta de la habitación desde el exterior de esta, se aproximó para abrirla, cosa que no dio el resultado que esperaba al ver que nadie se encontraba detrás de esta. Por sorpresa suya, notó cómo una mano con un trapo húmedo apretaba su boca con fuerza, siendo arrimado a un cuerpo desconocido que no le permitía hablar ni comunicarse con nadie del exterior. Aquello no era nada bueno.

Trató de deshacerse del agarre, utilizando toda su fuerza y removiéndose desesperadamente, pero no resultó victorioso. Poco a poco, fue adormeciéndose hasta caer rendido, sintiendo cómo todo daba vueltas y costándole percibir la realidad.

Finalmente, cerró ambos párpados por completo y cayó rendido, a lo que Albedo, el responsable de la situación, se lo llevó a rastras por donde había venido: una puerta corredera escondida en una de las paredes. Aprovechó los pasadizos secretos que recorrían toda la casa para llevárselo de ahí sin que nadie lo viera, transportando su cuerpo como si de un saco se tratase.

Tras bajar unas largas escaleras, Kazuha fue tumbado en la cama de una celda, no sin antes quitarle toda la ropa para evitar que usara cualquier tipo de artilugio para escapar del lugar. No pasó demasiado rato hasta que despertó, aún bajo los efectos que el rubio le había provocado con las drogas.

Se sentía totalmente mareado, como si se hubiera echado una siesta de cuatro horas, despertando a las siete de la tarde lleno de sudor. No tenía la menor idea de dónde se encontraba. Lo único que era capaz de ver a su alrededor se trataba de una sala cuadrada con tres paredes grises y viejas y unos barrotes que no le permitían salir al exterior.

Apenas podía escuchar algún ruido, tan solo varias voces desconocidas a lo largo del pasillo en el que se encontraba su celda. Poco a poco, fue tomando una mejor consciencia de la realidad y a recordar lo que había pasado antes de caer dormido. Fue entonces cuando un rubio se plantó al frente suyo, al otro lado de los barrotes, analizándolo de arriba abajo.

Aether.

No presentaba una expresión de superioridad o asco ante él, sino preocupación. Sentía lástima por el pobre chico peliblanco, tan indefenso como un conejo en un nido de águilas hambrientos.

—Aether —musitó apresuradamente, acercándose al de la larga trenza y agarrándose a los gruesos tubos que le impedían su libertad—. ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Dónde estamos? Hay que ir a por Scara, seguro que está preocupado.

—¡Shh! Cálmate —susurró, llevándose un dedo a los labios—. Nadie sabe que estoy aquí, no puedo quedarme mucho rato. Solo quiero decirte que vamos a salir de aquí, tú no le lleves la contraria a nadie y no te harán demasiado daño.

Sin siquiera haber podido procesar la aparición que hizo el rubio, este se esfumó con la misma rapidez que había usado para llegar. Otra vez, Kazuha se había quedado sin compañía, completamente solo en aquella pequeña y mugrienta celda.

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⏰ Última actualización: Jun 21 ⏰

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