|•HaRi, una delicada Omega amante de las noches de descontrol, tendrá que renunciar a todo cuando Park JiMin, un dominante Alfa Italiano la reclama como suya cuando una manada de Alfas cegados por el morbo quieren abusar sexualmente de la Omega inco...
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HaRi observó con precisión el modo en el que el alfa se desajustaba la corbata frente al espejo que contenía aquel enorme cuarto de baño. Enorme, pulcro y más que bien iluminado. Al entrar, la Omega había quedado deslumbrada, porque era el doble de grande del que tenía en la habitación que le habían designado a ella.
Era realmente espacioso. Además de poseer un cuarto de ducha, tenía, aparentemente, su propio jacuzzi en un rincón, si es que era uno, o tal vez sólo era una tina demasiado grande. Hari no lo sabía. La misma estaba siendo acompañada de algunas velas encendidas en unos de sus extremos. Y la omega lo primero que hizo fue preguntarse en qué momento habían preparado todo eso, porque el agua, al parecer, ya estaba lista.
Un ligero vapor llenaba el ambiente, empañando apenas un poco el cristal de aquel rectangular y ancho espejo sobre el lavado. La omega continuaba observándolo, atenta ante cada minúsculo movimiento que ejercía el de ojos miel al quitarse la camisa. Pensó que seguiría despojándose del resto de la ropa, pero, en cambio, se volteo hacia ella y se acercó pacíficamente hasta quedar frente a frente.
Por alguna razón, el corazón de Hari se aceleró cuando las manos del alfa comenzaron a desvestirla. No entendía a que se debía su repentino nerviosismo. No era la primera vez que le quitaba la ropa, no era la primera vez que sus ojos y sus manos recorrerían su cuerpo. Y entonces, obtuvo la respuesta. ¡Sí! estaba siendo la primera vez que la desnudaba en ausencia de su celo, el cual por fortuna se había marchado hacia unas cuantas horas atrás.
Todo era tan diferente sin su celo. Ahora no lo deseaba con tal desesperación. No moría de ansias por ser dueña de su nudo por un instante. Ni siquiera se sentía seducida por la idea de que algo sexual ocurriera. Es más, ni siquiera tenía ganas de que eso pasara. Ya había tenido bastante por ese día. Lo único que quería era un momento de paz. Y Hari lo sabía. Sabía que sin su celo ahora le sería mucho más fácil resistirse a aquel alfa. Le gustara o no, ella no iba a ser una sumisa.
Aunque quizá, pensándolo de otra forma, se lo debía. Es decir, no solo se había molestado en defenderla de aquel otro alfa en la cena, sino que también la había rescatado de caer dos pisos abajo. Tampoco olvidaba sus halagos cuando la autoestima se le había desmoronado. Se había portado muy bien con ella aquella noche, y tal vez debía demostrarle su agradecimiento respondiéndole de igual modo: portándose bien.
-Gracias -soltó Hari de la nada, mirándolo directo a los ojos.
El alfa se limitó a esbozar una leve sonrisa.
-Entra -dijo este, indicándole con un gesto de la cabeza el sitio en el que se ubicaba el jacuzzi, o lo que fuese.
Hari tardó en reaccionar, y darse cuenta que ya estaba completamente desnuda. Sus mejillas se encendieron con ligereza aunque no tenía sentido sentirse apenada. No tardó en hacerle caso, ingresando con cuidado al mismísimo paraíso. El agua climatizada se sentía tan bien que su cuerpo adquirió con rapidez la relajación que su ser tanto anhelaba.
