capítulo 4

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He visto el sol oponerse y dar paso a la luna, lo hice, acurrucada en un rincón de la habitación, brazos abrazando mis piernas, cabeza encima de mis rodillas, llorando y lamentando mi mala suerte. No hay rastros de Bruna, ella se ha ido con el desconocido.

Las horas han pasado lentas, causando en mi alma agonía y desesperación. El cambio de escenario y persona, no me gusta para nada. Siento que voy hundiéndome en el abismo de la derrota y desesperanza.

Esta calma y paz, no es buena. Tengo experiencia en ella, cuando creí haber encontrado una solución y me trajo la muerte de quien me amó tal como era.

No son los sitios de siempre, no hay ruidos, llantos o gritos de auxilio. En este lugar, estoy sola y no suele ser así. Me llevó a un hospital y fui atendida como si fuera importante. He tenido lesiones peores y nunca me llevaron a un sitio para curarme ¿Qué cambió?

El silencio que me rodea trae cierta paz, la experiencia me dice que esta no fue dada para mí. ¿Paz? Esa palabra me la arrebató mi padre cuando decidió venderme hace tres años, lo poco que quedó se esfumó tras su muerte. Desde ese tiempo he pasado de sitio en sitio, nos trasladaban cuando había riesgo policial.

Nunca estaba sola, me acompañaban chicas como yo o niños. Cuando eran los primeros era la encargada de cuidarles, en cuanto a las mujeres de hacerles la comida. Jamás supe cuál sería mi destino, vivía para idear un plan perfecto y escaparme. Lo demás perdía interés.

Jamás fue en un hogar real y este lo parecía.

La habitación era cuatro veces más grande que los acostumbrados. Todos los acabados, cama, mesa de noche, tocador y baño daban la sensación de ser nuevo. Olía a limpio, a fragancias finas, a madera recién pulida, aquel aroma me trae recuerdos de mi niñez y mi corazón se estruja.

Doce horas, es lo que creo han pasado después de los enfrentamientos y a cada minuto que se le suma es un interrogante nuevo. El mayor de todos es que mi mascota lo adora, al punto de no atacarle cuando él estuvo a punto de asfixiarme.

No sé qué le ha llamado la atención, ella ha olvidado que estuvo a punto de matarla y antes de eso lo había atacado. De ninguna manera esto, luce como la descripción que me daban a donde nos llevaban. Aquel sitio en que según Fellón sería mi lugar definitivo.

El ruido de un motor encenderse me hace alzar el rostro y permanecer expectante. Cuando el vehículo cruje doy un salto y corro hacia la ventana. Vigilo hacia el jardín sin descubrir la cortina, la tela gruesa y oscura me brinda anonimato.

El desconocido está encima de una moto y se dispone a irse. Alza el rostro hacia donde estoy, su mirada es tan intensa que logra hacerme retroceder.

Con un pie en el césped, el otro en el vehículo, manos en ambos manubrios vigila la ventana cerrada. Hay miles de advertencias en ese gesto lleno de odio, es tan intensa que por un momento olvido que no puede verme. Regresa la vista a su vehículo, apoya el otro pie en ella y se pierde en la oscuridad de la noche.

¡Esa hora o nunca!

—Bruna —la llamo en la oscuridad —¡Bruna! —esta vez lo acompaño con un silbido.

Camino hacia la puerta y el descubrimiento de no estar bajo llave debería alertarme o retroceder. Ninguna de las dos sucede y en mi corazón solo hay alivio.

—¡Bruna!

No hay rastros de ella y no tengo planeado dejarla con ese hombre. Atravieso el pasillo atrapada en el olor a pintura fresca, descalza y con el asombro por cada cosa que veo.

—¿Bruna?

Un aproximado de siete metros de largo por dos de ancho y solo observo dos cuadros. El mismo perro negro en cada uno de ellos, mi caminata finaliza al pie de unas escaleras y lo que veo me deja sin aliento.

Estanislav (Saga Angeles y Demonios #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora