Abrigué la esperanza de que todo iba a cambiar. Nos llevamos tan bien en Moscú, que creí toda aspereza había quedado atrás. Éramos compañeros de trabajo y él, lo más cercano a un jefe, una buena relación laboral haría de nuestro entorno un sitio agradable.
Estaba equivocada.
A menos de un día de volver, me prohibió llegar al ático, sin darme más explicaciones y exigirme obedecerle. Triplicó la seguridad en casa, instaló varias cámaras y sensores por todos lados y se negó a darme las claves. Como si todo aquello no fuera suficiente, me dejaba sola durante el día y hasta algunas noches.
Uno de esos pocos días en que tuve la dicha de cruzarme con él, me dijo que estaba ayudando a Noah con la organización de la casa. Lo recordé como el novio de la boda, aunque no hablé con él y lo vi de lejos.
Escucho el ruido de la moto alejarse, pero permanezco en la cama. He tomado, por costumbre, que mi día empieza cuando estoy sola. Eso me dará la certeza que lo haré con el pie derecho y no con una amonestación o disputa.
Ruedo mi cuerpo en la cama y busco alrededor de la habitación. ¿Por qué no me sorprende? No hay señas de Bruna, ella sigue prefiriendo la compañía de Stan antes que a su compañera de vida y en nada tiene que ver la comida extra que le da.
Los días son largos, aburridos, hice el recorrido por la casa de tantas maneras posibles y variadas, que ya puedo hacerlo con los ojos cerrados. No hay mucho que hacer y cada día me invento una nueva labor.
Pese al encierro y lo hostil que era cuando de llegar sola a las rejas se trataba o insinuarle salir al parque cercano. Me resultaba difícil odiarle, hasta el día de hoy, me ha ayudado sin pedir nada a cambio. Mi mente me repetía que era socio de Fellon o lo conocía, no podía sentir cosas buenas por él.
Stan hizo parte de las personas que llevaron a mi padre a la tumba.
Leí el informe en un par de ocasiones más, para asegurarme que no fue un sueño y recordar el tipo de persona que era. Cada día en esta casa, protegida, me resultaba difícil, asociarlo a esa red de pedófilos. Si bien, era mi carcelero y algo temperamental. La realidad es que ha tenido solo buenos detalles. Me rescató de la basura, cuidó a Bruna y me salvó la vida varias veces.
Seguía estando encerrada y sin poder salir por mis propios medios, no me daba motivos y aseguraba que no era de mi interés. Las veces que salí a la calle, fue con él y no tardamos ni media hora.
El día pasa sin novedad, la limpieza de la casa es cada vez más fácil, a tal punto que estoy por creer la vivienda se está encogiendo. Ese pensamiento me llega al entrar en la cocina y sonrío sintiendo las quejas de mi estómago por no haber probado bocado en todo el día.
Me detengo al escuchar un cristal que se rompe en la parte de arriba de la casa. No lo he soñado, Bruna lo ha percibido, sus orejas están en alto y todo su cuerpo alerta. Un segundo ruido más claro que el anterior y el chillido de un animal hace a Bruna ladrar y subir las escaleras. Dándome la certeza que no es una alucinación.
Algún animal se debió quedar atrapado en la ventana del ático. Un mapache o zorrillo, he visto a varias de esas dos especies hurgando en la basura. Bruna llega primero que yo, empezando a ladrar molesta.
—La pobre criatura, no solo está herida y asustada. También debe soportar tu mal humor —la reprendo al llegar un poco exhausta por mi correría escaleras arriba.
Antes de fijarme en el animal, lanzo una mirada fugaz a todo el lugar. Busco el motivo por el cual ha prohibido mi llegada a este lado de la casa. Antes de la advertencia, lo hacía y solo encontré cajas de decoraciones, de Halloween o navidad.
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Estanislav (Saga Angeles y Demonios #3)
Misterio / SuspensoLibro 3 Saga Ángeles o Demonios El regreso a las calles le trae a Estanislav recuerdos dolorosos de su niñez. Conocerla a ella le obliga a exorcizar parte de aquel pasado que creyó olvidado. Mía, como decía llamarse, le exige no solo paciencia (con...