Stan había traído a una nueva integrante a la casa, se encargaría de las cámaras de vigilancia y seguridad. Recuerdo que dijo sería mi compañía, pero parecía más la suya. La mujer gustaba de estar a su lado, sonreír mucho y coquetearle.
Él, por su parte, no le era indiferente.
Madeline era su nombre, dueña de un con cuerpo estilizado, rostro almendrado, grandes ojos azules, una cabellera negra larga que llevaba siempre suelta. Complementando con una hermosa sonrisa, madurez y encanto.
Había que admitirlo, Madeline no parecía una cría como yo. Mis 26 contra sus 31, su seguridad, contra mis miedos, etc. Por sobre todas las cosas, estaba que Stan le rendía una especie de tributo cada que ella se cruzaba en su campo de visión.
Para mi alivio, no dormía en casa, ella se iba en las noches, no sin antes asegurarse que todo estuviera correcto. Estaba al pendiente de mí, si no me veía, me buscaba, era muy parlanchina y divertida.
Madeline, era perfecta, eso me amargaba y deprimía.
Me enseñó como ver las cámaras, me obsequió los códigos de entrada de la casa y copia de las llaves. Aseguró cuando en un principio me negué a recibirlas que era necesario las tuviera. En caso de un incendio o una alarma de emergencia.
Podía morir calcinada o ser asaltada. "—No se lo digas o estaré en problemas." Fue su única advertencia. Yo seguía sin acudir al jardín o las rejas, no sola. Mis sueños seguían siendo inquietos y la certeza que era asechaba aumentaba día tras día. Tener las llaves no hacia diferencias, yo seguía sin querer salir de casa y con miedo.
Stan, en las últimas fechas, estaba sumergido en su trabajo y no me prestaba mayor atención. En las pocas veces que se quedaba, hablaba con Madeline o la llamaba si ya se había ido. Ese comportamiento me llevó a pensar que recurrió a ella para que me diera las claves y llaves de la casa. Una forma de deshacerse de mí y evitar despedidas.
No había hablado más de la salida de viaje y la fecha poco a poco se acercaba. Desde que la exuberante mujer llegó, se alejó de mí, ella ocupaba todo el tiempo que durara en casa.
Su comportamiento fue de ayuda en cuanto a mis pesadillas. Me vi obligada a no buscarle y enfrentar a mis miedos. Por fortuna, no volví a ver al hombre con máscara de conejo, aunque, el miedo estaba allí.
Muy a pesar de que no me había dado motivos, empecé a odiarla. Me frustraba no poder hacer nada para atraerlo. La forma en que sonreía mientras está con ella, también la odié.
Madeline tiene muchas anécdotas divertidas en su haber, mientras yo, un nudo de problemas, miedos y baches de mi vida que no puedo traer a la luz. Ejemplo de ello, es este instante. Sirvo la mesa escuchando su relato sobre un jefe casado con encuentros gay y sus deslices.
—Tenía cierto fetiche de hacerlo en cámaras. —mueve las manos al aire de forma teatral —era un actor porno frustrado.
—Uno de baja calidad supongo. —comenta Stan y ella afirma divertida.
—Puedo decir sin temor a equivocarme —calla al ver que dejo su desayuno —gracias, querida.
¡Púdrete! Quise decirle, no obstante, lo que salió de mis labios fue.
—Un placer.
—El peor trabajo de mi vida. —retoma la conversación obsequiándome su mejor sonrisa y un guiño.
Cuando llega el momento de Stan, este no mira en mi dirección, tampoco da las gracias y su rostro está fijo en Madeline. Sigo el camino de lo que causa esa sonrisa de estúpido y suspiro.
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Estanislav (Saga Angeles y Demonios #3)
Mystery / ThrillerLibro 3 Saga Ángeles o Demonios El regreso a las calles le trae a Estanislav recuerdos dolorosos de su niñez. Conocerla a ella le obliga a exorcizar parte de aquel pasado que creyó olvidado. Mía, como decía llamarse, le exige no solo paciencia (con...