Capítulo 12

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Narrador

Las luces de neón que iluminan el letrero de cerrado y se reflejan en la copa que Lucas sostiene en sus manos. Abstraído por los colores que salen al cruzar el líquido ámbar de su interior, ignora el parloteo de su compañero de mesa.

Esas mismas luces iluminan su silueta que es vista por el hombre en el camaro negro parqueado en la acera del frente. La mano que sostiene el cigarro sobresale por la ventanilla del vehículo en actitud relajada.

Lucas ha notado que aquel auto de lujo lleva detenido frente al local más de dos horas. Los vidrios oscuros frontales le impiden ver cuántos son, de momento, sabe que hay uno en su interior, el del cigarro.

—¿Me estás diciendo que a tus hombres les quedó grande traerla? —La pregunta viene acompañada de un golpe seco en la mesa.

—En realidad —aclara estirando sus largas piernas sin dejar de ver el auto —lo que quiero decirte, es que he dado la orden de no gastar un dólar más en eso.

Ha aprendido que batallas puede ganar, cuáles perder y lo más importante es saber cuando retirarse. En esta ocasión, no lo hace por temor, aunque debe confesar su oponente es peligroso. Lo hace porque no hay algo relevante en rescatar a una puta, cuando tiene muchas más hermosas, dispuestas y que generan grandes dividendos.

—¿Por qué? —insiste en saber Kevin —es una simple chica, que permanece sola la mayor parte del tiempo.

—Eso amerita un operativo, que genera gastos —aclara dándole un sorbo a su bebida—mis gastos, de mi bolsillo —recalca.

Conoce el rostro que ve en Kevin, sus ojos negros se oscurecen, al tiempo que sus labios se han perdido detrás de su bien cuidada barba. Kevin White Anderson, detesta la ineptitud, por sobre todas las cosas, aborrece a quien interfiere en sus planes. Algo que tanto Borch, como esa ramera lo han hecho una y otra vez.

Interferir en sus planes.

—Borch asesinó a uno de los nuestros y gracias a la chica hubo que deshacerse de nuestro mejor hombre —le recuerda, pero Lucas sigue reacio en su decisión.

Toda labor ilegal tiene bajas, algunas más delicadas que otras, más dolorosas o sin sentido. Ambas bajas fueron producto de la testarudez de quien tiene en frente, pero se niega a aceptarlo. En este instante, ha perdido el interés de sus inicios, ya no le resulta atractiva la sueca, es solo el orgullo por no dejársela a otro.

—Olvidaste mencionar que ese asesinato fue a plena luz del día, con testigos o un puto error. Una escena que quedó limpia y un cadáver que hubo que reconocer por  los dos dedos que le hacían falta en su mano derecha —le recuerda su compañero —olvídate de esa chica Kevin, hemos perdido a grandes amigos. Un coño no vale tanto.

Kevin, de 55 años, la gran mayoría de ellos metido en este mundo, a tal punto que conoce cada recoveco, odia que algo se le salga de las manos. Es un ganador, toda la vida su padre le instruyó para serlo. Mia Dekker ha dejado de ser una chica hermosa y se convirtió en un reto, un premio de consolación que desea arrebatarle al hombre que interfirió en sus planes.

Recoge el vaso de la mesa y lo lanza a la pared más cercana. El exabrupto no logra calmarle, por lo que va al bar y lanza varias botellas al azar. Lucas lo observa cruzado de brazos y acostumbrados al poco control de su ira. Con todo, decide poner punto final a esta historia.

—¿De quién es la culpa? —le recuerda —tuya y de Jeff, por enamorarte de esa ramera. Tantas putas en el mundo y te fijas en la más demente de todas.

—Tú diste la orden de asesinarla ¿Por qué motivo? Era mi propiedad, mi negocio —Lucas, recoge sus piernas e inclina su cuerpo hacia la mesa.

—No olvides que soy el dueño y que solo eres mi rostro —le aclara en calma. —la compraste con “Mi dinero” … No lo olvides—apunta el dedo índice de la mano que aún sostiene la copa hacia él a manera de advertencia.

Estanislav (Saga Angeles y Demonios #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora