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-Tú amigo está en todas partes ¿verdad?

-Eso parece.

Sigo viendo por el camino sin prestarle mucha atención, a mi hermano parece no agradarle en lo absoluto Teo y lo deja claro cada vez que lo encuentra acompañándome en la facultad, el camino de regreso a casa siempre incluye la frase, "ese tipo tiene algo que no me gusta". Verlo en el evento de mis amigos fue algo que no soportó.

- ¿De quién hablan?

Mi hermana viene en el asiento trasero y al igual que yo ha notado el poco agradable tono con el que mi hermano ha hecho su pregunta, lo que me hace recordar que ella no sabe de la existencia de Teo, pues no suelo hablar de la escuela en casa y mi hermano no lo menciona en lo absoluto. –De un compañero de clase.

-Que casualmente siempre está acompañando a Ania a cualquier lugar, por cierto ¿Cómo apareció en la U.R.P.? ¿Qué no es de U.L.A.?

-De hecho, lo es, pero tal parece que la profesora Tania es su tía y ella lo invitó, créeme que entiendo esto menos que tú.

Su cara sigue sin cambiar y se limita a alzar una ceja y seguir manejando, estoy segura de que no cree ni una sola palabra de lo que he dicho, pero no hay nada que yo pueda hacer con respecto a eso, así que durante el resto del camino nadie habla mucho, al llegar a casa, bajo mi maleta, me voy directo a dormir y no despierto hasta que mi alarma suena al día siguiente.

Llego a la escuela aun tallando mis ojos con una de mis manos e intentando disimular un poco mis bostezos.

– ¿Todo en orden Catalina?

En un gran esfuerzo levanto la cabeza y veo a Catrina frente a mí. -Sí, es solo que aún no termino de despertar. Un bostezo se escapa sin que me dé cuenta, lo que la hace sonreír y despreocuparse.

Entramos en el salón y a los pocos minutos el profesor hace lo mismo, las clases pasan de manera muy lenta y los párpados me pesan cada vez más. La campana de salida suena, Catrina se despide mientras guardo mis cosas y la veo desaparecer por la puerta. Luego de terminar me cuelgo la mochila que ahora mismo siento que pesa más que nunca, camino lentamente y cuando estoy a un par de pasos de la puerta pierdo el control de mis piernas, las siento aflojarse y caigo de rodillas al suelo, pongo las manos a los lados y cierro los ojos para intentar entender lo que está pasando y aclarar mis ideas, pero todo parece muy confuso.

Un par de brazos me rodean y me ayudan a ponerme en pie. – ¿Estás bien?

Asiento lentamente a manera de afirmación, pero estoy segura de que no me cree, porque coloca una de sus manos en mi frente, su piel se siente fría y quisiera que la dejase ahí pues es realmente agradable, ¿será por el clima? Mis piernas aún tiemblan y siento que si doy un paso caeré nuevamente, así que me quedo justo donde estoy intentando recobrar el equilibrio. –Voy a llevarte al médico. Alzo la cabeza al escuchar eso y lo veo bastante decidido.

-No, tengo que ir a la escuela. Empieza a caminar y prácticamente me lleva a rastras junto a él, con rumbo al estacionamiento. –No quiero ir contigo a ningún lado.

Se le escapa una pequeña carcajada y vuelve a estar serio. –No estás en posición de exigir nada, no puedo creer que aun delirando no me dejes ayudarte.

-No necesito tú ayuda, estoy bien. Me suelto de su agarre y doy dos pasos antes de volver a caer, o casi, pues él es más rápido y me sostiene antes de tocar el suelo.

-Bien una cacaragua, ahora mismo vamos al médico para que te revisen. Sigue caminando y llevándome junto con él aun contra mi voluntad, haciendo que apuñe mis cejas y lo empuje en el mayor de mis esfuerzos por no avanzar, pero no parece funcionar, pues se limita a reír y seguir adelante como si yo no fuese nada.

Sin Duda AlgunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora