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¡Casa, casa, casa! ¡Por fin! Tomo mi boleto y subo al autobús sin pensar mucho, elijo uno de los asientos del fondo, dejo la mochila en mis piernas, me recuesto un poco para descansar los ojos y sin darme cuenta termino dormida.

-Hey, despierta, oye, vamos, arriba, solo será un minuto, lo lamento, aquí tiene el boleto de la señorita.

-Si no quitas tu mano, van a pasar cosas muy malas. Medio bostezo y parpadeo un par de veces para despertar un poco más rápido, cuando logro enfocar debidamente, una enorme sonrisa me recibe.

- ¿Así tratas al amor de tu vida?

Una risa seca se ahoga en mi garganta y me limito a mover la cabeza de lado a lado, Samuel puede ser muy gracioso cuando se lo propone. -Cuando este frente al amor de mi vida, lo saludaré como es debido, mientras tanto, no cuentes con que sea amable ¿no te dijeron que es de mala educación despertar a las personas?

Me giro y acomodo para seguir durmiendo mientras él empieza a moverme para que voltee hacia dónde está. –Creo que me lo dijeron al mismo tiempo en que a ti te enseñaban a no dejar a las personas hablando solas.

-El sueño te sobrepasa, ¿me dejas dormir?

- ¿Responderás que sientes por mí?

-Me gustas, pero tienes novia, así que no creo que cambie mucho las cosas. Acomodo mi cabello para que me cubra de la luz e intento dormirme nuevamente.

- ¿Qué dijiste?

-Que me gus...

¿Qué fue lo que dije? ¡Oh! No es cierto, lo dije, se lo dije, me giro lentamente y lo veo sin expresión alguna, está esperando una respuesta, le dije que me gustaba, está hecho. Respiro profundo y me siento como es debido, si ya inicié con esto es mejor terminarlo ahora. –Creo que ambos escuchamos bien, me gustas, corrección, gustabas, los chicos con novia pierden el encanto frente a mí.

-Ania, ¿Por qué no me dijiste esto ayer?

Respiro profundo y muevo la cabeza mientras tallo mis ojos para terminar de despertar. -No pude, entré en pánico otra vez, además considerando como terminó la noche dudo que hubiese hecho alguna diferencia.

- ¿Otra vez? ¿Desde cuándo pasa esto?

Muevo la cabeza de lado a lado y levanto los hombros para restarle importancia a la situación. - ¿Recuerdas cuando estábamos en primaria?

- ¿Ania? ¿Estás hablando de aquellas notas?

Respiro profundo y bajo la cabeza, ¿Cómo se supone que llegué a esto? Vamos Catalina, tú puedes, ya iniciaste, las cosas se hacen bien... o mejor no se hacen. Levanto la cabeza y lo veo a los ojos.

–Sí, de esas, cuando dijiste que eran cuatro letras yo ya suponía por donde ibas, pero aún quedaban muchas opciones, así que decidí no asegurar nada, cuando la respuesta era obvia, entré en pánico, me dio miedo que las cosas fuesen en serio, soy una persona muy tímida, me aterró la idea de todo lo que apareció en mi mente y decidí que lo mejor era no decir nada, tiempo después esperé que se diera la oportunidad y que hablaras de eso nuevamente conmigo, pero no lo hiciste.

Continua con sus ojos clavados en los míos durante un momento hasta que no lo tolero y veo hacia cualquier otro lugar.

- ¿Por qué nunca me dijiste nada?

-Porque no podía, ¡Entiende que el miedo me atrapó! ¡Soy tímida!

Luce confundido y mueve ligeramente la cabeza, en lo que supongo es su intento por hacer encajar las piezas. -Pero si te he visto platicar con Valdenebro y el otro chico como si nada.

Sin Duda AlgunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora