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-Corderito... ¿Iras a casa este fin de semana?

Mi corazón late mucho más despacio al escuchar esa pregunta, aun cuando ya han terminado las clases y la primera semana de exámenes está por finalizar, dos profesores han pedido su trabajo final para el lunes y otros dos quieren que expongamos martes o miércoles, si me voy a casa definitivamente no tendré tiempo de hacer nada. Muevo la cabeza de lado a lado para contestar a su pregunta y veo una enorme sonrisa, la que contesto con un limpio golpe en el hombro.

– ¿Tienes idea de lo triste que eso me pone?

- ¿Ups? A mí no, te invito a desayunar el sábado ¿qué dices?

-Que tengo infinidad de trabajos y no sé si me den los tiempos.

Se queda callado por unos segundos y luego sonríe nuevamente. –Puedo ir a tu casa a ayudarte con eso.

Sigo trabajando en mi computadora y ni siquiera volteo para responder. –Por supuesto que no, mis hermanos no van a estar y no pienso dejar que un sujeto extraño entre a mi casa cuando estoy sola.

- ¡Hey! Creí que ya éramos amigos, firmaste un contrato, creo que ya no soy un extraño.

-Aun así, estás loco si piensas que entrarás a mi casa, además trabajo mucho mejor sola y tu deberías concentrarte también en tus deberes.

-Yo ya he terminado todas mis tareas corderito, ¿oye? si llevo a Catrina ¿Se puede?

-Catrina tiene compromisos los sábados, deberías saberlo.

Escucho como expulsa todo el aire exasperado, haciendo que sonría, pero no logrando que desvíe mi atención del trabajo en el que estoy. - ¡Ya sé! ¿Y si llevó a una amiga?

-Entonces tendría que estar al pendiente de ustedes y no podría estar haciendo mi tarea por preocuparme de las visitas.

- ¡Pero si vamos a ayudarte no vas a tener que preocuparte!

-La manera en que fui educada dice que toda aquella persona que llega a tu casa y no vive en ella es una visita, por tanto, debe ser tratada como tal, ¿qué clase de modales te enseñaron en casa?

-Podría sorprenderte corderito, tal vez ni siquiera lo creerías.

-Pues dudo que te hayan enseñado a guardar silencio, necesito terminar esto, si me disculpas. Meto todo a la mochila y me la cuelgo al hombro. –Nos vemos luego Cástor.

-No te vayas, vamos, acepta mi invitación para mañana.

Me giro hacia él y pongo una de mis manos en su brazo y lo veo a los ojos por unos segundos. -Tengo mucha tarea y los finales se acercan también en U.L.A., entiéndelo, no puedo decirte que sí y a última hora cancelarlo, eso sería grosero y descortés de mi parte.

Mi voz suena un poco tranquila, aunque sin quererlo detecto ese tono que las mamás utilizan para explicarles a los niños que no pueden jugar en la calle a altas horas de la noche, sujeta mi mano y me acerca más a él pasando su brazo por mi cintura y quedando a pocos centímetros de mi cara, intento soltarme, pero es mucho más fuerte que yo y tiene mis brazos atrapados sin esfuerzo, aun cuando sé que no me lastima en lo más mínimo, no poder moverme hace que me enoje, sé que lo nota porque sonríe, pero no me suelta, aprieto la mandíbula y respiro un poco.

- ¡Suéltame!

- ¿Qué si no quiero?

Su voz es segura y retadora. -Hare que te arrepientas.

-El corderito quiere volverse lobo, que tierno.

Ahora el tono de su voz es odioso, ¡se está burlando de mí! Muevo la parte superior de mi cuerpo nuevamente para intentar zafar mis brazos logrando que una carcajada se escape de su garganta, la cual termina al instante debido al intenso dolor que supongo ahora mismo debe estar sintiendo pues al moverme acomode mi pierna justo para poder golpearlo en la zona que creo que es la más sensible de los hombres, me suelta al instante y cae al suelo de rodillas, doy un paso atrás, esperando que se levante, pero no ocurre, levanta un poco la cara y conecta su mirada con la mía durante unos segundos en los cuales veo como un par de lágrimas corren por sus mejillas. Me pasé. Al instante estoy en el suelo a su lado para ayudarlo.

Sin Duda AlgunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora