10

2 0 0
                                    

- ¿Todo bien corderito?

-Debí agregar eso al contrato.

Una sonrisa aparece en él y me hace sonreír de regreso, pero rápidamente se esfuma cuando mi mente regresa a darle vueltas al problema con Teo y Samuel. No sé cómo manejar la situación, así que los he evitado en medida de lo posible, por suerte para mí es cierre de semestre en U.R.P. y tengo que quedarme aquí hasta tarde, he hablado con mis maestros de U.L.A. y han accedido a darme permiso de faltar un par de días siempre y cuando, entregue todos los trabajos en tiempo forma una vez regrese. Sé que será un tanto complicado, pero fue lo mejor que puede pensar.

–Luces distraída, más de lo normal y eso en tu caso es preocupante, ¿segura estás bien?

Cástor lleva una de sus manos a mi frente y luego a la suya para comprobar mi temperatura, cosa que realmente me hace sonreír.

–Tranquilo estoy bien, es solo algo que tengo que resolver, un problema personal que realmente me tiene confundida.

Su gesto se relaja y veo como la preocupación se aleja un poco. -Soy muy bueno dando concejos corderito, por qué no pruebas diciéndome que pasa, tal vez te sorprenda y pueda ayudarte.

- ¿Si te cuento, a cambio prometes dejar de llamarme corderito?

Lo piensa por unos segundos y después sonríe. –No, dijiste que te molestaba el tono con el que antes te llamaba corderito, ya lo he cambiado así que no dejaré de llamarte de esa forma, además si me pides que lo deje, solo me darás motivos para buscarte un nuevo apodo, corderito es algo lindo, ¿por qué no te gusta?

- ¿Hay alguna posibilidad de que te saque esa idea de la cabeza?

- ¿Hablando seriamente?

Digo que si con la cabeza mientras analizo cada uno de sus gestos. –No lo creo, me gusta mucho llamarte así, sumado a que nadie más lo hace y es algo solo mío. Sonríe enseñándome todos los dientes y luego fija su vista en mí, pero para el momento en el que voltea ya estoy pensando de nuevo en el inconveniente sobre el que no tengo idea de que hacer.

–En realidad deberías intentar pedir concejo, sé que somos amigos desde hace muy poco, pero también esta Catrina y tus amigas de donde sea que vengas. Una sonrisa se escapa de mí y él sonríe junto conmigo. –Está bien que te guste resolver las cosas sola, porque basado en lo que me has dicho, de manera no muy cortés debo admitir y lo que he podido observar, eres ese tipo de persona, pero todos, tarde o temprano necesitamos la ayuda de los demás, no importa cuán fuerte o indestructible creas ser, vamos cuéntale tus problemas al tío Cas, pequeña.

De su chaqueta saca un par de lentes para leer y se los coloca en la punta de la nariz al mismo tiempo que toma una libreta y un lápiz y se pone en la misma posición que los terapeutas. Sonrío, respiro profundo y me recuesto sobre mis brazos cruzados que están en la mesa en la que hemos estado trabajando las últimas horas. - ¿Puedo confiar en ti?

-Según nuestro acuerdo de amistad, sí, si llego a traicionarte será incumplimiento de contrato y deberé hacer lo que tú quieras.

Sonrío de medio lado y escondo mi cabeza en el hueco que dejan mis brazos, luego de unos segundos de silencio siento como pone su mano suavemente sobre mi espalda. –Te aseguro que puedes confiar en mí, si hay algo que odio es faltar a mi palabra, va en contra de mis principios.

Su voz es tranquila y relajante, ¿Qué paso con el Cástor de hace un mes? Dejo salir todo el aire retenido y me giro para verlo. –Muy bien, tú ganas.

Sonríe levemente y se acomoda en la misma posición que yo para escuchar mi historia mientras esperamos que Catrina regrese de la cafetería.

–Mi amor platónico de toda la vida, Samuel, se me declaro. Sus ojos se abren como no tenía idea de que fuera humanamente posible, se queda esperando que continúe, porque incluso yo no veo que hay de malo en eso. –Justo el día en que lo hizo una chica llegó y lo besó frente a mí y él no la alejó.

Sin Duda AlgunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora