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- ¡Ultimo día de clases!

La energía de Catrina es tan grande que parece una niña en juegos de feria, pero tristemente no puedo compartir su entusiasmo tan efusivamente en este momento, aun cuando ella no lo note. –No eres tan buena fingiendo, haz un mejor esfuerzo corderito.

Me limito a voltear hacia Cástor y sonreírle ligeramente, mi ánimo para hacer cualquier cosa en este momento es completamente nula, he pasado toda la noche pensando en ese momento, en ese beso, ¿Por qué me tortura de esa manera? Mi primero beso siempre será suyo, ¿es que ya lo tenía planeado? ¿Debería preguntárselo? ¿Por qué no hice nada para detenerlo? ¿Quería detenerlo? ¿Y si lo hubiese hecho? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en eso?

- ¿Catalina? ¿Estás bien?

Los veo a ambos y sonrío, tomo aire para contestar y justo en ese momento escucho el timbre de mi celular. –Salvada por la campana. Sonrío una vez más, en esta ocasión con más ganas y contesto el teléfono. – ¿Aló?

-La siguiente es una invitación formal para la señorita Salazar, en la cual solicito su compañía en un almuerzo esta tarde, específicamente a la una en punto, el caballero con el que ahora habla acudirá a las instalaciones de su actual plantel, para fungir como anfitrión y guardia personal y de esta manera llevarla al lugar del almuerzo.

Me río un poco, pero no lo suficiente como para cambiar de ánimo, necesito distraerme, definitivamente. – ¿Eso tardaría mucho?

- ¡Hey! Yo también tengo clases, así que estaremos a tiempo no te preocupes por eso, ¿aceptas?

-Pasa por mí a las doce y treinta, no quiero esperar durante una hora completa. Aun cuando no lo veo sé que está sonriendo.

-Como ordenes, te veo en un par de horas Ania.

Su voz suena alegre y me hace sonreír. –Claro, te veo luego. Cuelgo y me giro a mis compañeros.

– ¿Todo en orden?

Cástor fija su vista en mí por unos segundos. – ¿Era Montreal?

Mi sonrisa desaparece y niego con la cabeza. –No, ¿Por qué?

-Porque aún... si no era Montreal entonces ¿Valdenebro?

Siento como mis cejas se juntan y afirmo con un movimiento de cabeza haciendo que su gesto cambie, respira profundo y sale del salón.

La última clase se va como agua entre las manos, así que tomo mi mochila y salgo del aula, estoy a punto de terminar con el tramo de escaleras cuando veo a Teo caminado hacia mí con una rosa en la mano y una enorme sonrisa en el rostro, un par de metros antes de llegar se detiene y hace una pequeña reverencia, la cual contesto del mismo modo, haciéndolo sonreír un poco más, termina con la distancia entre nosotros y estira su brazo para ofrecerme la rosa que tomo luego de unos segundos.

–Es muy bonita, gracias.

-No fue nada, además me encanta el brillo que tus ojos toman con estos pequeños detalles.

Sonrío y bajo la cabeza un poco, lo escucho aclararse la garganta y al levantar la vista me doy cuenta de que me está ofreciendo su brazo como solían hacer en los años cincuenta, lo tomo y me dirige hasta su auto. – ¿A dónde iremos?

-A mi lugar favorito, espero que te guste.

Conduce por alrededor de unos treinta minutos, poco a poco la ciudad desaparece y volteo a verlo de vez en cuando, pero lo único que consigo son levantamientos de hombros y sonrisas. –No desesperes, estamos a pocos minutos.

Entrecierro los ojos y lo veo por un momento, lo que solo logra sacarle una carcajada, pero tal como lo ha dicho luego de unos minutos más, detiene el auto en medio de lo que parece un estacionamiento viejo, baja primero y abre el maletero de dónde saca una gran canasta. Para cuando termina lo que está haciendo yo ya estoy a la espera de que avance para seguirlo. – ¡Vamos!

Sin Duda AlgunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora