Capítulo 21:
Percy se agachó, evitando un mandoble que le habría arrancado la cabeza, inmediatamente dio un paso hacia delante, acortando distancias y entrando en la guardia de su adversario.
Por enésima vez aquel día hundió la hoja de su nuevo gladio hasta la empuñadura en el estómago del monstruo que le había atacado, y en un movimiento fluido giró 180 grados mientras agarraba del hombro al monstruo que había atravesado, que no se había desvanecido y lo empujó hacia los otros dos monstruos que le acosaban, haciéndolos trastabillar y caer por el borde de la colina, a sus pies, la carretera que llevaba a Berkeley.
Los últimos seis meses habían sido extraños para el semidios.
Gracias a sus patrones divinos, había podido licenciarse de la armada en apenas unos días sin que a nadie le pareciese extraño, y había sido acogido por Lupa.
Durante semanas acompañó a la madre de Roma y a su manada en un largo trayecto de costa a costa, días de largas marchas agotadoras, noches de enseñanzas sobre Roma y los dioses bajo el cielo estrellado, subsistiendo con lo mínimo, enfrentándose a las inclemencias del tiempo, subsistiendo con lo mínimo.
En cierta forma, era como volver a estar bajo el cielo estrellado de las montañas de Afganistán, durmiendo apoyado sobre la culta de un rifle, sin más futuro que el amanecer, otra preocupación que el presente y familia que tus hermanos de armas.
Paz en una vida en guerra.
Pero todo lo bueno, tiene un final, y en cuánto se separó de la Diosa loba reaparecieron los monstruos.
Y estos monstruos eran diferentes, más duros, más curtidos, más peligrosos, rápidos y fuertes. A veces necesitaba cuatro estocadas letales, o incluso cinco, para derribarlos.
Ninguno le había costado tanto como Esteno y Euríale, las hermanas de medusa, que llevaban acosándole desde hacía tres días, las había matado innumerables veces, o al menos así tendría que haber sido, pero siempre regresaban.Había tratado de contactar con Nico por mensaje Iris, pero no había recibido respuesta, sabía que las puertas de la muerte aún no habían caído en manos de Gea porque los monstruos se desintegraban tras varios ataques, y sin embargo había algo extraño, lo presentía.
El semidiós levantó la cabeza, y con ojo crítico contempló la empinada ladera por la que tenía que descender para llegar a la entrada del Campamento Júpiter, situada en el túnel a los pies de la montaña en cuyo alto estaba.
Otra persona habría dado aquella ruta por imposible, pero el hijo de Poseidón había estado años en el ejército, en unidades entrenadas para combatir en alta montaña y puesto en práctica dicho entrenamiento bajo fuego enemigo en los altos de Afganistán.
Empezó el azaroso descenso, bajando lo más rápido posible sin arriesgarse a resbalar, y en unos minutos estuvo al pie de la colina, en la autopista frente al túnel de Caldecott.
A su lado, surgida del aire, apareció una figura que reconoció a pesar de tener algunos rasgos diferentes de lo que recordaba.
Era Hera, bueno, más bien Juno.
“Lady Juno.” Saludó con una inclinación de cabeza.
“Levántate, Perseus, un héroe como tú no tiene por qué inclinarse.” Contestó la reina del Olimpo con una sonrisa benevolente. “Será mejor que nos vayamos antes de que vuelvan esas insufribles gorgonas.”
“Sí, mi señora.” Concordó Percy.
Era momento de conocer a las águilas de Roma y unirse a su bandada.
Ambos, semidios y Diosa, echaron a andar a un ritmo elevado por el lateral de la carretera hasta alcanzar un túnel de mantenimiento en el lateral.
“Deje que entre yo primero, mi señora, por si acaso.” Dijo Percy mientras sacaba el gladio que le había dado Lupa del tahalí que colgaba en su hombro.
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Percy Jackson, Campeón de los Dioses.
Fanfic¿Y si Ares fuese muy diferente a la historia original? Después de que Percy le "derrotase" Ares decidió convertirlo en su campeón, otorgándole el entrenamiento de algunos de los mayores héroes de la historia. Contemplen el nacimiento de un héroe, de...