Capítulo 16:
Percy despertó aún con la sensación del fuego abrasando su piel, en cuánto la bruma que cubría su mente se disipó un poco, se incorporó con las pocas fuerzas que tenía.
Cuándo sus ojos se acostumbraron a la luz, vio árboles y un cielo azul. El gorgoteo tranquilizador de una fuente se escuchaba a lo lejos, podía percibir un suave olor a cedro y enebro, además de muchas otras plantas de dulce fragancia. Le llegó también un rumor de olas lamiendo una costa rocosa. Se preguntó si habría muerto, pero sabía que no era así.
"No te muevas, estás demasiado débil para levantarte." Dijo una voz femenina.
Percy intentó hablar, pero sentía su garganta áspera cómo una lija, y ningún sonido salió de su boca.
"Bebe esto." Insistió la voz, que le dió una cuchara, el familiar sabor del néctar se deslizó por su garganta.
Percy tuvo una arcada, y habría escupido el líquido si no fuera porque la mujer forzó el resto por su garganta.
Fue entonces que pudo ver por primera vez a su cuidadora.
Tenía los ojos almendrados y el pelo de color caramelo trenzado sobre un hombro. Andaría por los quince o los dieciséis años, aunque no era fácil saberlo, porque la suya era una de esas caras que parecen intemporales. Se puso a cantar y el dolor se fue desvaneciendo. Era alguna clase de magia. Sentía que su música se le hundía en la piel, que reparaba y curaba sus quemaduras.
"Descansa, valiente." Le susurró. "Nada te dañará aquí."
Percy clavó sus ojos en ella, algo en la chica le resultaba familiar, podía sentir que no era mortal.
La joven sonrió con amarga dulzura, reconociendo la pregunta no formulada en la mirada del joven héroe. "Soy Calipso, estás en Ogigia, Perseus."
Todo se volvió negro de nuevo.
---Salto de escena.---
Cuando Percy volvió a despertarse estaba en una cueva antinaturalmente hermosa. El techo relucía con formaciones de cristales de distintos colores —blanco, morado, verde—, Percy se encontraba tendido en una cama cubierta con almohadas de pluma y sábanas de algodón. La cueva estaba dividida con cortinas blancas de seda. En un rincón, había un enorme telar y un arpa. En la pared opuesta se alineaban en unos estantes frascos de fruta en conserva. Del techo colgaban manojos de hierbas puestas a secar: romero, tomillo y muchas otras.
Había una chimenea encendida, y sobre el fuego un caldero humeante que desprendía un atrayente olor a estofado.
Percy se incorporó, ignorando con estoicismo el dolor que sentía, miró sus brazos, esperando encontrarlos cubiertos de quemaduras, pero estaban sorprendentemente bien, tenían un color rojizo, pero las llamas no habían dejado máyor rastro.
Fue entonces que vio su rostro, reflejado en una lámina de bronce.
Por segunda vez, se sorprendió del aspecto completamente normal que tenía, no había rastro de las llamas, ni, sorprendentemente, de la brecha en la frente que le había hecho un Telekin le golpeó con su maza.
No se sorprendió al ver que tenía el pelo mucho más corto, su melena se había prendido en fuego y ahora sólo quedaba una cascada enmarañada hasta los ojos con las puntas chamuscadas.
Estaba vestido con los restos de su túnica carmesí espartana, y envuelto en una suave túnica de algodón blanco sobre la misma.
Con todas las fuerzas que tenía se levantó, apenas podía sostenerse en pie, pero, apoyándose en la pared, fue capaz de salir de la cueva.
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Percy Jackson, Campeón de los Dioses.
Fiksi Penggemar¿Y si Ares fuese muy diferente a la historia original? Después de que Percy le "derrotase" Ares decidió convertirlo en su campeón, otorgándole el entrenamiento de algunos de los mayores héroes de la historia. Contemplen el nacimiento de un héroe, de...