Fragmentos, primera parte:

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Capítulo 18:

-Ocho meses antes de la batalla de Manhattan.-

Percy lanzó un uno-dos seguido de un rodillazo para después girar noventa grados y golpear con el codo el lateral del saco, la combinación hizo que el saco recubierto de bronce celestial se balanceara hacia atrás, cuándo el saco impulsado por la inercia regresó hacia él, se inclinó hacia un lado, esquivando.

Iba a volver a atacar el saco, pero la alarma de su reloj le avisó que su tiempo ya se había terminado.

Con lentitud, se deshizo de las vendas que cubrían sus manos, dejando al aire sus nudillos ensangrentados, que vendó nuevamente con cuidado. Una vez hecho, tiró las vendas manchadas de sangre a un bote de basura que había en un lateral de la sala y abandonó el área de entrenamiento, volviendo a la zona principal.

Allí había una docena de mujeres y hombres de diferentes edades entrenando con los sacos que colgaban o peleando entre sí.

Ninguno de los que allí entrenaban usaban guantes, como mucho llevaban las manos vendadas, pero poco más, también la mayoría vestían camisetas de las diferentes ramas de las fuerzas armadas, había cinco marines, dos rangers y tres miembros de la armada que a todas luces no eran parte de la tripulación de ningún barco, los dos últimos, que vestían camisetas naranjas sin ningún adorno, eran los dueños del gimnasio.

“Ya he terminado, Clay, gracias.” Se despidió el hijo de Poseidón de uno de los dueños, un hombre grande de aspecto fiero, antiguo miembro de los Delta e hijo de la diosa menor de la guerra Enío.

“De nada chico, ¿vendrás mañana?”

“Muy posiblemente.”

“Bien, bien…¿ya has decidido qué vas a hacer?”

“No.”

“Vente a los Marines chico.” Le animó un hombre afroamericano de aspecto afable con una cicatriz de bala en el hombro. “¡Somos la punta de lanza!”

“¿Sabes que estás retirado, verdad Dug?” Le molestó divertida una chica pelirroja de aspecto menudo, Aubie.

“Cállate, Ranger, una vez Marine, siempre Marine.” Contestó el hombre, daba igual la de veces que lo molestaran al respecto, siempre en broma, el afroamericano reaccionaba de la misma forma.

“Venga, venga, dejad al chico…” Intervino Full Metal, el otro dueño del gimnasio e hijo de Cratos, nadie sabía su verdadero nombre a parte de Clay, pero el hombre era respetado por todos y bien conocido entre los diferentes cuerpos de fuerzas especiales, había servido en los Marines dos años tras alistarse con diecisiete, posteriormente fue Ranger cuatro años para terminar su carrera alistándose en la Armada y sirviendo más de una década en los Navy Seals, incluyendo (aunque jamás lo reconocería) el DEVGRU. Le habían ofrecido un lugar entre los Delta, pero tras perder el ojo izquierdo debido a un fragmento de metralla, se había visto obligado a retirarse, aunque nunca se separó por completo del mundo militar.

Cuándo ambos semidioses decidieron abrir un gimnasio, acordaron permitir y ayudar a los semidioses que se presentaran en su puerta, de esa forma, Percy Jackson había podido entrenar el último año sin preocupaciones, ya que la existencia del gimnasio en el mundo mitológico no era conocida por nadie más que un puñado de campistas de Ares y Quirón.

Con una sonrisa ante las payasadas de los que se habían llegado a convertir en buenos amigos, Percy salió a las calles de Manhattan y empezó a andar hacia su casa.

Sin embargo, algo llamó su atención a mitad de trayecto.

En la televisión de un bar había un gráfico que mostraba las bajas de la coalición en Afganistán ese año (2008)

Percy Jackson, Campeón de los Dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora