CAPITULO 10

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Después de la exposición arme en casa un pequeño brindis para los más allegados. Quería que Marianela se sintiera cómoda y feliz. La exposición había sido un éxito, estuve hablando con varias personas conocedoras sobre arte y he recogido hermosas palabras sobre el trabajo de ella. Desde que encontré en internet aquel artículo que hablaba sobre su trabajo, me interioricé en su vida y cuando más lo hacía más me enamoraba de Marianela Diaz. Sabía que era imposible poder conocerla, pero desde muy chico me enseñaron que lo imposible tarde o temprano se hace realidad, que solo hay que visualizarlo y aquí estoy junto a la mujer que amo.

No quiero separarme de ella, pero sé que ella tiene su vida del otro lado del Atlántico y lo complicado es poder ensamblarme en una familia de 3, porque sé que Marianela por nada en el mundo dejaría a sus hijos de lado. Amo escucharla hablar sobre ellos, ella le dice "mis cachorros" y cuanto más la escucho hablar de Thiago y Alma, se me dispara la necesidad de conocerlos. Ver como se le ilumina sus ojos cuando cuenta las anécdotas de Thiago con el rugby o de Alma y sus clases de actuación. Marianela es una apasionada de sus hijos y eso justifica aún más lo que siento por ella.

Estoy tratando de no pensar en nuestra despedida, pero no puedo y mi corazón deja de latir sabiendo que ella se va, quiero que este a mi lado siempre, pero nuestras vidas y nuestros trabajos son muy distintos, igual me prometo a mí mismo que hare que lo imposible se transforme en posible.

Después del brindis, Valentina se fue con Roberto hacia el hotel y nos quedamos solos. Quería vivir estos días a pleno con Marianela.

Nos fuimos hacia la habitación tomados de la mano, cerré la puerta y junto a ella vivimos una noche llena de pasión y goce supremo.

Los primeros colores del amanecer asomaban por la ventana, roce el otro lado de la cama y me encontré solo. Agudice mis oídos y escuche que alguien estaba en la cocina intentando realizar algo, pero se le caían algunos utensilios al piso, así que me levante a ver qué estaba pasando. Me acerqué muy despacio porque vi a Marianela totalmente compenetrada haciendo el desayuno, me sonreí porque la escuchaba hablar en castellano y estaba enojada. La tome de la cintura y le bese el cuello, se dio vuelta y me miro, tenía el entrecejo muy marcado y sus manos sucias de masa.

_ Soy horrible cocinando, Can_ me dijo enojada

_ Sos hermosa, Mari_ le dije y la besé

_ No, Can, soy horrible cocinando_ me dijo y me señalo la cocina_ mira el desastre que hice

_Todo se puede solucionar _ le dije y la volví a besar_ ahora a lavarse las manos y te voy a ayudar a hacer el desayuno.

Juntos armamos un delicioso desayuno, nos sentamos a degustarlo y entre café y café nuestra conversación se iba extendiendo en el tiempo.

Estuvimos hablando de nosotros como pareja, nos reíamos de lo complicado que iba a ser todo, pero esa sonrisa escondía mucho dolor, sabíamos muy en el fondo de nuestros corazones que las relaciones a la distancia no se iban a poder sostener en el tiempo. Éramos muy sinceros con todo lo vivido y que los hermosos momentos iban a quedar en guardado en un recuerdo bonito.

Con Marianela salimos a caminar por el parque donde la bese por primera vez, tomados de la mano, solo se escuchaba el sonido de las hojas que íbamos pisando, nos sentamos frente al lago y nos abrazamos. Su perfume inundo mi ser, busque sus labios, necesitaba saborearlos, sentirme vivo con sus besos, no quería que se vaya de mi lado. Entre nosotros reinaba el silencio, ese silencio que duele, el silencio de la despedida, el silencio de la soledad que se avecinaba y no queríamos verla.


Y... Vos Quien Sos??Donde viven las historias. Descúbrelo ahora