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Colombia y México son mejores amigos desde que fueron conquistados por Imperio Español, se han apoyado desde siempre, formando una de las amistades más puras que podrán...
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Mucho tiempo México había estado pensando en su relación con los niños que ahora vivían en su casa, lo que les había pasado y todos los momentos que compartieron en el corto tiempo que los conocía, mentiría si dijera que no se había encariñado con ellos y... Que los quería...
—Mierda—Pensó el Mexicano.
Cómo países, no pueden tener hijos propios, los llamado "hijos", aparecían en crisis para ser sucesores del territorio del país, sin embargo eso no significaba que no quisieran hijos, por esas razón mucho países llamaban a sus estados o provincias hijos.
—No debo encariñarme tanto con esos gemelos— pensó, se encontraba solo recostado en su cama mirando el techo. —¿Qué pensara de eso colo? — sin seriamente si había pasado por su cabeza el adoptar a esos pequeños, aún más luego de que les dieran que habían sido modificados genéticamente para vivir más, pero no era una decisión fácil ni de una sola persona, tenía pareja y debía de preguntarle a Colombia que pensaba al respecto de ello.
—Hola bebe, llegue —Abrió la puerta el colombiano y le dio un besito al contrario. —¿Qué tiene? —
—Pienso —
—¿y se puede saber que piensa esa linda cabecita suya? —se recostó a lado del mexicano
—niños—
—¿niños?, ¿A qué te refieres? —
—Hijos Colombia, hijos — Hablo un poco fuerte el Mexicano.
—¿Estas bien? — Colombia era un country de mucha paciencia, además sentía que el mayor estaba preocupado o estresada por algo.
—¿Qué piensas de Alexander y Alisa? — El más alto lo lito confundido.
—Son unos niños muy lindos, pero ¿a que viene la pregunta? —
—Me gustaría... Adoptarlos... — dijo algo apenado — Esta bien si no estas de acuerdo, solo que... Me encariñe... Un poco—
Colombia no decía nada, ¿adoptarlos?, claro que era muy buenos niños, los quería, los habían cuidado e inclusive los trataba como hijos, pero no era nada oficial, y si ¿no estaba preparado para educar a unos pequeños como debía?, no le disgustada la idea de tener hijos, pero no era fácil y estaba consciente de eso.
—Pero di algo coco —
—No se... Y si no podemos —
—eso pensaba —
—Me gustaría, pero y si nos equivocamos, y si no somos buenos para ellos, y si no somos los padres que ellos merecen — tenía muchas dudas y pocas respuestas.
—Bueno, eso no lo sabremos hasta que tengamos hijos —
—Dejame pensarlo un poco— hablo el sudamericano con un tono algo peculiar.
