Harry nunca había sido capaz de comprender una relación entre hermanos, pero siempre pensó que se le daría muy bien. Hasta que, como Amo de la Muerte, renace como Turais Rigel Black, hermano mayor de Sirius y Regulus. (Renacimiento/viaje en el tiemp...
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La Lady descontenta
A su madre le dio un ataque por el nuevo mural de su pared.
Harry aún recordaba el momento en que ella regresó de sus reuniones sociales y vio la gran sombra en su pared. Le había gritado a Kreacher que lo quitara y, cuando éste no lo hizo, lo tiró por las escaleras de una patada. Podían ser elfos domésticos poderosos, pero no eran capaces de dominar a las Reliquias. Harry había subido al elfo a su habitación después de que Walburga se desmaquillara y se vistiera, curando a la criatura lo mejor que pudo mientras Kreacher lo miraba con una reverencia que antes sólo estaba reservada a Regulus Black.
Incluso ahora, casi tres años después, el anciano elfo se desvivía por cuidar de los tres hermanos. Harry sólo había tenido que golpear a Sirius en la cabeza dos veces por haberse portado mal con el elfo. Pero había sido Regulus quien se lo había impedido, señalándole lo mal que se llevaba Sirius con su madre si se comportaba así. Harry no había tenido que volver a pegarle.
En ese momento, Harry se había visto obligado a ponerse una túnica de mago, de las elegantes, y le habían informado de que asistiría a un baile, el último que se celebraría antes de que lo enviaran a Hogwarts para su primer año.
Su primer año lejos de Sirius y Regulus.
Se preocupaba por ellos, y con razón, si se tenía en cuenta el carácter de su madre. Harry se había visto obligado a distraer a Walburga varias veces este año de sus hermanos pequeños. Necesitaba algún correo negro que sostener sobre sus cabezas, pero no había podido conseguir ninguno que garantizara la seguridad de sus hermanos menores. O, mejor dicho, que sus hermanos no sufrieran ningún daño mientras él estuviera en Hogwarts.
Tenía un as en la manga, un as que realmente le hubiera gustado guardar para otro momento. Pero parecía que iba a tener que jugarlo, si no se presentaba una oportunidad.
Arrodillado ante Sirius y Regulus, que estaban sentados en el suelo de su habitación, jugando con las figuritas de criaturas mágicas que les había hecho para Navidad, Harry esbozó una sonrisa cansada.
"Juega limpio. No necesito lidiar con el temperamento de mamá después de salir a socializar". Escupió la última palabra como si fuera una maldición, los dos Black más jóvenes sonrieron ante sus palabras.
"Seremos buenos Turais, lo prometo".
Asintiendo, Harry se levantó, girando sobre sus talones y acercándose al pasillo donde Orión esperaba. Mirando a su madre, Harry le ofreció su mejor sonrisa, inclinando educadamente la cabeza.
"Bueno, creo que estoy listo".
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